Mayo 10, 2010
Las recientes declaraciones del presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, según las cuales el estalinismo fue el peor desastre geoestratégico del siglo XX y la Unión Soviética un régimen totalitario causante de una espantosa tragedia constituyen un cambio profundo y de grandes consecuencias en la relación de Rusia y la ex Unión Soviética con su pasado. A más de cincuenta años del famoso XX Congreso del PCUS, que desvelara los crímenes de Stalin, suponen un cambio cualitativo y el inicio de un radical arreglo de cuentas no sólo con el estalinismo sino con el propio régimen comunista, semejante al cumplido ejemplarmente por la República Federal de Alemania, luego de su constitución, en su rechazo de Estado al nazismo y en su disposición a reparar los graves daños causados por el totalitarismo hitleriano.
Así como el nazismo y el fascismo sufrieran un golpe mortal con la autocrítica oficial de alemanes e italianos, el socialismo marxista podría estar encontrando el más cabal rechazo por parte de sus desgraciados herederos. Así le pese a quienes en el mundo insisten en morir aferrados a las ruedas de carreta del marxismo leinismo, como sucede con esta patética regresión a la barbarie liderada por el teniente coronel Hugo Chávez.
Ambos hechos constituyen una toma de conciencia de los desastres causados por las utopías socialistas de ambos signos, responsables directos por los más de cien millones de muertos del totalitarismo en el siglo XX, y una revalorización de la democracia liberal, causante de las derrotas de ambos totalitarismos y responsable del progreso y la modernidad vividos por el mundo desde la Segunda Guerra. Así como una admonición contra la tentación totalitaria, desplazada del centro de Europa y su periferia, hacia las regiones más conflictivas del planeta, particularmente Asia, África y América Latina y elevada con el integrismo musulmán al rango de religión de estado en el Medio Oriente. Imposible soslayar en este contexto la novedosa alianza entre los incipientes totalitarismos latinoamericanos – liderados por la dupla Castro Chávez – y los regímenes totalitarios del Medio Oriente. Imposible también soslayar el papel bisagra que cumple el gobierno de Lula da Silva en ese esfuerzo por fortalecer una mancomunidad de intereses estratégicos entre nuestra región y el terrorismo islámico. Imposible también anticipar el descrédito en que cae el izquierdismo radical de todo signo, afincado en las últimas dictaduras estalinianas – Corea del Norte, Cuba y sus formas neo dictatoriales de Venezuela y sus aliados del ALBA. Imposible, asimismo, que la socialdemocracia, siempre ambivalente en su relación con las dictaduras de izquierda, no sufra un desgaste que se exprese en la pérdida de influencia en los países en que ejerciera el gobierno.
Este último hecho se ha expresado dramáticamente en los procesos electorales recientes. La socialdemocracia acaba de ser derrotada en Inglaterra. Ya lo fue en Alemania y en Francia. Lo será, sin ninguna duda, en España y Portugal. Incluso en los países del Norte de Europa. No exageramos si afirmamos que Europa gira hacia la derecha. Tampoco es casual, como ha sido suficientemente analizado, que los países más afectados por la crisis fiscal que azota a Europa sean aquellos gobernados por la socialdemocracia y que las políticas causantes de esta grave crisis tengan que ver con el sostenido esfuerzo por acrecentar el estado de bienestar más allá de las posibilidades reales de las respectivas economías. Lo que es fácilmente demostrable en el caso de los países mediterráneos, hoy ante el grave peligro de una bancarrota.
Estos vientos de cambio se expresan en América Latina con las victorias de los sectores de derecha y centro derecha, el último de los cuales tuvo lugar en Chile. Se expresarán aún más en el futuro inmediato. Y tendrán particular incidencia en Argentina y Brasil. Al desastre de opinión pública que viven los gobiernos populistas de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua se unen los graves problemas internos causados por su descomunal ineficacia. Son insostenibles en el tiempo. A pesar de lo cual y gracias fundamentalmente el apoyo de Lula pueden controlar un organismo como UNASUR y contar, por lo menos hasta ahora, con la ausencia de políticas de control por parte de la OEA.
Colombia, una región de particular importancia para Venezuela, se debate en la indefinición ante la posibilidad real de que Antanas Mockus acceda a la presidencia. Nadie, y posiblemente ni siquiera el propio Mockus, tiene la menor claridad sobre sus propósitos. Es un político ambiguo, extravagante, indescifrable y personalista. Encumbrado al primer lugar de las encuestas por un típico fenómeno aluvional. No parece reflejar otro anhelo que el de la clase media colombiana por sacudirse de los males achacados a la clase política tradicional mediante el degüello de esa misma clase política. En ese sentido reproduce el sentimiento que llevara a Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela. Padece, además, del mal de Parkinson y según serias consideraciones no resistiría la presión extrema de presidir un gobierno en las condiciones en que se encuentra Colombia, asediada por las narcoguerrillas.
En este contexto es deducible la imposibilidad de que los regímenes populistas y autocráticos de la región puedan mantenerse en el tiempo. El flujo de la opinión pública hacia la derecha del cuadrante político terminará por aventar del Poder al chavismo y presionar por la redemocratización de los países sometidos a su esfera de influencias. También Cuba se verá asediada por la necesidad de cambiar drásticamente o vegetar en condiciones cada día más precarias. De allí nuestro pronóstico de que al finalizar la década, América Latina se habrá zafado del abrazo del oso del totalitarismo castrista. Y Cuba podría haber encontrado el camino hacia la democracia
http://www.noticierodigital.com/2010/05/el-mundo-gira-a-la-derecha/
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