Yo me he preguntado en muchas columnas cómo es posible que los venezolanos hayamos aguantado tanto – una pregunta que para la mayoría debe ser repetida, cotidiana. No hay nada que no se nos haya hecho, no hay un principio que no haya sido burlado, una ley que no haya sido violada, un valor familiar, político o humano que no haya sido pisoteado.
Viendo en estos últimos días el “exhorto” hecho por Chávez a la “justicia” que es él, y además agregar que lo hace por su “condición humanista”, como si el personaje que “exhorta” no fuera el mismo que los metió presos, que no les permitió adelantarse en su salud y su lucha contra el mismo cáncer que teatralmente utilizan él y los suyos llevándolo y trayéndolo en su avión particular con cama y todos los lujos, mientras estos presos no pueden siquiera compartir el miedo y el malestar con sus familias que han pasado por su capricho de poder, siete años sin sentarse a la mesa de comer con sus hijos o bendecirlos antes de acostarse o atenderlos en una enfermedad.
El “humanitario” es consentido por Fidel, la ignorancia arrodillada ante las manipulaciones, sometida por limosnas disfrazadas de derechos asi como el personalismo, la barbarie, la mentira, el militarismo, adornan al régimen en una llamada “democracia moderna”.
Pero hay señales que invitan a reflexionar: antes que todos los argumentos y factores, una verdad contundente: la lástima no es un sentimiento constructivo. Chávez y los suyos juegan a eso. En la lástima uno se entrega a lo que no puede cambiar, abandona la esperanza, desestima la lucha.
Está por verse si Venezuela y el destino de sus generaciones quiere salir adelante, borrar del libro de su historia de dignidad y libertad estas páginas que la ensombrece, que la empequeñece.
A estas alturas, el acondicionamiento de la verdad sobre qué pasara realmente con Chávez, pesa sobre el espíritu nacional. Pero este hombre que se retroalimenta de su propia imagen, que impulsado por su narcisismo se ve a sí mismo en la pantalla aplaudido, llorado por la histeria colectiva, que se ve una y otra vez “glorificado” por el destino, inmerso en frases cursis, remontado a la época del Libertador buscando su estilo, su lenguaje fuera de tiempo, romántico y sublime, “perdonando” como si no fuera el victimario, halagado por quienes compra en conciencia y vicios tendrá que enfrentar al otro que no es valiente, que actúa heroicamente en su irrealidad, en su enfermiza obsesión, que lleva sobre sus hombros perversidades y atropellos, que ha provocado odios y distancias, dolores y sangre.
Para asumirlo se necesita valor. Chavez se aleja de la verdad que gravita sobre él con esa imagen que es él en la pantalla. ¿Será capaz de entenderlo? ¿De acercarse al que realmente es para por lo menos detener la arrogancia? ¿Que si acaso es verdad que la vida te señala a veces, la actuación es tuya y por ella al final serás juzgado? ¿Recordado? ¿Que porque él se crea grande no quiere decir que lo es?
Venezuela no es Cuba. Faltan Evo y Ortega en esa cumparsa que bailan Correa, Maradona y Humala en La Habana. Ahh, y Sean Penn!
Fuente: Noticiero Digital
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