La forma expedita de desaparecer de la historia consiste en utilizar el pasado como espeso telón...
No sólo en Venezuela, sino también en todos los países de América Latina, es usual que se escuchen afirmaciones como las siguientes: "Construiremos la integración del continente porque es un mandato de los libertadores"; "Vamos hacia el desarrollo económico siguiendo el criterio de los fundadores de la nacionalidad"; "La patria sólo será grande cuando recoja los ideales de su lucha contra España... " y así por el estilo. La retórica de la cual manan frases de tal catadura forman parte de los hábitos políticos de las naciones formadas después de la Independencia, pero se multiplican según sea la magnitud de las efemérides que se deben festejar. Para tratar de calibrar la estatura de su inocuidad, ensayaremos otra redacción sobre los mismos propósitos.
Por ejemplo: "Construiremos la integración del continente porque es necesaria, porque nos hace mucha falta"; "Vamos hacia el desarrollo económico porque tenemos la obligación de velar por el bienestar del pueblo"; "La patria sólo será grande cuando atienda con eficacia las urgencias que hoy la abruman..." y así por el estilo. Cada una de estas aseveraciones se relaciona en forma directa con el entorno del cual forma parte, comunica un vínculo de actualidad con situaciones presentes e ineludibles. Pueden ser también perlas de una retórica vacía, en la medida en que no contengan sino fórmulas superficiales o anzuelos para pescar incautos, pero no se puede negar su conexión con la realidad inmediata, ni la alternativa de que produzcan efectos concretos en algún momento. Pueden ser solamente referencias ocasionales, pero también el resultado de un análisis sobre las urgencias que deben atender los hombres públicos y los gobernantes en general. Sea como fuere, tienen de todo menos de anacronismo y pueden reclamar la existencia de un pensamiento del cual provienen con el objeto de remendar entuertos.
¿Cuál de los dos ejemplos refleja sensatez? Sólo el expresado a través de las frases ofrecidas en el segundo párrafo. Las del primero son vacías e inconducentes, en la medida en que niegan la evolución de los asuntos de la sociedad y de la forma de acabar con ellos, en la medida en que abdican el pensamiento sobre el presente para conformarse con lo que pudieron pensar y con lo que hicieron en función de sus ideas los actores de la Independencia. Es evidente cómo el pensamiento pensado entre 1750 y 1830, por ejemplo, solamente pudo a duras penas aproximarse al rompecabezas de la época, mientras dejaba terribles secuelas a la posteridad e infinitos enigmas sin desembocadura a la vista. Es evidente cómo la acción llevada a cabo por los hombres de entonces estaba y sólo podía estar en consonancia con los retos de su tiempo, sin imaginar siquiera la magnitud de los desafíos que todavía no se gestaban en el seno de unas comunidades que, por el hecho de venir de una confrontación desoladora, tenían la necesidad de sacarse las tripas y de quebrarse la cabeza en escenarios que apenas se parecían a los que los precedieron.
A menos que se considere a la Independencia como lo que no fue ni puede ser jamás: manadero de un magisterio infinito y cofre de lecciones imprescindibles para la posteridad hasta el fin de los siglos. Pero, si ninguna guerra puede presumir de tales virtudes, ni ufanarse de una herencia capaz de ganarle nuevas contiendas al almanaque y a los individuos que sucesivamente lo habitan, no parece razonable pensar que en nuestras contiendas contra España se prendió una luz llamada a iluminarnos sin solución de continuidad y se redactó un mandato que el futuro debe cumplir so pena de desaparecer de la historia.
La forma expedita de desaparecer de la historia consiste en utilizar el pasado como espeso telón que impide la contemplación del presente, como obstáculo que se interpone entre las peculiaridades del día y los lugares comunes que se atribuyen a la épica de los padres fundadores, como excusa para cambiar la obligación de no dejar de caminar por la observación de un museo hecho de manera tendenciosa. Seguramente pensarán los críticos más simples que se intenta ahora una negación de las hazañas de la Independencia, asunto que se atenderá, si fuese el caso, en posterior artículo. Sólo se quiere ahora llamar la atención en torno a cómo difícilmente pueda la "época de oro" convertirse en alquimista del porvenir, a cómo pierden miserablemente el tiempo quienes busquen en una contienda del siglo XIX el lenitivo para el siglo XXI, a cómo sólo la carencia de ideas y el divorcio de las conminaciones del momento puede aconsejar un periplo tan infructuoso, aunque capaz de colmar el estómago de un patriotismo mal entendido.
