Mayo 30, 2010
“El Gobierno quiere acabar con las grandes  empresas  venezolanas. Ahora es Polar”.
Política total y terror 
El Gobierno maneja el país como una gran tienda de departamentos. Mal, pero lo maneja. El departamento de industriales -carne de ruina-, contiguo al de banqueros -rebanados en cámara lenta-; un poco más allá el de medios de comunicación, en asfixia mecánica; en el sótano, el de la comida; en la mezzanina, el de los políticos, subdivididos en moderados, radicales, que usan desodorante, que hablan como militares, que son militares, y el subdepartamento de los que tienen mal aliento y son colaboracionistas; cerca de las letrinas, los diputados; en las letrinas propiamente dichas, los judiciales; en la terraza, el del PSUV; cerca de la puerta de servicio, el del PCV, para facilitar la entrada y salida de pedigüeños. Todo un piso dedicado a las actividades de represión, en el que se solazan las chicas judiciales, con los alegres camaradas del Sebin (extraño nombre más vinculado a lo sebáceo que a la inteligencia) y las revoltosas de la DIM que, como el lobo de Caperucita, tienen las orejas grandísimas para oírte mejor; con los diminutos “reservados” para el goce morboso de los ex defensores de DDHH que les encanta ver el sufrimiento de los presos políticos.
El Gobierno ha tasajeado al país y pretende que cada sector, por separado, asuma su rollo. La excepción ha sido la protesta por el primer cierre de RCTV y la generó un vigoroso movimiento estudiantil que luego de esas magníficas jornadas culminadas con el referemdo de 2007, no ha vuelto a esos altos niveles de movilización.
Si el Gobierno maneja -y divide- el país por “departamentos”, la   respuesta por “departamentos” es errónea porque los demócratas son   batidos a retazos.
Empresas Asediadas. El Gobierno  quiere acabar con las grandes  empresas venezolanas. Ahora es Polar la  que está en la mira. Como ya lo  ha hecho con Friosa, las casas de bolsa,  La Carolina, fundos  agropecuarios, industrias de todo tipo, comercios  varios, edificios  desocupados o a medio construir. Lo hace por la misma  razón que  mantiene a los comisarios y policías presos: para demostrar  una tesis.  En el caso de éstos últimos, los conserva encarcelados porque  es la  única manera de sostener la idea de que el 11 de abril los que   dispararon no fueron los asesinos rojos sino esos policías. En el caso   de los empresarios, arruinarlos, apresarlos, colocarlos contra la pared,   es la demostración de que sus riquezas, bienes y posibilidades son   producto de la explotación y que el régimen se propone resarcir a los   pobres. Hay que aclarar que los pobres no están ni van a estar mejor; al   contrario, pero con el empeoramiento generalizado las cargas se   emparejan de acuerdo a la tesis oficial.
Los políticos han dejado que cada empresario cargue con su tragedia. El razonamiento es sencillo. Si los defienden van a aparecer al lado de “los ricos”, lo cual favorece electoralmente al Gobierno; por su parte, los empresarios no quieren que sus causas sean defendidas por políticos, porque contaminarían complejos procesos policiales y judiciales, y al final podrían salir perjudicados. Ambas visiones pueden ser equivocadas.
El tema de la Polar no es solo de Lorenzo Mendoza y su familia, ni siquiera solo de los trabajadores de la empresa, sino del país que asiste a la destrucción deliberada de una empresa que forma parte de su urdimbre productiva y cultural. El mundo de la política tiene que asumir este desafío que plantea la liquidación de la economía privada porque representa también la destrucción de la libertad de todos. No hay que pedirles permiso a los dueños de las empresas arrasadas para asumir su defensa. Es un problema político y no pertenece al “departamento” al que Chávez quiere confinarlas. A RCTV la reemplazó TVes; es decir, la nada. A Polar, si logran acabarla, la reemplazará la nada.
Las Elecciones. Varios jefes políticos opositores no están diciendo toda la verdad sobre las perspectivas electorales. En un sentido afirman que todo o casi todo va a ser solucionado por la victoria electoral y siguen con la infausta cantaleta de que cualquier cosa que se atraviese en el camino es con el mero propósito de distraerlos del triunfante destino. Esta posición los lleva a no involucrarse en ninguna lucha diferente a la electoral. A Antonio Ledezma lo dejaron solo en su esfuerzo por ser el alcalde metropolitano. Los trabajadores de Guayana combaten sin apoyo partidista robusto. Los empresarios solos, como se ha dicho. Los médicos y enfermeras en lo suyo. Las universidades, también. Los presos políticos al ser inhabilitados no provocaron una acción de repudio sobre lo inaceptable de esa decisión, sino apenas la de cambiarlos rápidamente. Los exiliados están solos. La Gente del Petróleo esta sola. Ni hablar de militares, presos olvidados y los descontentos, mirados desde muy lejos. Esta desconexión entre la acción electoral y el conflicto social le quita contenido a la primera y deja al garete a la segunda.
Los que se ocupan de esos problemas de manera global y política en vez de ser los políticos son los medios de comunicación. En éstos se encuentra la visión más integral a la que han renunciado los dirigentes que como toda respuesta dicen, casi mecánicamente, vamos a ganar. El papel político de los medios deriva del abandono de la política por parte de muchos políticos. La aspiración de la sociedad democrática que es el reemplazo constitucional de Chávez no ha podido ser integrada dentro de la acción electoral.
Otro aspecto igualmente complicado es el de no decirle al país que es   posible tener los votos y que esos votos no sean contados; que es   posible que los votos sean contados y que no se reflejen en asientos en   la AN; que es posible que la caja negra del Registro Electoral sea   manipulada; que es posible que Chávez, viéndose perdido electoralmente,   intente una maniobra desesperada; que es posible que la combinación de   represión, ventajismo y fraude pueda torcer resultados como en eventos   anteriores; y que, sobre todo, el CNE no es confiable ni cuando miente.   Como dijo Ramón Piñango (El Nacional, 26/05/10): “El optimismo  electoral  opositor causa daño porque paraliza parte importante del país   descontento al cultivar una fe ciega en las próximas elecciones   parlamentarias.”
Las Preguntas. Hay que saber qué  pasaría si ante la  perspectiva de mayoría electoral opositora, el  Gobierno impide las  elecciones o desconoce su resultado. Hay que saber  qué pasa si la  mayoría opositora actual se diluye por el ventajismo y el  terror.  Chávez nunca ha estado peor que hoy. ¿Qué pasa si se le gana?  ¿Qué pasa  si se tiene una presencia importante en la Asamblea, pero no  la  mayoría? ¿Qué pasa si los ardides conducen a menos de un tercio de  los  diputados? ¿Qué pasa? ¿Se cantará victoria de todas maneras para que   los ánimos no disminuyan hacia las elecciones presidenciales? ¿El país   aguantará?
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