La revolución bolivariana se acerca al triste final de las versiones soviéticas que le precedieron
No por ser archiconocido el dicho del filósofo griego Heráclito (“Nunca te bañas dos veces en un mismo río”) las consecuencias conductuales que el dicho tiene están totalmente aseguradas. Una y otra vez, quienes están sobre el puente bajo el que fluye el río, lo único que ven es una corriente de agua -turbia o cristalina, lo mismo da- que no cesa. Para ellos, pues, es “la misma agua”.
En esas estamos en la Venezuela del presente. Once años en el poder le hacen creer al autócrata que todo va a seguir progresando por la misma vía que lo ha venido haciendo& ¡y eso mismo creen quienes lo enfrentan! Pues bien, ni el primero, ni sus oponentes tienen la razón. Veamos por qué.
Nunca -eso está implícito en el apotegma de Heráclito- es la misma gente la que tienes delante, sea porque unos han desaparecido y otros han llegado; o porque los mismos de siempre ya te agarraron el tumbao, es decir, ya no son los mismos, aunque tengan las mismas caras y porten las mismas cédulas de identidad. Pero aun si todos probaran ser exactamente los mismos, el “momento” que están viviendo no lo es.
Traduzcamos: con este Gobierno, ya nadie “cae por inocente”; ya todos conocen de las mil y una propuestas que murieron al salir de la afiebrada imaginación del autócrata. ¿Confiar en él? ¿Con cuáles pruebas? ¿Por cuáles logros? En su gestión, sólo hay algo que permanece fiel e idéntico: las mismas caras, las mismas focas aburridas. Y al no manifestarse cambio alguno, es esa la razón más sólida para garantizar que mucho ha cambiado en la muda audiencia.
Quien permanecía soberbio sobre el puente confundió las razones para que pareciera que todo seguía igual: había real de sobra y todos recibían algo. El “tiramealgo” de siempre parecía que no terminaría nunca. Chávez desde un comienzo escogió una ruta -eso fue más que obvio en su programa madre: el Plan Bolívar 2000- que implicaba matar todo programa anterior, para reemplazarlo por plata contante y sonante& mientras se instalaban las “nuevas” instituciones que sostendrían al “hombre nuevo”.
No pudo ver dos cosas que hoy lucen obvias: repartir real a mansalva es una receta espléndida para la robadera: sin control y con política no hay honestidad que aguante. Y algo quizás más grave: la repartidera de plata funciona mientras haya real en abundancia. Apenas apareciera una amenaza de sequía en los pozos petroleros, cesaría el flujo y comenzaría la cuenta regresiva.
Esos dos problemitas, que no se vieron al comienzo, impondrían que, justo cuando su plan debería coger fuerza, lo que iba a adquirir rasgos de huracán sería la ira popular, y la voluntad de resistir a lo que ya, para todos, es un proyecto desquiciado. Una revolución que esperaron once años para iniciarla -caso único en la historia- ya muestra un agotamiento extremo.
Mientras, las palabras mágicas del líder se transforman en fastidioso catecismo, se le reduce el “elenco”, y la merma de seguidores incrementa los costos de mantener a los escasos que están dispuestos a llegar hasta el fin. La revolución bolivariana se acerca al triste final de las versiones soviéticas que le precedieron. ¿Acompañara a Cuba en sus funerales?
Del lado opositor tampoco parece que han entendido mucho al río de Heráclito. Los temores de muchos parecen sugerir que creen que la “fuerza” inicial del huracán que alguna vez fue Chávez permanece idéntica. Parecen creer que el malestar que provocó el primer ataque a RCTV es exactamente el mismo que se expresa hoy; y creen que no hay diferencia alguna entre la reacción que generó la primera siega de radioemisoras, a la que hoy provoca el ataque a la FM de La Victoria. De nuevo, al igual que Chávez, no ven que no es la misma agua la que nos está bañando.
Pero el río de Heráclito ya no es el mismo. Mucha agua le ha caído en las cabeceras y su torrente no hace más que crecer con tumulto. Pocos ven que el agua enfurecida que desborda sus propios límites se lleva todo por delante; aunque luego engañe al volver a su apacible cauce.
Al final, a lo mejor resulta que la fastidiosa cadena de la “novedosa” campaña de vacunación masiva -llevada a cabo ante gente que ha sido requetevacunada-, que Chávez nos regaló el miércoles pasado, termina siendo profética: de su paso por el poder, a Venezuela le quedará sólo una masiva vacunación& contra todo lo que el chavismo ha significado para nosotros: un retorno obligado a la miserable Venezuela del siglo XIX. Y algo peor, una mala imitación de la ruina cubana que no pudo salvar la realera chavista.
http://www.noticierodigital.com/2010/03/las-aguas-de-heraclito/
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