Durante el curso de la presente semana, Chávez, defendió por lo menos en tres ocasiones al hoy sitiado dictador de Libia, Muamar Gadafi, acusando al pueblo libio, y a los países occidentales de lo apoyan, de no buscar otra cosa que matar al autor de “El Libro Verde” so pretexto de deshacerse de su autocracia de largos 43 años.
Ahora bien, al hablar de Gaddafi resulta de una hipocresía intragable ocultar que se trata de un tirano especialmente cruel, contaminado de una megalomanía donde no faltan el histrionismo y el énfasis circense, acostumbrado a pisotear y castigar cualquier opinión o gesto contrario a sus pareceres, y, sobre todo, decidido a lo que sea con tal que el pueblo libio no acceda a los dones que solo
dan la libertad, la democracia y la facultad de darse las instituciones y los gobernantes que elija de una manera soberana y no interferida.
Lo ha demostrado durante la crisis que culminó con el alzamiento de millones de libios contra su ya agrietado y caduco desgobierno, bombardeando pueblos, ciudades y regiones enteras, masacrando con tropas mercenarias y tanques artillados a miles de ciudadanos indefensos y perpetrando una guerra de tierra arrasada contra cualquier rincón del territorio libio donde fuera manifiesta la hartura contra el dictador cuarentón y su claque.
O sea, todo un horror que era imposible no concitara el repudio y la solidaridad internacionales, y promoviera desde la ONU, la UE, la Liga Árabe y la Organización de la Unidad Africana la operación de protección del pueblo libio que no procura otra cosa, sino que se respeten los derechos de los ciudadanos a vivir en paz, democracia y libertad, mientras extirpan un carcinoma histórico que como excrecencia infesta los tejidos más puros del pueblo árabe y de religión musulmana.
Pero no son estas evidencias, ni pruebas capaces de penetrar la caparazón de un caudillo tropical, cuartelario y decimonónico como Chávez, seducido por la hazaña de este militar de baja graduación que por un simple golpe de suerte y el quiebre de los hombres y las instituciones que debían contenerlo, logró por largas y voluminosas 4 décadas acumular tanto poder que pasó a ser sinónimo de fuerza, violencia y transgresión de la ley.
De ahí que para Chávez, Gaddafi sea un héroe, un líder, un jefe que merece ser defendido, sin detenerse en sus errores ni abusos, pues se trata nada más y nada menos que de un poweralcoholic que, al igual que Fidel Castro, no está adscrito a filosofía, doctrina, religión o causa algunas, si la misma interfiere, perturba, e impide que el comandante, el rey de reyes, pisoteé cualquier brizna de paja que se interponga en su camino.
“Briznas de pajas” que pueden ser el general Arnoldo Ochoa, los hermanos Tony y Patricio de la Guardia, los miles de libios que han muerto en los últimas semanas en Mizrata, Sirte, Ras Lanus o Benghasi, y, ¿por qué no?, un ciudadano sueco de origen colombiano, Joaquín Pérez Becerra, que se aventuró a desembarcar la noche del sábado antepasado, desde Frankfurt, en el aeropuerto internacional, Simón Bolívar, para participar en un encuentro de prensa alternativa que se realizaría en Caracas, y fue detenido ilegalmente por cuerpos policiales venezolanos, y en cuestión de horas, extraditado a Bogotá por pedido del gobierno del presidente, Juan Manuel Santos, que lo acusa de “terrorista”.
¿Pero quién es, Joaquín Pérez Becerra, y cuántos son sus muertos y atentados, cuál es la organización que dirige o dónde participa, y cuáles los teatros y actividades que dejan pruebas de tan intimidantes y aterradores hechos?
Pues, si la memoria no me falla, se trata más bien de un comunicador que vive en Suecia desde 1996, país en el cual se exiló desde su nativa Colombia, ya que formaba parte de aquella “Unión Patriótica” que fundaron las FARC y el Partido Comunista como brazo político y civil para insertarse en la estructura
legal del estado, y cuyos miembros fueron en su mayoría asesinados por los paramilitares, los narcotraficantes y miembros de las policías o el ejército.
