15 Abril, 2011
Siempre digo “bolivarista” y nunca “bolivariana” para referirme a la pretendida “revolución”, porque su motor no está en los ideales del Libertador sino en la plata constante y sonante. En ese sentido, Chávez, Fidel y compañía han perfeccionado un sistema de reparto dinerario, en bolívares y dólares, para convertir a una gran porción de la renta petrolera venezolana en un instrumento de captación, sometimiento, soborno y apaciguamiento.
Se trata de las cuatro taquillas principales del Estado nacional que, de hecho, ya son el Estado mismo. Y si bien es cierto que la noción de taquillas públicas para la distribución rentística, no es nueva en la perspectiva histórica de un petro-estado como el nuestro, sí lo es el que se constituyan en su objeto central e indispensable, en especial para tratar de garantizar el continuismo del presente.
La primera taquilla es la burocrática, pues la nómina estatal se ha incrementado de cerca de un millón doscientos mil empleados en 1999, a más de dos millones quinientos mil en el 2011, y la cifra crece todos los días. El proceso de estatización de la economía nacional no tiene límites en cuanto a la fronda burocrática correspondiente.
Además, los recipiendarios de las misiones podrían acercarse al millón y medio, con lo cual cuatro millones de venezolanos, o sea un tercio de la población económicamente activa, tiene su supervivencia básica en dependencia directa del pago gubernamental.
La ascendencia política de esta situación es indudable, máxime cuando se esgrime la bandera de que la salida de Chávez del poder supondría el despido masivo de centenares de miles de empleados y el cese abrupto de todas los emprendimientos misioneros…
La segunda taquilla es la cambiaria, a través de la cual se subsidia el funcionamiento de gran parte de la economía, que ya no produce sino importa, que no agrega valor sino que lo consume; y también el subsidio se extiende a las remesas, al estudio foráneo o al turismo exterior. Esta taquilla, no faltaba más, alimenta la corrupción que se deriva de un régimen cambiario con varias tasas oficiales. La cambiaria es una taquilla que sobretodo sirve para castigar y premiar conforme al interés político de la satrapía.
La tercera taquilla es la militar. Y de importancia máxima dada la naturaleza del régimen imperante. La militarización de la administración pública, en especial de Pdvsa, es uno de sus principales casilleros; la onerosa compra de armamentos es otro, y no puede obviarse la vista gorda del Estado ante la denunciada penetración del crimen organizado en el dominio militar venezolano, verbigracia el narcotráfico.
No otro que Jesús Urdaneta Hernández, uno de los cuatro comandantes del originario MBR-200, ha denunciado que la “revolución ha corrompido a la FAN”.
La cuarta taquilla es la internacional. Según algunas estimaciones, 70 mil millones de dólares se han dispuesto por esta vía en el siglo XXI. Y allí se incluye desde el salvamento económico-petrolero-financiero de la revolución cubana, hasta el equilibrio presupuestario de Bolivia o Nicaragua, pasando por innumerables operaciones de subsidio político y económico a gobiernos, partidos o grupos aliados.
Así mismo, la cooperación petrolera venezolana beneficia a buena parte de los países que integran el sistema interamericano, lo cual tiene una contrapartida inmediata en la “tolerancia” de la OEA y otras instancias con respecto a los desmanes anti-democráticos del señor Chávez.
Para la revolución bolivarista lo más importante es mantener o por lo menos parapetear a las cuatro taquillas. No importa la debacle eléctrica, o el auge del hampa, o la escasez de alimentos y medicinas, o la desmejora de los servicios públicos, o el deterioro de la infraestructura, o la carestía de los precios, o pare usted de contar los males que agobian a Venezuela.
La importancia de las taquillas es superior a todo lo demás, porque de ellas depende el chantaje de la satrapía.
Fuente: NoticieroDigital
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