Un vocero de la conducción gremial desplazada en el sindicato petrolero de Santa Cruz acaba de advertir que si la resolución del conflicto es a los “palos”, ellos también responderán con “palos”.
No parece una metáfora . La larga etapa kirchnerista de la provincia exhibe muchos episodios violentos, con participación de fuerzas policiales y, otras veces o en simultáneo, con abierta intervención de grupos de choque paraoficiales. Esa historia también muestra algunas crisis que arrastraron a gobernadores. Daniel Peralta, actual mandatario, juega fuerte para evitar costos irreversibles y cuida la sintonía con Olivos. Esa línea, allí, es atendida tanto o más que la propia dinámica de la disputa.
El conflicto tiene paralizada la producción desde hace más de tres semanas. Y la intervención al sindicato de los petroleros llegó como una combinación de movimientos impulsados por el gobernador y por el Ministerio de Trabajo de la Nación. Es difícil suponer que eso no haya tenido el visto bueno de la Presidenta. Pero la situación sigue irresuelta.
Héctor Segovia, jefe del gremio corrido por la intervención, estuvo siempre vinculado al oficialismo, pero la situación que enfrenta es ante todo fruto de la propia interna gremial y de una debilitada posición en el universo K. Frente a un problema altamente sensible para el gobierno local y para la Casa Rosada, parece no alcanzar su relación con Julio De Vido, alejado parcialmente del centro de poder, aunque debió ser convocado de urgencia para recomponer los precarios equilibrios con Hugo Moyano.
Peralta sigue el caso con enorme preocupación. Imagina octubre, pero está atado al presente y al pasado: su llegada a la gestión está asociada a una serie de conflictos que pusieron en crisis la provincia. En 2006, Sergio Acevedo dejó la gobernación luego del trágico conflicto de Las Heras, aunque en rigor, venía disgustado con algunas políticas y emprendimientos avalados por Néstor Kirchner. Lo sucedió Carlos Sancho que, abandonado de respaldos en el círculo kirchnerista, debió partir en medio de las conmociones por otra pelea sindical. Peralta fue entonces el elegido de Olivos, primero como interino y luego como candidato.
Todo remite a la concepción de poder kirchnerista. Esa mecánica resuelve a su manera los conflictos, pero también suele provocarlos : sobresaltos, disputas y crisis son originados o potenciados por el mismo esquema político. Santa Cruz, atada a Olivos desde el ascenso nacional de los Kirchner, expresa en escala local la versión original y más cruda del modelo político K .
La provincia integra el puñado de distritos con sistema de reelección indefinida , producto de una reforma de la Constitución impulsada por Kirchner. No es el único mecanismo político de perfil hegemónico : también rige una reforma electoral que sobredimensiona la representación legislativa de la mayoría y deja a las minorías un espacio menos que testimonial .
La oposición suele criticar la injerencia en la justicia local . El caso más notorio es el de Eduardo Sosa, ex procurador que aún espera el cumplimiento de un fallo de la Corte para ser repuesto en el cargo desarmado por Kirchner para dejarlo fuera de juego, en 1995. También cuestionan el manejo de los medios de comunicación , alineados o forzados por el manejo de pautas oficiales y otros mecanismos.
Hace unos días, la provincia fue sacudida por el ataque de una patota de la construcción a docentes que intentaban llegar con su protesta al gobernador. No es la primera actuación de grupos de choque : los archivos registran hechos similares, incluso en épocas de los cacerolazos de 2001.
Un ex legislador opositor suele ironizar sobre ese cuadro. Dice que sólo por prejuicio de derecha muchos suelen mirar a Venezuela: Santa Cruz está más cerca. Lo del progresismo es a su juicio para discutir .
Fuente: El Clarin
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