Venezuela está saturada de diagnósticos relativos a la naturaleza del régimen castro-chavista. La síntesis es que nada funciona bien y que el país es arrastrado por una corriente de destrucción institucional y moral que, piensa el régimen, facilitará la construcción de la cacareada revolución socialista del siglo XXI. Sin duda el proceso ha avanzado. Hoy, los principios generales del estado democrático están tan erosionados que el sistema agoniza, a pesar de la resistencia activa y pasiva, de la mayoría de la población. El ciudadano común de Venezuela se niega a ser comunista. Defiende su derecho a ser libre, a tener libertad para hablar y opinar, para trabajar, para levantar a la familia sin interferencias ideologizadas, para disponer libremente de sus propiedades. Aspira un grado de seguridad personal que trasciende el sagrado derecho a la vida para ubicarse en la aspiración de no depender de nada más que de su esfuerzo para alcanzar sus objetivos existenciales. Educación, salud, estabilidad económica y monetaria, acceso a oportunidades que permitan la movilidad social hacia arriba. Para nuestra gente el respeto a la ley y el valor orden, considerados como conservadores en muchas partes del mundo, tienen entre nosotros un altísimo contenido revolucionario. Vivimos en un completo desorden, sin ordenamiento jurídico respetado por todos, facilitando la corrupción, la impunidad, la arbitrariedad y los despropósitos que hemos conocido.
Este proceso hay que detenerlo. Hugo Chávez sabe que se acabó el amor, que sus días en el poder están contados después de once años trágicos bajo su conducción. Ha encabezado al grupo de bárbaros más caros de la historia. Tiene muchas deudas pendientes con la justicia nacional e internacional. La cuenta regresiva está en marcha. Pero, no se resigna. No es un demócrata, no cree en la alternabilidad. La apuesta que hace es a mantenerse en el poder como sea, por las buenas, cada día más difícil o por las malas, apelando a la violencia física e institucional, la cual puede resultar hasta peor que la primera.
Ésta es la verdadera razón de la existencia de tantos presos políticos, entre los que me cuento. Se trata de “selectividad victimizante” como lo califica un destacado compañero de prisión. Escoger víctimas que estén en onda con el sentimiento general y silenciarlas. También a los medios, con el objeto de ahogar las informaciones contrarias al régimen, multiplicadas dentro y fuera del país. La represión característica se profundiza por estos días. El “nuevo constitucionalismo” que preanunció la Presidenta del Tribunal Supremo y las reiteradas declaraciones de la Fiscal General, anuncian la muerte del sagrado principio de la separación, equilibrio y autonomía de los poderes públicos. El problema es grave para propios y extraños. La resistencia avanza, la decisión de defender la libertad es irreversible. Chávez perdió credibilidad. Está solo, pero bien armado.
oalvarezpaz@gmail.com Lunes, 5 de abril de 2010
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