Estoy atento a muchos articulistas cuyos escritos permiten conocer lo que disfraza la inmediatez de lo cotidiano. La verdad que se esconde detrás de lo epifenoménico. Argelia Ríos y Milagros Socorro son ejemplos clásicos con su agudeza política y su habilidad para desentrañar los sismos profundos de la sociedad venezolana.
Atinan a adivinar luces y sombras tanto en la esfera de la oposición como en el mundo del Gobierno y del poder.
No hay hecho trascendente que escape de sus análisis.
La redacción de Milagros es más poderosa que un AK-47 Kalashnikov, con la destreza de disparar muchas veces desde la cintura y la precisión de Vasili Zaitzev, el más famoso francotirador ruso.
Argelia, por su parte, prevé con precisión la dificultad que representa el regreso a la democracia, la tragedia que podría significar saltar del rojo-rojito a posiciones radicalmente contrarias. Para reconciliar la patria, para arribar a un estado de equilibrio de los poderes públicos, debemos conjurar los extremismos de izquierda y de derecha. Milagros y Argelia tienen el deber de conservar su actitud de denuncia de lo irregular y de advertencia de los malos caminos, siempre; especialmente después que, como se adivina, la mayoría del país conquiste la Asamblea Nacional. ¡Qué desgracia aquellas figuras públicas que cambian su ética política y su moral ciudadana por el sonido de una caja registradora! Cuando David Nieves, con todas la de la ley, resultó electo diputado y de esa manera pudo salir en libertad, centenares de manos aplaudieron su incorporación a la Cámara de Diputados. Ahora bien, muchos de aquellos que celebraron el jolgorio, hoy cierran los ojos ante el atropello contra Wilmer Azuaje y la maniobra vil contra los candidatos que intentan protegerse con la jurisprudencia que se sentó con David. ¡Qué tristeza con los periodistas cuya fama de honestos y honrados, construida a lo largo de los años, se va diluyendo paulatinamente en el mismo pantano pútrido de corrupción que tantas veces le sirvieron de tribuna! Milagros y Argelia conservan, para ejemplo público de periodistas y no periodistas, la misma actitud serena, reflexiva, implacable y tenaz que han exhibido en tiempos pasados frente a las desviaciones del poder y a los morbos del peculado. Un país se educa sobre la base del trabajo, la honestidad y la justicia. Aquella nación donde sus jueces se conviertan en simples ejecutores de los deseos e intereses del Poder Ejecutivo está condenada a la ruina moral y económica.
Nada es seguro. Ninguna ley es firme. Ninguna sentencia imparcial. La mejor defensa de la supremacía democratizadora frente al cáncer del autoritarismo lo representa la prensa, me refiero a los periodistas que con su labor cotidiana, ladrillo a ladrillo, van construyendo una muralla de contención a las inundaciones de lo más despreciable de la política. Si bien ambas periodistas han dicho que no tienen mayor interés en ser candidatas a la Asamblea Nacional, sería un acto de inteligencia y sabiduría que la Mesa de la Unidad las considerara como suplentes necesarias para el debate que se avecina en la Asamblea. Cuando se comience a discutir sobre el papel de Conatel, cuando se examine con franqueza el cierre de televisoras y radios, cuando se evalúe la distribución inmoral de frecuencias radiales a centenares de organizaciones progubernamentales, las voces y experiencias de Milagros y Argelia serán clínicamente indispensables. Ellas no destilan el rancio olor de la venganza y mucho menos apelan a la palabra hueca y bobalicona que muchos profesionales del lenguaje confunden con denuncia.
Son cautas igualmente al vaticinar desastres o adivinar situaciones. Sus alertas siempre tienen anclajes de acero en la realidad. Claro que hay muchas otras mujeres ejemplares, yo me limité simplemente a hablar de dos de ellas. Que sigan sus dagas del verbo afiladas como siempre.
EDUARDO SEMTEI
esalvarado1000@yahoo.com
El Nacional
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