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viernes, 17 de junio de 2011

Violento ataque de Santos contra los periodistas

Eduardo Mackenzie

Nada es más legítimo que criticar el mal gobierno. Señalar los errores del jefe de Estado es el deber de todo periodista político que se respete. ¿No fue eso lo que hicieron las grandes plumas de El Tiempo? ¿Qué diría de todo esto Hernando Santos? ¿Qué diría el editorialista Enrique Santos Montejo, Calibán? ¿No fue cerrado El Tiempo por criticar la dictadura del general Rojas Pinilla? ¿No fue Calibán quien se la jugó toda con sus valientes editoriales cuando el embajador Grigori Rezanoff complotaba e intentaba ambientar, antes del 9 de abril de 1948, la catástrofe que los soviéticos estaban preparando contra Colombia? ¿No fue Calibán quien enfrentó con denuedo a ese individuo hasta que éste tuvo que salir del país? ¿No fue Calibán quien escribió páginas memorables sobre la injerencia soviética en el 9 de abril? Lo que hacen hoy los periodistas que luchan con sus voces y sus escritos contra los apetitos totalitarios de Hugo Chávez, y contra su ayuda infame a las Farc, y contra los errores del gobierno de Juan Manuel Santos, se inscribe en esa línea altamente honorable. ¿Por qué entonces Juan Manuel Santos los calumnia y los expone brutalmente a todos los ataques?

El presidente Juan Manuel Santos acaba de hacer una de las declaraciones más funestas de su mandato. Al afirmar el 14 de junio pasado, en un acto público, que existen “dos manos negras, una de extrema izquierda y otra de extrema derecha”, él lanzó un ataque en regla contra el periodismo y contra la libertad de expresión en Colombia, cosa absolutamente insólita, inadmisible y sin antecedentes en nuestro país.

Nunca antes un jefe de Estado colombiano había criticado con tanta violencia a los periodistas que se atreven a ejercer el derecho de crítica.

No queda duda de que los destinatarios de ese mensaje difamador sobre una supuesta “mano negra de extrema derecha” somos los periodistas que hemos cumplido con nuestra obligación de decir la verdad sobre lo que está pasando en Colombia y sobre la responsabilidad que le incumbe a Santos en esa crisis.

El Presidente no soporta que critiquen su plan de restitución de tierras, no tolera que digan que su “ley de víctimas” está mal hecha pues deja a las víctimas de la guerrilla por fuera. No acepta que le digan que las Farc están de nuevo a la ofensiva y que su política no ha logrado frenar esa nueva dinámica. ¿Quién ha sustentado eso con claridad y valor civil? Los periodistas independientes. El ataque de Santos no puede ser más explícito.

Juan Manuel Santos pretende que esas dos “manos negras”, son, por una parte, los terroristas de las Farc y por la otra los periodistas insumisos, y que ambos “quieren frenar los avances del Gobierno y buscan desestabilizar el país y crear una sensación de caos”.

Son frases alucinantes. Son palabras gravísimas. Comparar los periodistas con las Farc es insoportable. Eso no se hace jamás en una democracia.

¿Estamos ante una improvisación desafortunada, ante un desliz semántico? No lo creo. Ese pronunciamiento parece calculado, sopesado. Ese análisis inepto fue expresado en una coyuntura particular que da mucho que pensar: el mismo día del cobarde ataque de las Farc en Caquetá, en que fueron asesinadas dos personas y otras fueron heridas. ¿Los periodistas críticos de este extraño régimen, cuyo primer paso fue traicionar el programa que las mayorías habían votado, somos como los bárbaros narco-leninistas que ensangrientan el país desde hace cincuenta años?

En el ficticio grupo de “extrema derecha”, que trata de “crear una sensación de caos”, pueden caer, si se es riguroso, hasta las agencias internacionales de prensa que informan al mundo, desde Bogotá, cómo y por qué se está degradado la seguridad del país, cómo y por qué varios departamentos viven de nuevo bajo el terror de las Farc, y que informan, como hicieron precisamente en estos día la AFP y Reuters, que las Farc tratan de instalarse en las ciudades. ¿El gobierno de Santos piensa expulsarlas por haber dicho eso?

El ataque contra la prensa libre matricula, de hecho y por desgracia, al presidente Juan Manuel Santos en el triste club de los jefes de Estado latinoamericanos que consideran la libertad de prensa como la piedra en el zapato, como un obstáculo a la realización de sus planes. Decir que los periodistas insumisos son una “mano negra de extrema derecha” que debe ser “aislada” y “marginada”, solo tiene un precedente: la feroz obstinación anti prensa libre y las acciones liberticidas de Hugo Chávez y de Rafael Correa.

