Resulta una insólita paradoja que mientras los comunistas cubanos dan tímidos pasos para enderezar su autoinfligido desastre, los paracomunistas venezolanos intentan seguir la ruta que condujo a aquéllos a la suerte de la cual quieren ahora desprenderse. Se podría decir que no tiene nada de raro. Si a los de Cuba les tomó cincuenta años en darse cuenta, a Chávez le faltarían todavía más de treinta años para rectificar.
Los tenues cambios en Cuba dan para muchas interpretaciones; uno de los que más resalta es el significado ideológico que tiene para el régimen de Chávez. No hay que olvidar nunca que la palabra de Fidel Castro fue la que convirtió a un teniente coronel venezolano, emparentado con la tradición militarista de América Latina, en un imprevisto revolucionario. Sin Fidel Castro, Chávez no hubiese podido pavonearse en el mundo como redentor de los pobres con credenciales antiimperialistas. No fue gratis. En esos tiempos de caída de la Unión Soviética, del subsiguiente Período Especial, a Fidel no le quedó más remedio que iniciar el complejo proceso de acercamiento a la región –con promesa de concesiones democráticas- de la mano de Carlos Andrés Pérez, Raúl Salinas de Gortari, Felipe González y César Gaviria. Cuando apareció Chávez con su generoso chorro de petróleo las concesiones democráticas cubanas fueron mandadas largo al Caribe y otra vez se endureció el régimen, todo el tiempo que le permitieron al Comandante la diverticulitis y las bacterias que le carcomían el aparato digestivo. A pesar de que Chávez expropió parcialmente a los venezolanos de los ingresos petroleros para beneficio de Cuba, el desastre económico y social de la isla no pudo ser remendado y nuevos cambios se hicieron necesarios. Raúl Castro, más pragmático, dijo: “Hasta aquí llegó esto, mi sangre” y comenzó la rectificación a ritmo de conga. Dos pasitos la izquierda y a la derecha tres más.
Esta mutua colaboración hizo que tanto Fidel como Chávez se echaran el uno al otro como pesado y no siempre aromático bacalao; para el primero se trató de darle entrada al socio en el Sancta Santorum de la revolución; para el segundo, fue el de llenarle la botija a su contraparte, imposible de repletar dada la podredumbre y rasgadura de su fondo.
Los cambios en Cuba, aunque tenues, introducen tres poderosos cuestionamientos al rumbo proclamado por Chávez como deseables para Venezuela. El primero se refiere al fracaso total, radical, inconmensurable y despanzurrante del colectivismo. La vuelta a la propiedad privada, aunque sea un poquito, apenas para saborear, se va a convertir en una poderosa fuerza económica, social y cultural. Admitir la necesidad de la propiedad privada sobre los medios de producción, aunque sea modesta al comienzo, equivale a la confesión de un pecado mortal. El Estado no sabe más que los individuos sobre lo que les conviene; el Estado no es un buen localizador de los recursos de la sociedad; el mercado como espacio de miles y miles de encuentros y desencuentros por milisegundos no puede ser sustituido por los planificadores centrales. Esta noción, ya conocida por la humanidad desde hace siglos, viene ahora como deslumbrante descubrimiento a iluminar las neuronas calcificadas de un sistema de senilidad irreversible. Chávez queda descolocado con el tema de la propiedad privada y la colectivización forzada que ha impulsado, sobre todo en el campo. Les fracasó a los soviéticos, a los chinos y ahora lo confiesan los cubanos.
El segundo cuestionamiento se refiere a la permanencia en su cargo. Aunque suena un poco lento el liderazgo cubano para advertir después de 50 años manejando el pandero que más de 10 años en un mismo cargo conduce a la petrificación, hacerlo en este momento cuando Chávez se apresta a querer continuar más de los 14 años que tendrá en 2013, suena a afrenta. Raúl Castro descubrió que el relevo no se desarrolla cuando los viejos dirigentes lo taponan. Esto es demasiado para el venezolano, cuya única justificación más o menos coherente es que un líder revolucionario tiene que estar pegado al corte hasta el final. Pues no. Fidel dejó el cargo por la fermentación de sus entrañas y Raúl anuncia que lo hará también por la fermentación que produce detentar el poder sin límites temporales.
