Muchas interrogantes se han abierto en el respecto de por qué no voy a la playa. De seguro serán más cuando usted lea este párrafo y se entere de eso. Sí, en este instante oficialmente hay más interrogantes. Trataré de disiparlas.
La última vez que fui a la playa a darme un chapuzón, fue el 03 de enero de 1990, lo que se supone es un récord pero los del Guiness no lo consideran así. Ustedes al igual que yo, no deben ver más esos programas y libros de récords por ello.
Ya de niño comencé a tomarle el gusto al mar como todo el mundo: Es salado. Este sabor a sal es un fenómeno que se da en todo el mundo y proviene de las costas portuguesas y españolas, que no es más que los bacalaos que le dan ese gustico a las profundidades del mar.
Cuando mi papá me llevó por primera vez de niño, me montó sobre sus hombros y fuimos al mar. Me dijo, tápate la nariz. Lo malo es que me lo dijo y no se percató de que lo hiciera. Toda esa agua salada que me trague me ha conservado durante años en una especie de salmuera.
Cuando íbamos saliendo, cual Tom y Jerry comenzó a bombearme para que me saliera el apipamiento de agua. En eso llegó un salvavidas de bigote. Cuando vi que me iba a dar respiración boca a boca le dije ¡ESTOY BIEN, ESTOY BIEN! Mi papá se sintió muy feliz, no tanto porque me salvé, sino porque demostré que no me gustan los hombres, noble actitud que aún conservo.
En Aragua, famoso por las costas de Ocumare y Choroní, el trayecto es al costado de la famosa montaña, Parque Henri Pittier. El general Juan Vicente Gómez será siempre recordado por mí como un viejo dictador desgraciado que no tuvo ni la piedad de mandar a hacer esas carreteras rectas. Muchas curvas que han creado accidentes por montón, ya que la gente trata de no cruzar la raya amarilla vial, pero es que el piso está amarillo de todas las votadas de tripas que da la gente y los conductores se confunden.
Luego, hay unos autobuses de esos maquiavélicos marca Blue Bird & Co, que en algunas áreas ha de retroceder para poder caber. Una vez estaba en el bus en esa área llamada “la cocina” (al final) y quedamos en el vacío. Más que ver la historia de mi vida en ese momento peligroso, me vino a la mente cómo había de ser la madre del chofer y cuánto se hablaría de ella a diario.
Ni sedado puedo ir, porque se me viene el nepe al buche y dormido me puedo asfixiar. Ustedes se estarán riendo y me dirán exagerado, pero es así, por mucho que para ustedes yo sea alguien espectacular, no me puedo saltar las leyes de la física, en especial la inercia aunque tenga mis pispiretos ojos cerrados.
Regresando al mar, no me quejo de las veces que fui a la playa. Relax, ver como las olas levantaban a centímetros de donde uno estaba, los revolcones, arañazos, la humedad y el querer hacerlo de nuevo. Nótese que eso es indirectamente una rutina sexual que de a poco en nuestras vidas sabremos desglosar.
Yo acostumbraba ver a las chicas que se bañaban cerca de la orilla. Usaba el ojo a manera de teodolito, calculaba la fuerza de la ola y me dejaba llevar por la misma y me agarraba de la chica. Me daba 50 puntos por pasarle la mano, 100 por pescarle la parte superior del traje de baño y 500 por la inferior. Me gustaba ganarme de una vez los 650 puntos. Por mi edad me decía ¡trae eso niño! y reían. Lo hago ahora y podré obtener máximo 70 u 80 puntos…de sutura.
Al salir de vacaciones a la playa, los primeros pensamientos son sol, arena, mar, cocos (tomarlos, tumbarlos, vérselos a las chicas…que los toman gustosas). Eso es un hermoso y real pensamiento que se desvanece con estos: ¿cerré el chorro del lavamanos? ¿Sería correcto que no bajara el switch de la breckera? ¿El vecino me cuidará la casa como me dijo? ¿Tendré problemas con la tarjeta?.
Cuando calienta el sol y estás lejos del agua, te vas quemando las patas y es por eso que no te quieres salir hasta bien entrada la tarde. A veces cuando nadas, los salvavidas te comienzan a pitar y gritar ¡estás cerca de la boya! Y no es cierto, estás al lado de un tío tuyo que está bien gordo. A veces uno se empieza a hundir aunque nade bien, más resulta que yo no sé nadar y me hundo porque los trajes de baño mío son blue jeans que les moché las pierna y eso con el agua se pone más pesado.
Todos esos pensamientos hace años no los tengo porque no he ido a la playa. Cuando lo haga, espero ir bien acompañado, alguna chica con la cual se oiga la expresión ¡mami! ¿Qué haces con ese cotejo? Pero este cotejo estará de lo más feliz, viendo el mar, la puesta de sol, sentado en las sillas bajo un toldo, enterrando a la compañera (en la arena) y sobre todo preguntándome ¿qué estará haciendo la gente pobre en este instante?
¿Quien me invita a la playa entonces, una de carretera normal? Pero de esta forma aclaro el por qué no voy a la playa: Porque quien va a esas cosas solo o es muy patético o es pichirre o anda en planes suicida.
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