LA PATRIA - Manizales - 2011-05-10 00
Fernando Londoño Hoyos
Caben, respecto a los hechos gravísimos que se han desencadenado en el Urabá, con la toma de tierras por miles de personas, algunas reflexiones fundamentales. La primera tiene que ver con el Gobierno del presidente Santos, para recordarle con todo respeto que cuando se siembran vientos se cosechan tempestades. La famosa Ley de Víctimas y Tierras es una invitación para que las Farc y sus allegados, con sotana o sin sotana, hagan lo que están haciendo. Tomar la ocasión para disfrazar de víctimas y desposeídas a miles de personas, y lanzarlas a la ocupación violenta de tierras, para anticiparse al reparto y para demostrar que son las guerrillas las que seguirán esta cruzada, es obvio, de parte de los comunistas. Pero nadie se explica cómo el Gobierno torea tantas avispas sin esperar que piquen. Es claro que las Farc son bastante más listas que Santos y el Partido Liberal.
La segunda se conecta con la inexistencia de la inteligencia Política y Militar. Si tuviere algún resto de dignidad, el Director del DAS ya habría renunciado. Porque semejante inmensa movilización no podía pasar desapercibida, como lo fue. Para reclutar, entrenar y mover ese gentío se necesitaron muchos días de paciente trabajo, mucho dinero, mucha violencia y muchas promesas. Que las hubiera descubierto la inteligencia más elemental, si la hubiera. Pero como el Director del DAS está tan ocupado en la destitución de miles de funcionarios honrados y leales para reemplazarlos por "contratistas", no tuvo tiempo para averiguar lo que venía. Ni para saber lo que vendrá en tantas regiones del país como en las que se estará preparando algo similar.
De la Inteligencia Militar no hay ni para qué hablar. Estará dedicado el alto mando a encontrar otra piedra en el zapato que le impida cumplir el más elemental de los deberes. Destituido el general Matamoros, será cosa de ver cuál otro es el que obstaculiza al ilustre marino que comanda las operaciones en tierra para averiguar lo más elemental que en una guerra se averigua, que es por dónde viene el enemigo y con cuáles fuerzas cuenta. Al Ejército lo pescaron en el más profundo de los sueños. No hay para qué interrumpirle la siesta.
Urabá no es objetivo nuevo. Y tampoco sería difícil descubrir quiénes están detrás de semejante movilización. Lo veníamos diciendo de muy antiguo, pero hay temas que es mejor no menear. Fuimos censurados en los principales diarios de provincia, El Colombiano de Medellín y El País de Cali, solo por advertir lo que se fragua en cierta República Independiente que funciona, con mucho dinero extranjero, por los lados de Apartadó y con muchas bendiciones eclesiásticas de por medio. Cuando claudica la primera garantía de la Democracia, que es la prensa libre, quedan muy pocas esperanzas para evitar su naufragio.
Ahora queda por mirar lo que viene. El ministro Restrepo Salazar, francamente desencajado, pronunció la mejor de sus sentencias: este no es modo de hacer las cosas. Hay otros modos. Pero el señor Ministro, y su asesor de excepción, vástago de una de las más ilustres familias de Colombia, olvidaron que cuando a los enemigos se les tiende una mano generosa, sin precaución ni cautela, se toman la fortaleza entera. Ahora pueden ir a sacar a las "víctimas" empujadas por los fusiles de las Farc y el soplo inspirador del comunismo camuflado, de las tierras que les prometieron. Y háganlo sin una víctima de verdad, cuando están buscando muchas. Y si son mujeres y niños, tanto mejor.
Lo de Urabá es una campanada de alerta, que no sabemos cuándo dejará de sonar. Vendrán muchas otras invasiones. Que serán un problema de policía, porque aquí no hay conflicto. Solo que tiene dimensiones suficientes para llevar la Nación hacia un torbellino de violencias sin horizontes. Lo dijimos. Lo advertimos. Lo repetimos. La Ley de Víctimas y Tierras es lo más irresponsable, lo más peligroso, lo más insensato que se pudiera proponer en Colombia. Pero a la hora de la demagogia, todo vale. ¿Quién paga la cuenta?
Fuente: La Patilla
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