Junio 9, 2010
El caso del buque Mármara, abordado por las fuerzas militares de Israel la semana pasada, ha generado una oleada mundial de rechazo a la acción llevada a cabo por comandos de ese país con un saldo lamentable de pérdida de vidas humanas. Prácticamente desde todos los rincones del mundo se han emitido expresiones de condena a Israel, en su mayoría de parte de los sectores favorables a la causa palestina, muchos de ellos radicales antioccidentales simpatizantes del movimiento radical islámico Hamas. Dentro de este contexto encuadran las maldiciones que el teniente coronel presidente le tributó a Israel.
El buque Mármara, de bandera turca, formaba parte de la flotilla de siete buques fletados por un grupo de organizaciones pro-Hamas, entre las que figura la ONG turca Fundación para los Derechos Humanos, Libertades y Ayuda Humanitaria (IHH), un movimiento extremista islámico próximo a Al Qaeda con antecedentes de apoyo al terrorismo entre cuyas actividades se cuenta el reclutamiento de soldados veteranos para “la inminente guerra santa (jihad).
Con todo lo deplorable y doloroso que haya sido el desenlace de este incidente, es necesario analizar objetivamente las circunstancias en que se produjo.
Un acuerdo firmado por Israel con la Autoridad Nacional Palestina en el 2007, con apoyo de la comunidad internacional, estableció que la franja costera de Gaza está sometida al control naval de Israel y la entrada de buques extranjeros en esa zona marítima quedó restringida.
Israel exhortó a los buques de la flotilla que se mantuvieran fuera de la zona de exclusión y les advirtió que acceder a ella pondría en peligro la seguridad de los pasajeros y de las tripulaciones. Seis de los siete barcos de la flotilla cambiaron de rumbo accediendo al requerimiento israelí. El buque Mármara continuó navegando en dirección a Gaza y ya sabemos lo que ocurrió después. La prensa internacional ha recogido la confesión de la portavoz de IHH, Greta Berlín, quien dijo que el objetivo de la flotilla era romper el bloqueo.
La principal crítica que se le hace a Israel es que violó el derecho internacional del mar al abordar un buque en altamar. Cabe preguntar, ¿qué habría sucedido si en lugar de interceptar al Mármara en aguas internacionales Israel lo hubiera dejado penetrar en la zona de exclusión, donde, en virtud del acuerdo que estableció el bloqueo marítimo, habría tenido derecho a tomar medidas más drásticas, incluido el hundimiento del buque? ¿No habría tenido esto consecuencias mucho más graves, incluso la pérdida de un número mayor de vidas humanas?
El caso del Mármara no es el primer caso de interceptación de buques en altamar. Me viene a la memoria -guardando las distancias de tiempo y de dimensiones- el caso de los buques soviéticos que transportaban misiles nucleares a Cuba. En aquella oportunidad el gobierno norteamericano advirtió que si esos buques trataban de penetrar más allá de un determinado límite, en plenas aguas internacionales, serían abordados y obligados a devolverse bajo la amenaza de ser hundidos si no acogían las órdenes de desviarse. Afortunadamente, para bien de la humanidad, en aquel caso, prevaleció la sensatez y no se intentó romper el bloqueo.
En este caso, como en cualquier situación similar, lo prudente y conveniente es investigar cuidadosamente las circunstancias dentro de las cuales se produjo el incidente. Esta es la vía que han de seguir las Naciones Unidas y ya el Secretario General de esa Organización ha propuesto que un comité internacional integrado por Israel, Turquía y Estados Unidos, presidido por el ex Primer Ministro de Nueva Zelanda, Geoffrey Palmer, experto en Derecho del Mar, investigue lo ocurrido con el Mármara y presente un informe con sus conclusiones.
Mientras Israel pareciera estar dispuesto a acoger la propuesta de Ban Ki-Moon, los extremistas pro-Hamas preparan una “Flotilla de la Libertad II” para intentar nuevamente romper el bloqueo y provocar otra confrontación con Israel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario