Junio 6, 2010
“Está ofuscado. Siente el resuello de un país que está cansado de sus tropelías”
“TeleEmbustero”
Así fue bautizado por el proletariado de Sidor. La situación debe estar peor que lo que cualquiera se imagina. El hombre realmente parece fuera de sus cabales. ¿Qué será lo que pasa por esa cabecita desajustada, llena de sueños reciclables, de fantasías contaminantes y de trapos rotos? ¿Qué será lo que se le ocurre cuando sus deseos no se convierten en realidades tras cada uno de los berrinches? ¿Cómo se verá a sí mismo cuando no es obedecido, cuando los lugartenientes se hacen los distraídos y cuando las piedras del camino siguen en su mismo sitio, ajenas a su autoridad? Es el drama de los dioses incomprendidos. El poder que Zeus les ha dado tiene como límite la realidad; pueden hacerlo todo menos contrariar las leyes de la economía, de la física y de la sociedad. Al final, se dan cuenta de que han revuelto las aguas; las turbiedades y miasmas del fondo por un rato suben a la superficie, pero las ramas y pestilencias vuelven al fondo del barrial mucilaginoso; mientras, arriba, las aguas se aclaran.
Está ofuscado. Siente el resuello de un país cansado de sus tropelías. Sabe que solo queda el desamor y el regusto amargo de un desencanto profundo. Ahora advierte que hay más ladrones que los previstos y que los contenedores con comida podrida constituyen la alegoría de su gestión: sólido empaque por fuera y toneladas de corrupción adentro; acero que envuelve hedores, gangrenas y fermentaciones de lo que pudo servir para alimentar al necesitado, al hambriento. Ay, Comandante, exactamente como usted: protegido por varios anillos de seguridad; pero, por dentro, un personaje que perdió el rumbo, dueño de un poder que se le evapora, temido pero no querido; descompuesto…
El Proletariado. Tiene razones para estar enfurecido. A toda revolución inspirada en Marx y Lenin no le queda más remedio que tener el apoyo de la clase obrera; si la movida viene desde el campo, al menos del campesinado en la onda de Mao. Pero debe ser una horrible tragedia personal y política denominar como revolución un mero asalto al poder y que los trabajadores no se sientan aludidos por el llamado rojo. Una revolución sin campesinos, sin estudiantes, sin clase media, sin empresarios, sin sustancia, sin épica y sin militares honrados. Con el apoyo en dilución de un tajo del sector informal, más las unidades antimotines para reprimir. Solo le queda la violencia como nostalgia de una revolución que no fue.
El Comandante tiene motivos para perder los modales. Después de la desilusión experimentada por los trabajadores de Sidor, algunos de los cuales creyeron que les tocaba el oro y el moro con la estatización; ahora todos saben que las expropiaciones solo representan ruina. Entonces ha venido el chantaje: están aliados con la burguesía, acusa el decadente líder.
Los trabajadores perciben que con sus patronos pueden negociar, discutir y pelear de acuerdo a ciertas reglas, pero cuando caen en la madeja del caudillo militar -patrono único e irascible-, no hay negociación alguna, no hay reglas, no hay nada que no sea su voluntad disparatada, tan llena de ignorancia como de maldad. Esta semana se ha dado un fenómeno interesante cuando Andrés Velásquez ha tejido su candidatura a diputado y la de otros con las luchas de los trabajadores de Guayana. Allí se ha producido una posible amalgama que, de continuar, puede vincular el terrible drama social con las próximas elecciones. Así se le podría dar proyección al conflicto cotidiano y se llenaría de contenido el evento electoral.
La destrucción de las empresas ha significado la prisión para varios, la ruina para otros tantos, pero sobre todo desempleo, desesperanza, para muchos. Cuando se defiende la propiedad privada lo que se defiende es la libertad de ser y tener, algo que carece de sentido para quien todo lo que posee es ajeno -porque le pertenece a la nación- y sabe que algún día sus legítimos propietarios vendrán al rescate.
Motivos para la neurastenia. El hombre se ha comprado varias derrotas. En el plano internacional carga con el bacalao tipo Zelaya, clásico vividor cosmopolita, endosado a sus espaldas por ese lince de la política y los negocios que es Lula. También lo ronda el Tribunal de La Haya debido a las múltiples denuncias sobre su participación en desatinos mayores que oscilan entre el jugueteo con las FARC y ETA, hasta la juerga con Ahmadinejad. Por si fuera poco, el tortazo recibido en Colombia no podía ser mayor.
Juan Manuel Santos le encarna una derrota de varias dimensiones. Representa la victoria de quien ha sido insultado sin medida por un personaje fuera de sí; simboliza la victoria de Uribe; implica la derrota de las FARC y de misia Piedad. Significa que el pretendido bolivarianismo ha retrocedido años luz. Santos, ahora, se puede dar el lujo de ser “amplio”, no porque espere resultados sino porque le demuestra al mundo el estado de soponcio terminal en el cual se encuentra su desajustado vecino. La reciente victoria del uribismo muestra otro tipo de fenómeno que es la decadencia de los partidos políticos tradicionales en beneficio de nuevos movimientos; con lo cual se muestra que no es un fenómeno venezolano sino algo más complejo, vinculado a la apertura de espacios sociales y no a una inexistente antipolítica.
Pero el hombre tiene más motivos para la perturbación. El diseño económico no ha estado en buenas manos, pero ahora se le ha entregado su diseño y ejecución a la policía política, a la Guardia Nacional, a la Fiscalía y a una congregación de excéntricos y pasmados. El principal instrumento de política cambiaria es poner presa a la gente del mundo financiero o amenazarla; el instrumento de política alimentaria es ladrarle todos los días a Lorenzo Mendoza, mientras la cofradía importadora hace su agosto con los contenedores podridamente revolucionarios; el instrumento de política laboral es asustar a los trabajadores o, si no, entonces acusarlos de aliados de la burguesía. La política económica no la hacen los ministerios sino la ex Disip (Sebin), el Cicpc, la DIM y las chicas del dúo “Las Luisas”.
Las Estructuras de Apoyo. Aunque la mayoría electoral es opositora, la omnipresencia del caudillo, su irreparable cháchara, el hecho de aparecer como única e insustituible referencia, puede mover a un sector ambivalente a su lado. Sin embargo, aparte de la oposición sólida y de larga data, el descontento dentro de las filas oficiales es mayúsculo. La resistencia ha crecido y cuenta con opositores viejos y nuevos, junto a las más recientes adquisiciones -como el PPT, el MEP y algunos comunistas doctrinarios- que aunque tienen todavía melindres para no aparecer como opositores grandecitos, no tienen más destino que serlo. También ocurre en la FAN; allí la resistencia es el silencio y la decisión de muchos de no cumplir órdenes ilegales. Y punto.
www.tiempodepalabra.com
twitter @carlosblancog
No hay comentarios:
Publicar un comentario