En el futuro inmediato seremos también una indiscutible potencia atómica y espacial
De que somos, somos. Una potencia mundial por derecho propio. Potentísima. Todopoderosa como el mesmo Hiperlíder Sideral que guía nuestros destinos. Pa’ eso desfilan con nosotros, espada con espada, Cuba, Irán, China, Rusia y Bielorrusia. Y, para proclamar nuestros dones al mundo, peregrina por esos recovecos, a sus anchas, el sombrero que camina. Perdón, que vuela.
La primigenia hazaña planetaria que nos perfiló como la potencia que estábamos predestinados a ser, una verdadera marca mundial digna del libro Guiness, fue el salto con pértiga que dio la inseguridad: de 2.800 homicidios en 1998 la revolución sagrada los disparó a 17.000 en 2009. En once años de aciertos rojo-rojitos suman, aproximadamente, 120.000 los compatriotas que dejaron de servirse de los programas sociales que esta revolución le compró a Fidel para ellos.
En el futuro inmediato seremos también una potencia atómica y espacial. ¡Cójame ese trompo en la uña, camarita! Tan potentes, pujantes e indoblegables que ni los racionamientos de agua y luz han podido detener la marcha triunfal del país (para darnos ese lujo hubo que decretar una semana de asueto santo, na’guará). Ni el imperio maluco, camarita, detiene el andar triunfal de la revolución bonita. Tampoco antes nos afectó la crisis económica global. Ni la caída de los precios petroleros: pa’ que sepan, pelados, estábanos preparaos pa’ ponele el pecho si los precios bajaban a cero dólares por barril. Eso no pasó por las visionarias acciones del Hiperlíder fundamental, aleccionado, como siempre, por Fidel. ¡Aquí no entra ni coquito! Lo proclamó en su momento -de inspiración socialista- el infalible Hacedor. Y todos clamaron: amén.
Como potencia certificada sólo somos segundos en el mundo en inflación (28% en 2009). Pisándole los juanetes a los hermanos del Congo (31,2%). Pero pujando parejo para pararle el galope a la Argentina de Kristi (15,2% y subiendo). No podemos darnos la cachaza que nos alcance. Ni siquiera Cuba, que es nuestro paradigma. Y su tirano el gurú de nuestro tutor. Como si eso fuese poca cosa, ahora vamos a paso de vencedores en pos del liderato de desempleo, expropiaciones y quiebra de empresas, caída de la producción y desabastecimiento. Todo muy calculado.
Somos -por bendiciones de la naturaleza, no por frutos del socialismo venecubano- una potencia petrolera. A la revolución, eso sí, le caben todos los méritos, exclusivos, por sus diligentes oficios en la siembra de basura y huecos en las calles. Así también por su eficacia para multiplicar los pobres como panes y peces, destruir vestigios modélicos del pasado, regalar dinero en el exterior y hacer ricos a empresarios de otros países.
msanmartin@eluniversal.com
El Universal
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