Hay que reconocerlo. En eso de los rebautizos de ministerios y despachos públicos, el desgobierno del señor Chávez no es segundo de nadie, porque al lado del remoquete de “Bolivariana”, postizo, bufo y adosado al nombre de la Patria, durante los últimos once años hemos perdido la cuenta del cambio de denominaciones de entes del Estado, sin que la nueva nomenclatura se haya traducido en eficiencia, probidad y pulcritud, a la hora de la prestación de los servicios elementales.
Todavía peor. Muchas veces tales cambios, adjetivos, en apariencia, lejos de estimular se han convertido en un sambenito. Un ente del Estado con un acrónimo cutre o impronunciable, se encuentra de antemano condenado a la ineficiencia. Habrá que revelárselo al “dottol, Alí”, mejor conocido como el “Ministro del Diente Roto”, actual titular del Mipopopipí, acrónimo del Ministerio del Poder Popular del Poderío Industrioeléctrico (elevado al cuadrado), por eso lo de “Pipí” y valga la aclaratoria.
El factor que más les ha alebrestado la tripa perpetradora a nuestros delincuentes de cuello rojo, no ha sido la instigación a delinquir del señor Chávez en los “Aló, Presidente”, ni su incapacidad –la de Chávez y la del propio “Ministro del Diente Roto”- ni la corrupción policial.
Ha sido el culebrón que significa llamarse, “Sebín” que es como se conoce, ahora, a la temible “Dirección de Inteligencia y Servicios Especiales”, DISIP. No es lo mismo dar la voz de arresto “¡Alto, quién vive, soy un DISIP!” que conminar a algún malandro con un“¡Deténgase, soy un SEBÍN!”. En tales circunstancias hasta el ratero más inofensivo tira una trompetilla y se da a la fuga.
No ha sido nada más, con los entes públicos. Una víctima de la paternidad irresponsable, ya no es un niño de la calle, sino un “Niño de la Patria”. Un rancho contrario a las exigencias mínimas de comodidad e higiene, una “solución habitacional”. Hombres como el diputado “Diablo Rojo” o el magistrado del “íbanos” y “veníanos” ahora no se contabilizan como lo que son, sino unos rescatados de las garras del analfabetismo por la “Misión Robinson”.
Dentro de tal engaño o fraude en cadena, numérico e idiomático, ha quedado inscrita la medida del mal llamado “Bolívar Fuerte”, que ni es fuerte, ni tampoco “bolívar” a tenor de lo pataruco que ha resultado en el pretendido abatimiento de la inflación.
Pero los teóricos de la Robolución, no dan un paso atrás. Para éllos, la poda de dígitos de nuestra moneda, ha sido un éxito. Algo de lo que discrepamos, por lo menos en lo que se refiere a la fruición bolivariana por meter mano en la Tesorería. Engrasaba más, pero sobre todo canturreaba mejor al oído depredador de los funcionarios, escuchar que una bajada de la mula les representaba cien millones, que oír que se van a zampar cien mil bolívares, que por muy constantes, sonantes y supuestamente fuertes que sean.
De cualquier manera, todo parece indicar que esta clase de medidas se extenderá. Un buen cosmético de otras realidades, más triviales, pero no por ello, menos inocultables podría ser lo relativo a las unidades de peso. Nadie le discutiría al bolívarkilogramo, el mérito de quitarle ceros a la balanza de un sujeto. De gordiflón, verrugón, barrigón y nalgón, a causa de once años de excesos de todo tipo, saltaría a la categoría de peso pluma de la política. Todo, por obra y gracia de una poda de ceros similar a la de nuestro signo monetario.
