Reflexiones: Estoy muy preocupado por las sanciones anunciadas por Estados Unidos en contra de Pdvsa, porque ellas constituyen por sí solas una intromisión (inaceptable por demás) en los asuntos que nos competen únicamente a los venezolanos. La posición altanera asumida por la Casa Blanca no puede encontrar una respuesta similar en nosotros. Por supuesto que no se trata de poner la otra mejilla, pero debemos tener claro que no podemos actuar por reflejos. Ya no estamos en una asamblea liceísta de los años 70 como cuando convocábamos al estudiantado a manifestar en contra de la agresión gringa a Camboya. La prepotencia es de ellos, no nuestra. Pienso que debemos tener los pies firmes antes que rodilla en tierra. Somos David frente a Goliat. Inteligencia y más inteligencia frente a la atrocidad. Los bravucones son ellos no los venezolanos. La vida moderna indica que no basta el arrojo que tenemos de herencia (casi oxidado por desuso, por qué no decirlo, así se ofendan quienes presumen de más arrechos). En la historia sobran los ejemplos. En nuestra América irredenta los argentinos, alentados por quienes recurrieron al patriotismo guerrero pensando que una victoria los exoneraba de cualquier dislate ante la historia, derrocharon valor y, sin embargo, fueron vapuleados por el poderío inglés. Plantear ahora un combate frontal con quien nos agrede no deja de ser una práctica suicida. Particularmente no creo en las proclamas incendiarias, porque simple y llanamente la guerra es una cuestión seria. No hay posibilidad alguna de transpolar el episodio de las Queseras del Medio. Ante la coyuntura actual no podemos darnos el lujo de alucinar. La estrategia enemiga consiste en reeditar conductas como las de Manuel Noriega y su peinilla como símbolo de resistencia frente a apertrechados marines que sólo son inofensivos en la Guerra de las Galaxias. El dictador panameño nunca hubiera podido calzar los zapatos de Ho Chi Ming, porque frente a la barbarie propuso barbarie. Iluso. Lo primero que hizo fue salir corriendo a esconderse en la Nunciatura, de la cual salió atormentado por la música de rock. Hagamos como los precursores modernos de la guerra, si los gringos quieren pelea entonces tendrán que derrochar inteligencia porque primero tendrán que sortear la capa en nuestro ruedo. Ello significa que debemos evadirlos. Se trata ahora de ser buenos toreros. De nada vale que los burócratas criollos entonen dianas anunciando un combate que nadie quiere. La propaganda que intenta levantar el ánimo patriota no va más allá porque sólo insufla valor mientras no se levante el telón. El enemigo que pelee en el terreno que nosotros le planteemos y no en el que ellos quieran. La razón nos asiste. Desechemos el síndrome de Galthieri. De nada valen los versos de la guerra que sólo quedaron para comiquitas. En el combate que nos quieren diseñar de broma si tendremos tiempo de comernos una cotufa, sí señores, porque esta vaina dista mucho de ser un cine. Olvídense de los gringos subiendo en camiones militares por la autopista Caracas-La Guaira. El enemigo intenta convencer a la opinión internacional de que en una madrugada cualquiera se transportaron misiles iraníes por las destrozadas carreteras del llano venezolano. Se trata de un embuste combatido con otro embuste. En el primer caso porque en este tiempo no es necesario que los marines se desplacen por la autopista para borrar a Miraflores del mapa. En el segundo porque en Venezuela no hay carretera en buen estado capaz de resistir el paso de transbordadores de misiles. De plano debemos rechazar de manera categórica la política estadounidense en contra de nuestro país. Ahora mismo, Washington nos ha colocado en una encrucijada porque su política torpe tan sólo sirve para proteger a aquellos para quienes la palabra imperio sólo tiene sentido de la boca para afuera y que no vacilan en colocar aspectos de nuestro mundo económico en la propia cueva del lobo. Por supuesto que sí tiene un efecto negativo en nuestra economía cualquier medida restrictiva tomada desde los cenáculos del norte. Ahora mismo, los bonos colocados en el norte perdieron 70% de su valor. A quién le importa si finalmente la República habrá de asumir esa pérdida. Ahora, estemos atentos, el Departamento de Estado no da puntada sin dedal, y con las medidas anunciadas sólo buscan convencer a sus ciudadanos de la necesidad de una futura intervención militar en Venezuela.
Fuente: Las Verdades de Miguel
Fuente: Las Verdades de Miguel
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