¿Serán capaces de “no caer en la tentación” cuando el calor apriete, o el temor nos sobrecoja?
Como todos los “dichos” que han derrotado al tiempo y que realmente no han logrado verse reemplazados por otro que diga mejor lo que aquél se ha mantenido diciendo por siglos, éste de con estos bueyes hay que arar tiene un significado que va más allá.
En primer lugar, se refiere a una sociedad donde la propiedad de la tierra -y la dedicación a trabajarla para que produzca- es lo que todos tienen a la vista. En segundo lugar, es una sociedad que ha identificado a un animal como auxilio vital y necesario en esa tarea: el buey.
No deja de ser interesante que no pensaran en otro, sino en éste. El buey es paciente y eso le hace lucir un animal pesado. Por suerte, no en el segundo sentido que los venezolanos damos al término (como cuando decimos que un fulano es un “pesado”, al que pocos aguantan a su lado). No, es un animal que asume casi “con filosofía” su trabajo y va a ello, como dicen los españoles.
Es muy apropiado el animal que escogió el pueblo para insistir en que hay que confiar en lo que tenemos a mano, sin angustiarnos con la pregunta de si hubiésemos podido lograr algo mejor. Para lo que el futuro parece nos traerá, los venezolanos escogieron a algunos “bueyes” el pasado 25 de abril.
Es muy posible que, con suerte, hubiésemos conseguido representantes mejores, pero fueron éstos los que “estaban a la mano” (¡y en más de un sentido!, créanme). Queda por ver si eran los bueyes adecuados para arar en el difícil terreno que les espera. A ratos, uno tiene sus dudas.
Y las tiene por muy variadas razones. ¿Serán capaces de “no caer en la tentación” -como pedimos a cada rato en el Padre Nuestro- cuando el calor apriete, o el temor nos sobrecoja? ¿No nos saldrán con un “¡ay!, yo no sabía que esto era así? ¿Por qué no me lo dijeron? O algo peor, ¿no les brillarán los ojos cuando vean al “vil metal” tintinear, con ofertas de viajes y becas? Esperemos que no, que resistan, porque ellos son la vanguardia, la punta de lanza de un pueblo que ha mostrado hasta ahora una persistencia y un tesón admirables.
Hay, parece obvio, otro temor que atenaza a este pueblo fiel. Que las pugnas, las amarguras por “no haber sido tomados en cuenta” provoquen en algunos la conducta de Caín y Judas. Que los que “estaban dispuestos” y no fueron llamados, se lancen por caminos propios y terminen posibilitando que las cadenas se consoliden. Y no las audiovisuales, sino las muy materiales.
Hay también el temor de que “no den la talla” quienes fueron escogidos, ya sea porque no han entendido ni la naturaleza ni la urgencia del momento que vivimos, ya sea porque la batalla a la que les enviamos les resulta agotadora.
No irán a esa Asamblea Nacional a lanzar propuestas idílicas, ni utopías domésticas. No, les pondremos allí para que (como aquellos estudiantes y seminaristas que acudieron a La Victoria para testimoniar con sus vidas que este pueblo había escogido un camino que no estaba dispuesto a abandonar) actúen sabiendo que ellos representan a sus dignos herederos y que no hay militar que pueda desviarlo de esa intención primigenia: vivimos -¡y seguiremos viviendo!- en democracia y con un régimen de libertades públicas que logramos hace ya mucho.
También es verdad que allí habrá algunos que, por fuerza y en razón de su experiencia acumulada, se convertirán en líderes. Serán, como el Pedro a quien Cristo dijo: “Y tú, confirmado en la fe, confirma a tus hermanos”. Por ello, habrán de mantener unidos y constantes a quienes vacilen y sientan temor. Conforta saber que algunos de estos “bueyes” tienen la ventaja de “saber más por viejos que por diablos” y que, gracias a eso, conocen bien al enemigo que enfrentarán y saben de todas sus vagabunderías.
Ahora le toca al pueblo -ese mismo que a ratos simula creer en cuentos de camino- dar el veredicto que el mundo espera: actuar como sus predecesores lo hicieron aquel memorable 30 de noviembre de 1952, frente a otro militar que pretendía lo mismo que éste: hacerse del poder para siempre. Ese pueblo deberá, además, no caer en trampas que, sin dudas, aparecerán en el camino.
Toca a ellos no cejar en el empeño de llegar incólumes al 26 de septiembre y estar preparados para lo que viene a partir del 27. Tiempos duros nos esperan y en ellos hemos de mostrar al régimen que, así como ellos están decididos a no verse desalojados del poder que secuestraron, igual nosotros lo estamos a no permitir un régimen como el que hoy agoniza en Cuba. Y que, si eso es lo que hay, pues con lo que hay lo lograremos.
antave38@yahoo.com
El Universal
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