Martes, 8 de junio de 2010
Las balas se convierten en lágrimas y el bramido de las motos en gritos desgarrados. La droga y el alcohol alimentan el dolor y la rabia. Y todos juntos: las balas, el rugido de las motos, el alcohol y la droga se convierten el en trampolín que impulsa la declaración de guerra, esa que se desatará para vengar la muerte del que hoy lloran.
Pero también hay música y baile. Las bocinas de los carros entonan las canciones que en vida le gustaban al que ya no está. También suenan melodías que amigos, familiares, esposas, novias o queridas, deciden dedicarle para darle el último adiós: salsa, reggeaton, vallenato y hasta rancheras. Mientras alguien canta, los seis amigos que levantan el féretro y se lo apoyan en los hombros para sacarlo de la sala del velatorio, se disponen a bailar al muerto. Sincronizados en el balanceo, dan cuatro pasos hacia adelante y dos hacia atrás. A veces el balanceo se hace en el mismo sitio. Así empieza la entrega.
Hay tiros. Los hay en la funeraria, en el sitio preferido del muerto, en la vía hacia el cementerio y en el cementerio. Los niños que acompañan a sus padres en aquella despedida espeluznante, ni se inmutan. Mientras las balas suenan, ellos bailan, inocentes, al ritmo de la canción dedicada. No entienden que hay una guerra, sólo la viven y juegan en ella. Así son algunos velorios en los barrios de Caracas… Cantan, tararean, juran venganza, lloran, bailan. Fuman, aspiran, beben del pico de distintas botellas: anís, ron, cerveza... Y hasta las mujeres disparan al aire. Ellas también saben cómo es que en los barrios se declara una guerra.
Pero también hay música y baile. Las bocinas de los carros entonan las canciones que en vida le gustaban al que ya no está. También suenan melodías que amigos, familiares, esposas, novias o queridas, deciden dedicarle para darle el último adiós: salsa, reggeaton, vallenato y hasta rancheras. Mientras alguien canta, los seis amigos que levantan el féretro y se lo apoyan en los hombros para sacarlo de la sala del velatorio, se disponen a bailar al muerto. Sincronizados en el balanceo, dan cuatro pasos hacia adelante y dos hacia atrás. A veces el balanceo se hace en el mismo sitio. Así empieza la entrega.
Hay tiros. Los hay en la funeraria, en el sitio preferido del muerto, en la vía hacia el cementerio y en el cementerio. Los niños que acompañan a sus padres en aquella despedida espeluznante, ni se inmutan. Mientras las balas suenan, ellos bailan, inocentes, al ritmo de la canción dedicada. No entienden que hay una guerra, sólo la viven y juegan en ella. Así son algunos velorios en los barrios de Caracas… Cantan, tararean, juran venganza, lloran, bailan. Fuman, aspiran, beben del pico de distintas botellas: anís, ron, cerveza... Y hasta las mujeres disparan al aire. Ellas también saben cómo es que en los barrios se declara una guerra.
Para leer más historias de este tema visite el blog: vocesdelamuerte.blogspot.com
http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/7677398.asp
No hay comentarios:
Publicar un comentario