También me acuerdo que ya en Suecia, Pérez Becerra, se casó con una ciudadana de ese país, y fundó una agencia de noticias, ANNCOL (Agencia de Noticias Nueva Colombia) que hasta el sábado antepasado actuó como la principal fuente de noticias “no oficiales” provenientes del hermano país.
Noticias “no oficiales” que trataban de contar la “otra historia” sobre las FARC, el ELN, Manuel Marulanda, las guerrillas, Ingrid Betancourt, los secuestrados, los paramilitares, los generales Naranjo, Padilla, el presidente Uribe, el ministro Santos, los encuentros, los muertos, los heridos, y etc, etc, etc.
Pero, igualmente, ANNCOL, actuó como agencia de noticias del chavismo, desde los inicios del gobierno del comandante-presidente, como en todas las estaciones, capítulos y estaciones del bolivariano que tuvo el coraje de pedir “el estado de beligerancia” y la “neutralidad” frente a la guerra del pueblo que llevaban a cabo las fuerzas que comandaba, Manuel Marulanda.
Y ello era suficiente para que, desde que apareció ANNCOL, todos los gobiernos colombianos presionaran, sin lograrlo, para que los gobiernos europeos, y muy especialmente el sueco, les entregaran, extraditándolo, a Joaquín Pérez Becerra.
Pero si llegaría uno que lo haría, y no desde Europa, sino desde América latina, uno que, por cierto, se había favorecido ampliamente de las “otras historias”
de ANNCOL, y de Pérez Becerra: el del presidente revolucionario y socialista venezolano, Hugo Chávez Frías.
¡Cosa más grande, caballero!, diría un cubano del mismísimo malecón de La Habana… ¡y el sábado de gloria!...agregaría un venezolano de Caracas, Margarita o Maracaibo… no esperar que quemaran a Judas el domingo para no adelantarse en una noche a una traición que emblematiza las miríadas de traiciones que suceden a diario, y en cascadas, en todos los rincones del mundo.
Lo probaron, tragaron, y vomitaron los cientos de militantes del Partido Comunista Venezolano que protestaron el jueves a las puertas de la cancillería portando pancartas con letreros de: “Maduro traidor”, y “Chávez, perro faldero de Santos”.
Eso es, “perro faldero de Santos”, como una vez lo fue Fidel de Carlos Andrés Pérez, y Gaddafi de los Bush, padre e hijo, a quienes les prometió comenzar a portarse bien.
Porque es que el problema no es con Bolívar, Zamora, Marx, Fidel o el Che, sino con el factor que permita en este momento la permanencia en el poder, y para Chávez, en este momento, ese factor, es Juan Manuel Santos.
Ya lo decía, Rafael Poleo, el martes pasado, en su columna “A Sangre Fría”, en “El Nuevo País”: “Santos va metiendo a Chávez en el canasto de Obama”, preparándolo “para un discreto entendimiento con Estados Unidos, de lo cual también haría parte su reunión con Porfirio Lobo en Cartagena y el regreso de
Zelaya a Honduras”, mientras, añado yo, se desgañita en gestos como la creación de una supuesta OEA latinoamericana, y el aumento del impuesto a las transnacionales petroleras.
Lo de verdad, lo auténtico es este cambio de rumbo en su política internacional en general, y latinoamericana en particular, que no busca otro propósito que jubilarse como revolucionario y socialista, mientras le hinca las garras y los dientes a la única presa que en realidad le queda y le interesa: Venezuela.
Mientras tanto, no importa que las FARC, y el resto de sus antiguos aliados se hundan o sobrevivan, si él y un puñado de caudillos como Gaddafi, dan demostraciones de que no están dispuestos a rendirse, a entregar el mando, a ceder ante multitudes desarmadas que lo único que saben y pueden hacer es gritar.
manumalm912@cantv.net
Fuente: Analitica.com
Ahora bien, al hablar de Gaddafi resulta de una hipocresía intragable ocultar que se trata de un tirano especialmente cruel, contaminado de una megalomanía donde no faltan el histrionismo y el énfasis circense, acostumbrado a pisotear y castigar cualquier opinión o gesto contrario a sus pareceres, y, sobre todo, decidido a lo que sea con tal que el pueblo libio no acceda a los dones que solo
dan la libertad, la democracia y la facultad de darse las instituciones y los gobernantes que elija de una manera soberana y no interferida.
Lo ha demostrado durante la crisis que culminó con el alzamiento de millones de libios contra su ya agrietado y caduco desgobierno, bombardeando pueblos, ciudades y regiones enteras, masacrando con tropas mercenarias y tanques artillados a miles de ciudadanos indefensos y perpetrando una guerra de tierra arrasada contra cualquier rincón del territorio libio donde fuera manifiesta la hartura contra el dictador cuarentón y su claque.
O sea, todo un horror que era imposible no concitara el repudio y la solidaridad internacionales, y promoviera desde la ONU, la UE, la Liga Árabe y la Organización de la Unidad Africana la operación de protección del pueblo libio que no procura otra cosa, sino que se respeten los derechos de los ciudadanos a vivir en paz, democracia y libertad, mientras extirpan un carcinoma histórico que como excrecencia infesta los tejidos más puros del pueblo árabe y de religión musulmana.
Pero no son estas evidencias, ni pruebas capaces de penetrar la caparazón de un caudillo tropical, cuartelario y decimonónico como Chávez, seducido por la hazaña de este militar de baja graduación que por un simple golpe de suerte y el quiebre de los hombres y las instituciones que debían contenerlo, logró por largas y voluminosas 4 décadas acumular tanto poder que pasó a ser sinónimo de fuerza, violencia y transgresión de la ley.
De ahí que para Chávez, Gaddafi sea un héroe, un líder, un jefe que merece ser defendido, sin detenerse en sus errores ni abusos, pues se trata nada más y nada menos que de un poweralcoholic que, al igual que Fidel Castro, no está adscrito a filosofía, doctrina, religión o causa algunas, si la misma interfiere, perturba, e impide que el comandante, el rey de reyes, pisoteé cualquier brizna de paja que se interponga en su camino.
“Briznas de pajas” que pueden ser el general Arnoldo Ochoa, los hermanos Tony y Patricio de la Guardia, los miles de libios que han muerto en los últimas semanas en Mizrata, Sirte, Ras Lanus o Benghasi, y, ¿por qué no?, un ciudadano sueco de origen colombiano, Joaquín Pérez Becerra, que se aventuró a desembarcar la noche del sábado antepasado, desde Frankfurt, en el aeropuerto internacional, Simón Bolívar, para participar en un encuentro de prensa alternativa que se realizaría en Caracas, y fue detenido ilegalmente por cuerpos policiales venezolanos, y en cuestión de horas, extraditado a Bogotá por pedido del gobierno del presidente, Juan Manuel Santos, que lo acusa de “terrorista”.
¿Pero quién es, Joaquín Pérez Becerra, y cuántos son sus muertos y atentados, cuál es la organización que dirige o dónde participa, y cuáles los teatros y actividades que dejan pruebas de tan intimidantes y aterradores hechos?
Pues, si la memoria no me falla, se trata más bien de un comunicador que vive en Suecia desde 1996, país en el cual se exiló desde su nativa Colombia, ya que formaba parte de aquella “Unión Patriótica” que fundaron las FARC y el Partido Comunista como brazo político y civil para insertarse en la estructura
legal del estado, y cuyos miembros fueron en su mayoría asesinados por los paramilitares, los narcotraficantes y miembros de las policías o el ejército.