El tercero es sobre la justificación histórica del socialismo. Aunque la jerarquía cubana está impedida de abandonar la retórica del caso, no le queda más remedio que desampararla de a poco, como en un melancólico strip-tease habanero, en los recovecos de la ciudad perdida, arruinada y ennochecida. Cómo será de grave el asunto que Chávez ha tenido el atrevimiento de enviarle una carta a los comunistas cubanos, recordándoles el valor del socialismo. ¡Vaya, atrevido el caballero!
Las Milicias
Las Milicias de Tropas Territoriales de Cuba han tratado de ser imitadas en Venezuela, pero tienen algunos problemas. El primero es que estas milicias cubanas han estado efectivamente concebidas para detener una posible invasión que era un hecho factible –y fue varias veces real- en los primeros años de la revolución. El segundo es que esas milicias se hicieron un cuerpo formidable y temible porque crecieron al lado de unas fuerzas armadas muy institucionales como han sido las cubanas. Esas características no concurren en Venezuela, especialmente por la circunstancia de que las milicias venezolanas se han concebido para suplantar a la FAN y no para desarrollarse junto, con y al lado de ella. El elemento fundamental de la milicia son los oficiales y su manantial son las fuerzas armadas; cuando éstas se destruyen, no hay milicia que pueda emerger.
El estudio realizado por el Frente Institucional Militar es mu útil. Se muestra cómo en marzo del 2011 “se produce la cuarta Reforma de la LOFANB, nuevamente de manera inconstitucional y en forma sorpresiva, bajo una Ley Habilitante que autoriza al Ejecutivo sólo para legislar en atención a la emergencia por las lluvias extraordinarias de los dos últimos meses del año 2010 y en un escenario nacional con un brote del virus AH1N1 y una huelga de hambre prolongada de estudiantes universitarios en varias ciudades del país. Desde el Preámbulo de la reforma comienza la inconstitucionalidad: ´Con el supremo compromiso y voluntad de lograr la mayor eficacia política y calidad revolucionaria en la construcción del socialismo, la refundación de la nación venezolana, basado en los principios humanistas…´”
Como dicen los militares retirados, “se pretende imponer un proyecto militarista, totalitario y de corte fascista que no ha podido controlar a la mayoría de los integrantes la FANB…”, y aseguran que sólo ha logrado “…confusión, aumento de la nómina improductiva, planificación desordenada, desconfianza y animadversión de la población civil a la FANB”.
Cuba intenta regresar de donde el caudillo criollo quiere, ciego y sordo, ir. ¿Podrá?
www.tiempodepalabra.com
Twitter @carlosblancog
Fuente: La Patilla
Los tenues cambios en Cuba dan para muchas interpretaciones; uno de los que más resalta es el significado ideológico que tiene para el régimen de Chávez. No hay que olvidar nunca que la palabra de Fidel Castro fue la que convirtió a un teniente coronel venezolano, emparentado con la tradición militarista de América Latina, en un imprevisto revolucionario. Sin Fidel Castro, Chávez no hubiese podido pavonearse en el mundo como redentor de los pobres con credenciales antiimperialistas. No fue gratis. En esos tiempos de caída de la Unión Soviética, del subsiguiente Período Especial, a Fidel no le quedó más remedio que iniciar el complejo proceso de acercamiento a la región –con promesa de concesiones democráticas- de la mano de Carlos Andrés Pérez, Raúl Salinas de Gortari, Felipe González y César Gaviria. Cuando apareció Chávez con su generoso chorro de petróleo las concesiones democráticas cubanas fueron mandadas largo al Caribe y otra vez se endureció el régimen, todo el tiempo que le permitieron al Comandante la diverticulitis y las bacterias que le carcomían el aparato digestivo. A pesar de que Chávez expropió parcialmente a los venezolanos de los ingresos petroleros para beneficio de Cuba, el desastre económico y social de la isla no pudo ser remendado y nuevos cambios se hicieron necesarios. Raúl Castro, más pragmático, dijo: “Hasta aquí llegó esto, mi sangre” y comenzó la rectificación a ritmo de conga. Dos pasitos la izquierda y a la derecha tres más.
Esta mutua colaboración hizo que tanto Fidel como Chávez se echaran el uno al otro como pesado y no siempre aromático bacalao; para el primero se trató de darle entrada al socio en el Sancta Santorum de la revolución; para el segundo, fue el de llenarle la botija a su contraparte, imposible de repletar dada la podredumbre y rasgadura de su fondo.