La escandalosa declaración sobre la “mano negra de extrema derecha” fue hecha pocas horas antes del comienzo de la audiencia preliminar en la Comisión de Acusación de la Cámara de representantes. Algunos esperan que ello desemboque en la muerte civil del ex presidente Álvaro Uribe. Eso sería cometer un gran crimen. ¿Cuál es el mensaje subliminal que debemos recibir? ¿Que los periodistas tendremos que cubrir, informar, analizar y opinar sobre esa audiencia siguiendo al pie de la letra el guión inventado por Piedad Córdoba y los demás autores de esa confabulación?

El cuento sobre la “extrema derecha” fue lanzado poco después de una reunión entre el jefe de Estado y los presidentes de las Altas Cortes, en la cual el jefe del Ejecutivo se inclinó de nuevo ante ese grupo al omitir el crucial punto del computador de “Raúl Reyes”. Así fue como el Presidente Santos dio por “superado” el “impasse” que había generado la CSJ al declarar sin valor probatorio el archivo más importante que el Estado colombiano le haya arrancado a la jefatura de las FARC.

Fue hecho, además, pocas horas después de que un audaz periodista, uno de esos que el presidente Santos golpea con su frase sobre la “mano negra”, hiciera una de las revelaciones más trascendentales sobre el fraude que condujo a la escandalosa condena, en primera instancia, del coronel Plazas Vega. Ricardo Puentes Melo llevó, en efecto, al señor Villamizar ante el Procurador General, Alejandro Ordóñez, para que éste recibiera, como lo hizo, en efecto, el valioso testimonio: la fiscal Buitrago había usurpado su nombre, y la firma que la juez Jara había aceptado como auténtica, para condenar al coronel Plazas, era una total falsificación.

En lugar de elogiar el inmenso éxito profesional de Ricardo Puentes, y de tomar medidas para proteger al periodista y a su fuente, el jefe de Estado colombiano salió a denunciar, en esos instantes, una fantasmagórica “extrema derecha” que quiere “crear una sensación de caos”. El caos, señor Presidente, el verdadero, es el creado por las Farc y por quienes están tratando de destruir la justicia y la moral del Ejército de Colombia con procesos totalmente lunáticos, contra sus comandantes y sus héroes.

Ricardo Puentes y Fernando Londoño Hoyos, quien en La Hora de la Verdad ha denunciado sin cesar y con gran lucidez los abusos de la Fiscalía y de la CSJ contra el coronel Plazas, así como contra otros militares y contra honestos parlamentarios, son el honor de la profesión. Ellos encarnan el valor, la inteligencia y la abnegación de los periodistas de Colombia y son un ejemplo para los periodistas del mundo. El prestigio inmenso de ellos no será jamás destruido, ni menoscabado, por las injustas valoraciones de Juan Manuel Santos.

Es abominable que ese ataque venga de un presidente de la República. El efecto de tales palabras se hará sentir pronto. De eso no hay duda. Y quienes pagarán no serán sólo los periodistas, sino las libertades mismas, y la libertad más sagrada de toda democracia: la libertad de la prensa.

Poner un signo de igualdad entre los críticos del gobierno y las Farc es insoportable. Santos parece olvidar que la prensa y los periodistas, y sobre todo los menos adictos a la cómoda autocensura frente a la acción depredadora de las Farc, deben ser protegidos por el Estado. Lo que hace el presidente Santos es lo contrario. Anunciar que esos periodistas serán “aislados y marginados” por la acción de su gobierno, como prometió, en efecto, Juan Manuel Santos, es adoptar la forma más abyecta y más cobarde de represión contra las voces disidentes de este país.

Es incomprensible que tal ataque venga de Juan Manuel Santos. Él viene de una familia ilustre que tiene, además, una trayectoria muy respetable de lucha por la democracia y por libertad de la prensa, desde hace más de cien años. El Tiempo es, a justo título, el principal diario del país. Lo que ha hecho Juan Manuel Santos es insólito, si no fuera trágico.

Eduardo Mackenzie es abogado y periodista colombo-francés residente en París desde hace más de una década. Es autor del "Best seller" "FARC: Fracaso de un terrorismo" (Colección actualidad, Debate, 2007, Bogotá) y de "El enigma IB" (Sobre el caso de Ingrid Betancourt) (Random House Mondadori, 2008, Bogotá).

Fuente: Comentariodigital.com

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