También me acuerdo que ya en Suecia, Pérez Becerra, se casó con una ciudadana de ese país, y fundó una agencia de noticias, ANNCOL (Agencia de Noticias Nueva Colombia) que hasta el sábado antepasado actuó como la principal fuente de noticias “no oficiales” provenientes del hermano país.
Noticias “no oficiales” que trataban de contar la “otra historia” sobre las FARC, el ELN, Manuel Marulanda, las guerrillas, Ingrid Betancourt, los secuestrados, los paramilitares, los generales Naranjo, Padilla, el presidente Uribe, el ministro Santos, los encuentros, los muertos, los heridos, y etc, etc, etc.
Pero, igualmente, ANNCOL, actuó como agencia de noticias del chavismo, desde los inicios del gobierno del comandante-presidente, como en todas las estaciones, capítulos y estaciones del bolivariano que tuvo el coraje de pedir “el estado de beligerancia” y la “neutralidad” frente a la guerra del pueblo que llevaban a cabo las fuerzas que comandaba, Manuel Marulanda.
Y ello era suficiente para que, desde que apareció ANNCOL, todos los gobiernos colombianos presionaran, sin lograrlo, para que los gobiernos europeos, y muy especialmente el sueco, les entregaran, extraditándolo, a Joaquín Pérez Becerra.
Pero si llegaría uno que lo haría, y no desde Europa, sino desde América latina, uno que, por cierto, se había favorecido ampliamente de las “otras historias”
de ANNCOL, y de Pérez Becerra: el del presidente revolucionario y socialista venezolano, Hugo Chávez Frías.
¡Cosa más grande, caballero!, diría un cubano del mismísimo malecón de La Habana… ¡y el sábado de gloria!...agregaría un venezolano de Caracas, Margarita o Maracaibo… no esperar que quemaran a Judas el domingo para no adelantarse en una noche a una traición que emblematiza las miríadas de traiciones que suceden a diario, y en cascadas, en todos los rincones del mundo.
Lo probaron, tragaron, y vomitaron los cientos de militantes del Partido Comunista Venezolano que protestaron el jueves a las puertas de la cancillería portando pancartas con letreros de: “Maduro traidor”, y “Chávez, perro faldero de Santos”.
Eso es, “perro faldero de Santos”, como una vez lo fue Fidel de Carlos Andrés Pérez, y Gaddafi de los Bush, padre e hijo, a quienes les prometió comenzar a portarse bien.
Porque es que el problema no es con Bolívar, Zamora, Marx, Fidel o el Che, sino con el factor que permita en este momento la permanencia en el poder, y para Chávez, en este momento, ese factor, es Juan Manuel Santos.
Ya lo decía, Rafael Poleo, el martes pasado, en su columna “A Sangre Fría”, en “El Nuevo País”: “Santos va metiendo a Chávez en el canasto de Obama”, preparándolo “para un discreto entendimiento con Estados Unidos, de lo cual también haría parte su reunión con Porfirio Lobo en Cartagena y el regreso de
Zelaya a Honduras”, mientras, añado yo, se desgañita en gestos como la creación de una supuesta OEA latinoamericana, y el aumento del impuesto a las transnacionales petroleras.
Lo de verdad, lo auténtico es este cambio de rumbo en su política internacional en general, y latinoamericana en particular, que no busca otro propósito que jubilarse como revolucionario y socialista, mientras le hinca las garras y los dientes a la única presa que en realidad le queda y le interesa: Venezuela.
Mientras tanto, no importa que las FARC, y el resto de sus antiguos aliados se hundan o sobrevivan, si él y un puñado de caudillos como Gaddafi, dan demostraciones de que no están dispuestos a rendirse, a entregar el mando, a ceder ante multitudes desarmadas que lo único que saben y pueden hacer es gritar.
manumalm912@cantv.net
Fuente: Analitica.com
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