Los cambios en Cuba, aunque tenues, introducen tres poderosos cuestionamientos al rumbo proclamado por Chávez como deseables para Venezuela. El primero se refiere al fracaso total, radical, inconmensurable y despanzurrante del colectivismo. La vuelta a la propiedad privada, aunque sea un poquito, apenas para saborear, se va a convertir en una poderosa fuerza económica, social y cultural. Admitir la necesidad de la propiedad privada sobre los medios de producción, aunque sea modesta al comienzo, equivale a la confesión de un pecado mortal. El Estado no sabe más que los individuos sobre lo que les conviene; el Estado no es un buen localizador de los recursos de la sociedad; el mercado como espacio de miles y miles de encuentros y desencuentros por milisegundos no puede ser sustituido por los planificadores centrales. Esta noción, ya conocida por la humanidad desde hace siglos, viene ahora como deslumbrante descubrimiento a iluminar las neuronas calcificadas de un sistema de senilidad irreversible. Chávez queda descolocado con el tema de la propiedad privada y la colectivización forzada que ha impulsado, sobre todo en el campo. Les fracasó a los soviéticos, a los chinos y ahora lo confiesan los cubanos.
El segundo cuestionamiento se refiere a la permanencia en su cargo. Aunque suena un poco lento el liderazgo cubano para advertir después de 50 años manejando el pandero que más de 10 años en un mismo cargo conduce a la petrificación, hacerlo en este momento cuando Chávez se apresta a querer continuar más de los 14 años que tendrá en 2013, suena a afrenta. Raúl Castro descubrió que el relevo no se desarrolla cuando los viejos dirigentes lo taponan. Esto es demasiado para el venezolano, cuya única justificación más o menos coherente es que un líder revolucionario tiene que estar pegado al corte hasta el final. Pues no. Fidel dejó el cargo por la fermentación de sus entrañas y Raúl anuncia que lo hará también por la fermentación que produce detentar el poder sin límites temporales.
El tercero es sobre la justificación histórica del socialismo. Aunque la jerarquía cubana está impedida de abandonar la retórica del caso, no le queda más remedio que desampararla de a poco, como en un melancólico strip-tease habanero, en los recovecos de la ciudad perdida, arruinada y ennochecida. Cómo será de grave el asunto que Chávez ha tenido el atrevimiento de enviarle una carta a los comunistas cubanos, recordándoles el valor del socialismo. ¡Vaya, atrevido el caballero!
Las Milicias
Las Milicias de Tropas Territoriales de Cuba han tratado de ser imitadas en Venezuela, pero tienen algunos problemas. El primero es que estas milicias cubanas han estado efectivamente concebidas para detener una posible invasión que era un hecho factible –y fue varias veces real- en los primeros años de la revolución. El segundo es que esas milicias se hicieron un cuerpo formidable y temible porque crecieron al lado de unas fuerzas armadas muy institucionales como han sido las cubanas. Esas características no concurren en Venezuela, especialmente por la circunstancia de que las milicias venezolanas se han concebido para suplantar a la FAN y no para desarrollarse junto, con y al lado de ella. El elemento fundamental de la milicia son los oficiales y su manantial son las fuerzas armadas; cuando éstas se destruyen, no hay milicia que pueda emerger.
El estudio realizado por el Frente Institucional Militar es mu útil. Se muestra cómo en marzo del 2011 “se produce la cuarta Reforma de la LOFANB, nuevamente de manera inconstitucional y en forma sorpresiva, bajo una Ley Habilitante que autoriza al Ejecutivo sólo para legislar en atención a la emergencia por las lluvias extraordinarias de los dos últimos meses del año 2010 y en un escenario nacional con un brote del virus AH1N1 y una huelga de hambre prolongada de estudiantes universitarios en varias ciudades del país. Desde el Preámbulo de la reforma comienza la inconstitucionalidad: ´Con el supremo compromiso y voluntad de lograr la mayor eficacia política y calidad revolucionaria en la construcción del socialismo, la refundación de la nación venezolana, basado en los principios humanistas…´”
Como dicen los militares retirados, “se pretende imponer un proyecto militarista, totalitario y de corte fascista que no ha podido controlar a la mayoría de los integrantes la FANB…”, y aseguran que sólo ha logrado “…confusión, aumento de la nómina improductiva, planificación desordenada, desconfianza y animadversión de la población civil a la FANB”.
Cuba intenta regresar de donde el caudillo criollo quiere, ciego y sordo, ir. ¿Podrá?
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Twitter @carlosblancog
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