Dos objetivos clave se buscaban con la presentación en sociedad de las milicias el 13 de abril. Es verdad que el espectáculo tuvo mucho de grotesco, y de allí la burla que suscitó en algunos opositores. Era mucho pedir una parada de soldados atléticos derrochando físico. Las temibles movilizaciones fascistas tenían también mucho de teatro barato, ni qué decir de los desfiles de Sadam Hussein en las noches de Bagdad.
Pero importa el mensaje y el momento en el cual se coloca en la calle. Chávez ha venido dirigiendo la reconversión de la institución militar para despojarla de sus valores históricos; y en paralelo construye una fuerza propia, ideologizada y bajo la tutela operativa de Cuba. Ello, junto con el gasto armamentista, sirve de sustentación a la estrategia de enfrentamiento con el imperio y la oligarquía.
Sin embargo, en el fondo se trata de una amenaza a los factores de la disidencia democrática. Se vincula con el plan de crear un Estado paralelo que ya opera en la salud, la educación y con los poderes comunales en alcaldías y gobernaciones; y que contempla, por supuesto, la formación de un nuevo ejército como eje central de las Fuerza Armada Nacional.
Mientras tanto, se estimula el pase a retiro de la oficialidad institucional mediante la disminución de los estímulos profesionales académicos y una presencia cada vez mayor de oficiales fanatizados o directamente miembros de la avanzada fidelista.
En este contexto, la milicia se convierte también en un eficaz instrumento para acentuar la matriz de miedo social que se ha ido extendiendo mediante leyes y disposiciones punitivas, la práctica de la discriminación, el uso político de la justicia y un lenguaje presidencial cada vez más agresivo y amenazante.
El segundo objetivo es demasiado claro: la liquidación en la práctica de las Fuerza Armada Nacional tal como la concibe el texto constitucional vigente. Como lo analiza la especialista Rocío San Miguel, se trata simplemente “de la destrucción de la institución militar”.
Visto de este modo, Chávez logra con el espectáculo de la avenida Bolívar y las movilizaciones previstas para los próximos días dar un paso muy importante en la anunciada “radicalización de la revolución”. Un paso previsible para enfrentar la coyuntura más desfavorable de su mandato y colocar elementos de tensión y violencia que compliquen el cuadro electoral de septiembre.
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