Junio 6, 2010
De acuerdo con Oliver Stone, en desacuerdo con Alain Touraine.
Vamos a ejercer nuestro legítimo derecho a estar de acuerdo o no con ésta o aquella opinión; sin descalificar de entrada a quien la emite, en caso de desacuerdo; y sin canonizar a quien emite un juicio que compartimos. Para no alargarnos demasiado, tomemos el toro por los cuernos: estoy en desacuerdo con Alain Touraine y en cambio, me parece muy correcta la opinión de Oliver Stone.
Hablemos del primero. Alain Touraine ha recibido el Premio Príncipe de Asturias. Este es uno de esos casos en que un premio de esa magnitud no engrandece a quien lo recibe, sino que la escogencia de ese nombre engrandece al premio. Alain Touraine es uno de los más destacados maîtres á penser de Francia en el siglo XX.
Una comprensible vergüenza
Su análisis de los nuevos movimientos sociales (la Solidarnosc polaca, el mayo francés) su crítica de la modernidad y de la democracia se han hecho clásicos, como su creación del concepto de sociedades posindustriales. Pero lo que más directamente nos concierne, ha profundizado en el estudio de los problemas de América Latina (El Chile popular), lo que le ha valido el acatamiento y admiración de los medios universitarios e intelectuales de nuestro continente, que entre otras cosas le han otorgado el doctorado honoris causa de algunas de sus más prestigiosas universidades. Hombre de sólidas opiniones de izquierda, llegó a decir, después de que Le Pen quedó de segundo en la primera vuelta de unas elecciones presidenciales francesas, que en esos días salía a la calle con anteojos negros, sombrero de paja y la bandera de Brasil como bufanda, tanta vergüenza le daba ser francés.
¿En qué estoy en desacuerdo con tan admirable pensador? En su opinión sobre América Latina expresada al recibir el Príncipe de Asturias, según lo reportó la agencia Efe.
Los dos puntos negros
Dice así el cable: “El sociólogo francés Alain Touraine, que hoy recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, dijo, en declaraciones a Efe, que “América Latina está decidida a participar en la transformación del mundo actual”. Sin embargo, detecta “puntos negros”, como la influencia que tienen los grupos de narcotraficantes en México o el avance del “chavismo”.
Antes de decir el por qué de mi desacuerdo con lo que expresa Touraine, hablemos de otro opinador, Oliver Stone. El más celebrado de sus filmes fue Platoon, sobre la guerra de Vietnam, aunque para nuestro gusto, es muy superior su JFK, una especulación muy bien llevada sobre el asesinato del Presidente de Estados Unidos. También se ha ocupado de América Latina con Salvador, Evita y Comandante, este último sobre Fidel Castro. Para presentar su filme laudatorio del Presidente de Venezuela, Stone dio unas declaraciones con las cuales estoy plenamente de acuerdo.
Una aberración
Pero antes de hablar de ellas y de las de Touraine, debo decir que ambas parten de una aberración, en el sentido óptico del término. En efecto, en el caso de la declaración de Touraine, se trata de la tendencia a ver doble, típica de quienes bizquean y, dicen también los malhablados, de quienes se pasan de tragos en el almuerzo. Touraine habla de “dos puntos negros” que afean el rostro de una América Latina, a saber, el narcotráfico y el chavismo. El error de Touraine está en hablar como si fueran dos fenómenos separados.
Lo cual, cuando menos, proviene de una visión distorsionada del asunto. Desde hace mucho tiempo, las FARC dejaron de ser consideradas, en el hermano país primero, en el resto del mundo después, como la expresión de una ideología política para volverse una banda de malhechores que se mantiene gracias primero al apoyo de, y ahora a la simbiosis con, el narcotráfico. Ahora bien, el único apoyo confeso que tienen las FARC proviene del gobernante venezolano, quien pidió para ellas status beligerante y les abre nuestro territorio como santuario. No son pues “dos puntos negros” sino uno solo.
Una confusión terminológica
En el caso de Oliver Stone, se trata también y quizás sobre todo, de una comprensible confusión terminológica. Stone se refirió a su anfitrión venezolano como “otro Bolívar”. Hasta el momento de escribir estas notas, no he visto protesta alguna de parte de la oposición venezolana. Es que, de seguro, la asimilación del Libertador (el “capitán valiente” de Neruda) con el tripaflojiento Héroe del Museo Militar se parece tanto a los elogios de los bienpagáos felicitadotes de Cipriano Castro que el sólo citarlo sirve para ridiculizarlo.
Pero yo no estoy de acuerdo con quienes piensan así, y voy a quebrar una lanza por el gringo. Me baso en la conocida frase de Marx sobre los sucesos (y en este caso sobre los personajes) históricos que se dan dos veces la primera como tragedia, la segunda como farsa. Al hablar de su anfitrión de Miraflores como de “otro Bolívar”, Stone no quiso referirse a Simón José Antonio de la Santísima Trinidad. Stone veía a quien alguna vez fuera tan popular, tan devaluado como nuestro otrora fortísimo signo monetario. Aún así, yerra: la única comparación posible es con la gourde, la moneda haitiana, después del terremoto.
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