por Mary Anastasia O'Grady
Mary Anastasia O’Grady es editora de la columna de las Américas del Wall Street Journal.
En momentos en que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, convalece en un hospital de La Habana, su condición sigue siendo un secreto. La versión oficial de su partido es que tuvo una cirugía de urgencia el 10 de junio por un absceso pélvico. Pero no ha sido visto en público desde hace más de dos semanas y ha crecido la especulación de que está batallando contra algo más serio.
Sus detractores deberían tener cuidado con lo que desean. Aunque la opinión generalizada sostiene que el fallecimiento de Chávez liberaría a Venezuela, podría hacer que el país se vuelva aún más represivo. Si existe alguna justicia en el mundo, regresará a Venezuela para cocinarse en su propio caldo, el desastre económico que creó durante los últimos 12 años. Una enfermedad seria que lo sacara del juego dejaría a Venezuela embrujada por el fantasma del chavismo de la misma forma que el peronismo ha marcado a Argentina por el pasado medio siglo.
Algunos venezolanos piensan que hay gato encerrado. Con el nivel de vida cayendo gradualmente en su país y con el descontento popular aumentando, esos escépticos dicen que Chávez está buscando una manera de revivir su imagen. Un regreso triunfal a Caracas, luego de estar aparentemente cerca de la muerte en Cuba, podría lograr ese efecto. Si esta "resurrección" coincide con la celebración el 5 de julio del bicentenario de la independencia del país, para la cual se ha planeado un desfile militar de estilo soviético, sería incluso más espectacular.
Para la mitad o más de la población que se opone al mandatario venezolano, incluso el pensamiento de un regreso de ese tipo es insoportable. Detestan sus interminables decretos y su manipulación de la ley. Pero lo que irrita más a sus opositores es su teatralidad, como cuando se apodera de las transmisiones varias veces por día para cantar canciones y dar demagógicas peroratas. Un retorno como héroe probablemente sólo incremente su conducta narcisista. También es verdad que ha dicho que no dejará el poder incluso si pierde la elección el próximo año.
Aun así, vale la pena considerar un desenlace alternativo. Debido a que Chávez ha destruido instituciones para forjar un culto a la personalidad en torno a él, su muerte podría implicar un enorme caos, así como una oportunidad para los violentos y los ambiciosos. El baño de sangre por hacerse del poder no sería entre demócratas y chavistas. Sería entre las muchas facciones armadas que él ha nutrido. Una vez que triunfe, el ganador tratará de heredar el poder insistiendo en que el país rinda culto a su memoria. Dado que ninguno de sus posibles sucesores comparte su carisma, la represión posiblemente se vuelva peor.
Cuba estará lista para ayudar. Los hermanos Castro hace tiempo que proveen el aparato de inteligencia y seguridad que Chávez utiliza para ahogar la disidencia. A cambio, Chávez canaliza al menos US$ 5.000 millones anuales al régimen de la isla. La supervivencia de esa relación simbiótica sería una alta prioridad para la dictadura militar cubana.
No hay dudas que un Chávez recuperado organizaría un comité de bienvenida para él mismo e incluso podría obtener una mejoría en las encuestas como consecuencia. Pero también tendría que asumir responsabilidad por una serie de problemas creados por su gobierno bolivariano.
Para comenzar, tendría que confrontar la banda muy armada que se ha apoderado de la cárcel El Rodeo, en el estado de Miranda, y a las familias de los casi 2.000 presos cuyas vidas están en riesgo. Esos son sus votantes y él ha prometido hacer que el sistema carcelario sea más justo. Pero la situación solamente ha empeorado durante su presidencia.
La organización no gubernamental Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP) calcula que las instalaciones construidas para 14.000 presos actualmente albergan más de 49.000. También dice que casi 46% de los detenidos está en un "limbo judicial" y no conoce "el estatus de su proceso". De acuerdo con el OVP, hubo un aumento de 22% en las muertes en prisión en el primer trimestre del año respecto al mismo lapso de 2010. Desde 1999, han muerto más de 4.000 presos.
El Rodeo es representativo de un problema todavía mayor para Chávez. Los venezolanos más vulnerables todavía están esperando que cumpla sus promesas de darles una vida mejor. Hasta ahora, los ha sobornado con subsidios y retórica. Pero una inflación de casi 30% está destruyendo sus ingresos y sus palabras están envejeciendo.
Las 30.000 familias que perdieron sus casas en las inundaciones de fines del año pasado supuestamente iban a ser una prioridad para su gobierno. Pero ahora están sin refugio, y sus protestas se están haciendo cada vez más ruidosas. Chávez se ha comprometido a construir 153.000 casas este año, pero en el primer trimestre solamente 1.600 fueron completadas.
Si se agrega a esto el desabastecimiento de alimentos, los cortes de energía eléctrica, la fuga de capitales y uno de los mayores niveles de criminalidad del hemisferio, no es sorprendente que las perspectivas económicas sean tan sombrías. El petróleo y el tráfico de drogas han mantenido satisfechos a los militares hasta ahora. Pero la paciencia de las masas algún día llegará a su límite. Cuando eso ocurra, deben tener la oportunidad de dirigir su ira contra el arquitecto de su miseria.
Este artículo fue publicado originalmente en The Wall Street Journal (EE.UU.) el 27 de junio de 2011.
Este artículo ha sido reproducido con el permiso del Wall Street Journal © 2011
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