martes, 18 de mayo de 2010

Armando Durán EL Nacional / ND Hacia el 26 de septiembre (II)

Con las elecciones primarias del PSUV, aquella sensación de vacío que dejó en el ánimo de muchos opositores las elecciones primarias celebradas por la MUD una semana antes, se transformó súbitamente en una desazón insoportable que ha minado, ¿irreversiblemente?, el alma del oficialismo. Cierto que el PSUV instaló sus urnas en todos los circuitos electorales del país, cierto que a los jóvenes chavistas se les abrió la oportunidad de alcanzar un escaño en la próxima Asamblea Nacional y también cierto que ni Hugo Chávez ni la dirigencia rojarojita parece haber intervenido excesivamente para impedir que 72 diputados del PSUV, algunos de ellos muy emblemáticos, repitieran curul, y que muchas figuras destacadas de la maquinaria “revolucionaria” sencillamente no consiguieran ninguno, pero más cierto aún es la certeza que uno tiene de que las cosas, para el chavismo, ya no son ni por casualidad lo que fueron.

En primer lugar, ni el partido ni el CNE pudieron acordarse para dar una cifra única de participación ciudadana en esta convocatoria electoral. Ambas instancias admitieron, sin embargo, que sí, la abstención fue elevada. Más bien elevadísima si tenemos presente los muchos millones de militantes que se atribuye el PSUV y los recursos ilimitados con que cuenta para los peores menesteres clientelares. Peor todavía, porque la comprobación visual de los colegios electorales arrojó una verdad devastadora: la asistencia a los comicios internos del PSUV fue menor que la divulgada por estas dos fuentes oficiales. Corolario inevitable de esta realidad aritmética es la probabilidad de que si al final se celebran las elecciones de septiembre, la abstención del oficialismo derrote a Chávez con la misma fuerza irresistible con que el tsunami del 2 de diciembre de 2007, de haber sabido o querido la oposición, lo habría colocado en la imposible situación de propinarle abiertamente una patada a la mesa, o de dar un auténtico paso atrás ideológico. De repetirse la situación en septiembre, ¿qué haría esta vez Chávez? ¿Y qué haría la oposición? La segunda nota negativa que se produjo el primero de mayo es que por primera vez en todos estos años quedaron en evidencia dos hechos reveladores de lo mal que puede llegar a ponerse la situación doméstica del oficialismo. Por una parte, quedó claro que la voz de mando del líder máximo ya no es la única voz que se escucha dentro del PSUV. El malestar creciente de la propia población chavista ante el fracaso de Chávez en su gestión presidencial y la falta absoluta de ideología para cohesionar disciplinadamente, al menos a la dirigencia del PSUV, tuvo como resultado muy poco alentador que a lo largo de estos años, y a pesar de los esfuerzos de Chávez por borrar del corazoncito de los caudillos locales la ilusión descentralizadora con que desde 1989 comenzó a modernizarse la democracia venezolana, todo sigue igual en la provincia política venezolana. Los verdaderos ganadores en las elecciones primarias del PSUV fueron los liderazgos “revolucionarios” regionales que se han ido formando en la provincia a la sombra del gran y único caudillo. Y fueron ellos quienes impusieron sus candidatos por encima de la voluntad del jefe y de la cúpula partidista. Si a este fenómeno, sin duda perturbador, le añadimos la rebeldía del gobernador de Lara, Henri Falcón, y la insubordinación del PPT, cuyas repercusiones reales en las elecciones de septiembre pueden barrer del escenario político el equilibrio inestable de la ecuación formada por el polo chavista y el polo opositor, ese día quizá termine con la creación de un cuadro muy distinto, nada favorable a Chávez ni a la oposición que se empecine en limitar sus acciones políticas a la quimera de actuar en el marco de la más perfecta normalidad democrática.

Por último, y a la luz de la crisis total que pone en muy serio peligro el desarrollo del proyecto chavista de conducir a Venezuela al mar de la felicidad cubana sin violentar del todo las formalidades jurídicas de un proceso político falsamente democrático, las opciones que se le presentan a Chávez son cada vez más restringidas para superar con relativo éxito el riesgo que corre de ser en septiembre sólo el tercero de la discordia frente a un bloque parlamentario opositor y otro que responde a una suerte de chavismo original pero sin Chávez, el liderazgo de Falcón más el aparato de PPT. Queda por ver, y eso es aún más grave, si, como advertía no hace mucho Heinz Dieterich a Vladimir Villegas en estas mismas páginas, Chávez se da cuenta de que, de mantener el rumbo actual, la nave del Estado chocará inexorablemente con un iceberg mayor que aquel que hundió al Titanic.

http://www.noticierodigital.com/2010/05/hacia-el-26-de-septiembre-ii/

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