Junio 15, 2010
¿Quiénes fueron los importadores? ¿A cargo de quién estuvo el pago?
Dii, talem terris avertite pestem” -dioses, apartad de la tierra tan grande peste- clamaba Eneas, según nos narra Virgilio en La Eneida (III, 620), cuando es advertido por el oráculo de Apolo sobre la gran peste que se desataría en Lacio.
Dioses, apartad de la tierra tan grande peste, deberíamos también implorar los venezolanos cuando se nos informa acerca de los miles y miles de containers de alimentos importados por Pdval, filial de Pdvsa, que están apareciendo en estado de putrefacción en diversos sitios de Venezuela. Muchos otros contenedores -según el gobernador del Zulia- pueden haber sido arrojados al mar ya que, según se dice, desde el principio fueron adquiridos sin cumplir con las exigencias sanitarias.
La más increíble impunidad ha servido de manto encubridor para estos delincuentes. Por lo visto se trataba simplemente de comprar a como diese lugar inmensas cantidades de alimentos que -según dicen las malas lenguas- o eran de pésima calidad o estaban ya en mal estado en los países de origen, razón por la cual eran adquiridos a precio de gallina flaca.
El precio de la compra por supuesto no reflejaba tal situación, con lo cual quien realizaba la operación hacía un negocio pingüe: por una parte se embolsillaba el sobreprecio y por la otra se beneficiaba de los dólares preferenciales que otorgaba Cadivi.
Cumplido así el objetivo fundamental de la operación -que no era otro que el pillaje- el cuerpo del delito, es decir, los alimentos, no pasaba de ser más que un estorbo del cual había que deshacerse. Así como el criminal que arroja el cuerpo de su víctima en un vertedero confiando en que los zamuros darán cuenta de él, así los contenedores a los cuales nos referimos parecen haber sido abandonados, confiando en que alguien se encargaría de encubrir los hechos para ahorrarse el costo político del escándalo. Pero como ningún crimen es perfecto, no pensaron los delincuentes en que el ofensivo olor de la podredumbre de esos alimentos terminaría por alarmar a los vecinos de los sitios donde fueron abandonados los contenedores.
No falta quien diga que precisamente por esa razón en el año 2009 se creó la Sociedad Mercantil Bolivariana de Puertos (Bolipuertos) para, en asociación con Cuba, centralizar y supervisar toda la actividad portuaria y alejar a posibles testigos. Así, hasta los almacenes y las empresas -algunas centenarias- que operaban en los puertos, fueron expropiados. Al hacerlo, por cierto, el Estado ya no tiene ahora a quien culpar. La culpa es íntegramente suya.
La “canalla” (Chávez dixit) no son los que él dice. Son los bandidos y sus encubridores. El pueblo no puede echar esto en saco roto. El sol no puede ser tapado con una Polar. Los niveles de corrupción que se han producido durante el actual régimen no sólo sobrepasan los límites de la imaginación, sino que además superan con creces cualquier otra situación de podredumbre administrativa que haya ocurrido a todo lo largo de nuestra ya bicentenaria historia republicana.
¿Quién tiene la responsabilidad? ¿Quiénes fueron los importadores? ¿A cargo de quién estuvo el pago? ¿Qué tuvo que ver Pdvsa en todo este enmarañado asunto? Habiendo sido un director de Pdvsa el presidente de Pdval, ¿no ha debido la estatal petrolera supervisar estas compras? ¿Por qué Pdvsa -cuya deuda se acerca a la increíble cifra de $ 70.000 millones, cuya producción petrolera va en declive y cuyas refinerías estallan o se incendian con insólita frecuencia- tiene que estar importando y acaparando alimentos podridos en lugar de ocuparse de su negocio?
Alguien tendrá que responder al pueblo. Lo que sí está claro es que ni la Contraloría General de la República se preocupó por la estafa, ni mucho menos lo hizo la Asamblea Nacional que supuestamente cuenta con una Comisión de Contraloría que debería haber investigado tan monumental caso de corrupción y que obviamente es igualmente responsable por no haber cumplido con su deber.
Como decía Shakespeare en Hamlet: “Algo huele mal en Dinamarca”. No se trata sólo del olor de los alimentos podridos. Algo apesta en Pdvsa, en Pdval, en Bariven, en la Contraloría General de la República, en la Asamblea Nacional, en los Bolipuertos y en los más altos niveles del Gobierno que encubren a los verdaderos culpables. ¡Alguien tiene que pagar!
El 26 de setiembre los venezolanos tenemos que elegir una Parlamento que impida que este tipo de monstruosidades se repita y que, además, las investigue.
pepetoroh@gmail.com
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