Nada desde fuera de nosotros, puede impedirnos hagamos lo que nos dé la gana.
Habría que agregar otros tres nombres para que el título esté completo… pero demasiado largo: Popper, Berlín, Camus, Heidegger, Levinas y Wittgenstein. Los dos primeros, como el esfuerzo fallido de captar Lo Humano a partir de la política y el derecho; Camus, como un hermoso y frustrado ensayo por comprendernos desde la estética, la poesía o el teatro; Heidegger, el último gran -y también frustrado- intento de la filosofía por entender el Ser; y, finalmente, Wittgenstein y Levinas como la apelación a Lo Sagrado, a la noción de Dios, ¡¡a la disolución del Ser y del Mundo en la religión, la infinitud, la conciencia activa y lo absoluto!!
En nuestro curso sobre Camus, dos preguntas estallan: ¿por qué usted, al analizar Lo Humano, nunca menciona a Karl Popper? ¿No le asigna a este gran pensador un papel importante en la comprensión de lo jurídico y lo político? Y, de inmediato, a quemarropa, la otra pregunta: “permítame, profe, agregar algo en ese mismo sentido: ¿por qué tampoco menciona usted a Isaac Berlín, un hombre que, junto a Popper, repotenció la ciencia política; un pensador al que le debemos una comprensión más profunda de la Libertad? Y, muy en relación con dicha noción, déjeme agregar un detalle que desde que empecé a leer sus artículos me ha intrigado: ¿cómo es que teniendo usted fama de liberal -y hasta de neoliberal salvaje- nunca mete en sus talleres ni a Popper ni a Berlín, emblemas de dicha corriente ideológica? ¿No cree que el ensayo de Berlín, Dos conceptos de la Libertad, es crucial para el futuro político del Liberalismo?”.
“Permítanme que intente responder desde la ternura”, fue lo único que se me ocurrió decir ante aquella andanada. Porque esa inquisición sobre Popper y Berlín, más que a los conceptos o a las visiones intelectuales que uno pueda tener, son misiles dirigidos a los sentimientos, a mi conformación emocional más profunda, a la asunción del Liberalismo como vivencia, como proceso existencial que me ayudó a sobrevivir la hecatombe espiritual que la ruptura con el marxismo y el comunismo me produjo; la crisis moral que hace 40 años nos generó el haber intuido que el bueno de Marx hizo su mejor esfuerzo para terminar no entendiendo nada. Por todo ello, permítanme responder sobre Popper y Berlín, no desde el intelecto sino desde los sentimientos, desde la ternura y el dolor.
De la misma forma en que Camus es un esfuerzo fallido para comprender Lo Humano a partir de Lo Estético y que Heidegger o Nietzsche son intentos -también fallidos- para comprendernos a partir de la filosofía; de esa misma forma Popper y Berlín están imposibilitados para captar Lo Humano ¡y menos aún la Libertad Individual! a partir de las esferas de Lo Político y Lo Jurídico. Ese ensayo de Berlín, Dos conceptos de la Libertad, duele hondo. Porque es verdad que en esos dos planos, la política y el derecho, y en la visión del Liberalismo Clásico, la noción de Libertad Negativa (que tenemos libertad para hacer todo lo que no esté prohibido por la ley) le ha dado a Occidente un poderoso impulso. Pero la cuestión más profunda, el verdadero problema, es la otra libertad, la Positiva, descubrir aterrorizados que nada desde fuera de nosotros, ni la Ley ni un Dios externo, puede impedirnos que hagamos exactamente lo que nos dé la gana; que nada puede limitarnos a la hora en que se nos ocurra implantar el nazismo, el estalinismo o el maoísmo, asesinos los tres. ¡¡Todos mis modestos esfuerzos para redefinir al Liberalismo pasan por una recomprensión, no de la Libertad Negativa, sino de la Positiva!!
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