eliaspinoitu@hotmail.com
http://opinion.eluniversal.com/2010/06/05/opi_art_la-independencia-y-e_1921738.shtml
No sólo en Venezuela, sino también en todos los países de América Latina, es usual que se escuchen afirmaciones como las siguientes: "Construiremos la integración del continente porque es un mandato de los libertadores"; "Vamos hacia el desarrollo económico siguiendo el criterio de los fundadores de la nacionalidad"; "La patria sólo será grande cuando recoja los ideales de su lucha contra España... " y así por el estilo. La retórica de la cual manan frases de tal catadura forman parte de los hábitos políticos de las naciones formadas después de la Independencia, pero se multiplican según sea la magnitud de las efemérides que se deben festejar. Para tratar de calibrar la estatura de su inocuidad, ensayaremos otra redacción sobre los mismos propósitos.
Por ejemplo: "Construiremos la integración del continente porque es necesaria, porque nos hace mucha falta"; "Vamos hacia el desarrollo económico porque tenemos la obligación de velar por el bienestar del pueblo"; "La patria sólo será grande cuando atienda con eficacia las urgencias que hoy la abruman..." y así por el estilo. Cada una de estas aseveraciones se relaciona en forma directa con el entorno del cual forma parte, comunica un vínculo de actualidad con situaciones presentes e ineludibles. Pueden ser también perlas de una retórica vacía, en la medida en que no contengan sino fórmulas superficiales o anzuelos para pescar incautos, pero no se puede negar su conexión con la realidad inmediata, ni la alternativa de que produzcan efectos concretos en algún momento. Pueden ser solamente referencias ocasionales, pero también el resultado de un análisis sobre las urgencias que deben atender los hombres públicos y los gobernantes en general. Sea como fuere, tienen de todo menos de anacronismo y pueden reclamar la existencia de un pensamiento del cual provienen con el objeto de remendar entuertos.
¿Cuál de los dos ejemplos refleja sensatez? Sólo el expresado a través de las frases ofrecidas en el segundo párrafo. Las del primero son vacías e inconducentes, en la medida en que niegan la evolución de los asuntos de la sociedad y de la forma de acabar con ellos, en la medida en que abdican el pensamiento sobre el presente para conformarse con lo que pudieron pensar y con lo que hicieron en función de sus ideas los actores de la Independencia. Es evidente cómo el pensamiento pensado entre 1750 y 1830, por ejemplo, solamente pudo a duras penas aproximarse al rompecabezas de la época, mientras dejaba terribles secuelas a la posteridad e infinitos enigmas sin desembocadura a la vista. Es evidente cómo la acción llevada a cabo por los hombres de entonces estaba y sólo podía estar en consonancia con los retos de su tiempo, sin imaginar siquiera la magnitud de los desafíos que todavía no se gestaban en el seno de unas comunidades que, por el hecho de venir de una confrontación desoladora, tenían la necesidad de sacarse las tripas y de quebrarse la cabeza en escenarios que apenas se parecían a los que los precedieron.
A menos que se considere a la Independencia como lo que no fue ni puede ser jamás: manadero de un magisterio infinito y cofre de lecciones imprescindibles para la posteridad hasta el fin de los siglos. Pero, si ninguna guerra puede presumir de tales virtudes, ni ufanarse de una herencia capaz de ganarle nuevas contiendas al almanaque y a los individuos que sucesivamente lo habitan, no parece razonable pensar que en nuestras contiendas contra España se prendió una luz llamada a iluminarnos sin solución de continuidad y se redactó un mandato que el futuro debe cumplir so pena de desaparecer de la historia.
La forma expedita de desaparecer de la historia consiste en utilizar el pasado como espeso telón que impide la contemplación del presente, como obstáculo que se interpone entre las peculiaridades del día y los lugares comunes que se atribuyen a la épica de los padres fundadores, como excusa para cambiar la obligación de no dejar de caminar por la observación de un museo hecho de manera tendenciosa. Seguramente pensarán los críticos más simples que se intenta ahora una negación de las hazañas de la Independencia, asunto que se atenderá, si fuese el caso, en posterior artículo. Sólo se quiere ahora llamar la atención en torno a cómo difícilmente pueda la "época de oro" convertirse en alquimista del porvenir, a cómo pierden miserablemente el tiempo quienes busquen en una contienda del siglo XIX el lenitivo para el siglo XXI, a cómo sólo la carencia de ideas y el divorcio de las conminaciones del momento puede aconsejar un periplo tan infructuoso, aunque capaz de colmar el estómago de un patriotismo mal entendido.
eliaspinoitu@hotmail.com
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