El feómetro, otro instrumento de mutilación de dígitos, traerá consigo patrones estéticos inherentes al Socialismo del Siglo XXI. Damas hasta ahora relegadas por sus verrugas interiores -más que por las exteriores- a la condición de raspiquices –más por sus espíritus que por sus fachas - pasarán a la categoría de mamitas. Es cuestión de días, nada más, para que la diputada Desirée se postule... ¡P’al “Miss Venezuela” incluido, como candidata para el…sebín!
http://enopinion.tripod.com
Todavía peor. Muchas veces tales cambios, adjetivos, en apariencia, lejos de estimular se han convertido en un sambenito. Un ente del Estado con un acrónimo cutre o impronunciable, se encuentra de antemano condenado a la ineficiencia. Habrá que revelárselo al “dottol, Alí”, mejor conocido como el “Ministro del Diente Roto”, actual titular del Mipopopipí, acrónimo del Ministerio del Poder Popular del Poderío Industrioeléctrico (elevado al cuadrado), por eso lo de “Pipí” y valga la aclaratoria.
El factor que más les ha alebrestado la tripa perpetradora a nuestros delincuentes de cuello rojo, no ha sido la instigación a delinquir del señor Chávez en los “Aló, Presidente”, ni su incapacidad –la de Chávez y la del propio “Ministro del Diente Roto”- ni la corrupción policial.
Ha sido el culebrón que significa llamarse, “Sebín” que es como se conoce, ahora, a la temible “Dirección de Inteligencia y Servicios Especiales”, DISIP. No es lo mismo dar la voz de arresto “¡Alto, quién vive, soy un DISIP!” que conminar a algún malandro con un“¡Deténgase, soy un SEBÍN!”. En tales circunstancias hasta el ratero más inofensivo tira una trompetilla y se da a la fuga.
No ha sido nada más, con los entes públicos. Una víctima de la paternidad irresponsable, ya no es un niño de la calle, sino un “Niño de la Patria”. Un rancho contrario a las exigencias mínimas de comodidad e higiene, una “solución habitacional”. Hombres como el diputado “Diablo Rojo” o el magistrado del “íbanos” y “veníanos” ahora no se contabilizan como lo que son, sino unos rescatados de las garras del analfabetismo por la “Misión Robinson”.
Dentro de tal engaño o fraude en cadena, numérico e idiomático, ha quedado inscrita la medida del mal llamado “Bolívar Fuerte”, que ni es fuerte, ni tampoco “bolívar” a tenor de lo pataruco que ha resultado en el pretendido abatimiento de la inflación.
Pero los teóricos de la Robolución, no dan un paso atrás. Para éllos, la poda de dígitos de nuestra moneda, ha sido un éxito. Algo de lo que discrepamos, por lo menos en lo que se refiere a la fruición bolivariana por meter mano en la Tesorería. Engrasaba más, pero sobre todo canturreaba mejor al oído depredador de los funcionarios, escuchar que una bajada de la mula les representaba cien millones, que oír que se van a zampar cien mil bolívares, que por muy constantes, sonantes y supuestamente fuertes que sean.
De cualquier manera, todo parece indicar que esta clase de medidas se extenderá. Un buen cosmético de otras realidades, más triviales, pero no por ello, menos inocultables podría ser lo relativo a las unidades de peso. Nadie le discutiría al bolívarkilogramo, el mérito de quitarle ceros a la balanza de un sujeto. De gordiflón, verrugón, barrigón y nalgón, a causa de once años de excesos de todo tipo, saltaría a la categoría de peso pluma de la política. Todo, por obra y gracia de una poda de ceros similar a la de nuestro signo monetario.
El feómetro, otro instrumento de mutilación de dígitos, traerá consigo patrones estéticos inherentes al Socialismo del Siglo XXI. Damas hasta ahora relegadas por sus verrugas interiores -más que por las exteriores- a la condición de raspiquices –más por sus espíritus que por sus fachas - pasarán a la categoría de mamitas. Es cuestión de días, nada más, para que la diputada Desirée se postule... ¡P’al “Miss Venezuela” incluido, como candidata para el…sebín!
http://enopinion.tripod.com
http://www.enfoques365.net/N11333-crnicas-bolivarianas--el-sebn-y-otros-raspicuices.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario