Los detractores de la globalización no se dan cuenta de que ésta es indetenible. Y en el plano de las comunicaciones, aún más. Poseer un teléfono celular, acceso a Internet y estar suscrito al Twitter es tener el mundo en las manos. La inmediatez de las noticias acabó con las distancias.
El 4 de abril de 2010 en la edición de Nueva York del New York Times, salió un extenso artículo sobre la juez María Lourdes Afiuni. Quienes aquí todavía creen que los lobbies internacionales tapan toda clase de marramucias, deberían leerlo: es de una claridad meridiana sobre la situación de la justicia en Venezuela. Está dedicado a la juez María Lourdes Afiuni -arrestada luego de que el Presidente Chávez, absolutamente fuera de sí con la decisión que ella tomó de dejar en libertad al banquero Eligio Cedeño, dijera públicamente que Simón Bolívar “la hubiese fusilado”, además de otros epítetos. El artículo también menciona los casos del General Baduel, Franklin Brito y Oswaldo Álvarez Paz, además de los arrestos de Guillermo Zuloaga y Wilmer Azuaje, que terminaron en una prohibición de salida del país para el primero y el allanamiento de la inmunidad parlamentaria para el segundo.
“He recibido amenazas por parte de las reclusas: me dijeron que me van a quemar viva, porque ellas me ven como un símbolo del sistema que las puso en prisión “, dijo la juez Afiuni, de 46 años, en su celda de la prisión. “Estoy en este infierno porque cometí la temeridad de hacer mi trabajo como juez de una manera que no fue del agrado de Chávez”, cita el artículo del New York Times. Afiuni está recluida con mujeres que ella sentenció a prisión por drogas y asesinatos.
Es realmente vergonzoso leer en la prensa internacional sobre los abusos de poder en Venezuela:
“La Juez Afiuni sostuvo que se ciñó a los lineamientos de las Naciones Unidas cuando liberó al Sr. Cedeño, quien posteriormente huyó a los Estados Unidos. Pero el señor Chávez lo atribuyó de inmediato a que había sido sobornada, y exigió que se la encarcelara durante 30 años, aunque se necesitaran nuevas leyes para mantenerla en la cárcel durante tanto tiempo.
“Las acusaciones de corrupción son falsas, los fiscales lo saben con tan sólo mirar todos los registros de mi banco”, dijo la juez Afiuni. “Pero el daño ya está hecho.”
Los acusadores del caso de la juez Afiuni no respondieron las reiteradas solicitudes de que hicieran algún comentario. Las críticas a su prisión por parte de sus compañeros jueces en Venezuela también ha sido relativamente moderada, una reacción que no sorprende del todo, porque el señor Chávez y sus partidarios en la Asamblea Nacional despojaron a la Corte Suprema de su autonomía en 2004.
El caso de la juez Afiuni le ha dado la vuelta al mundo ya varias veces, y ha recibido la condena de instituciones de derechos humanos y cuerpos colegiados. El más reciente del que he tenido noticia es de la Federación de Magistrados Argentinos, que fue distribuido en las Embajadas y organismos competentes en esa nación.
Muchas veces, sobre todo en los últimos meses, me he preguntado en qué se nos ha convertido el país. Siento que no pertenezco a un país en donde hay tanto odio, tanta inseguridad, tanta mediocridad, tanta hipocresía, tanta corrupción. En un país donde cada noche que uno pone su cabeza en la almohada siente que sobrevivió un día más. ¿Qué calidad de vida es esa? Y la idea de emigrar me da vueltas cada vez con más frecuencia. Si mis bisabuelos que vinieron de Italia y Francia pudieron, y mucho antes los que vinieron de España, ¿por qué yo no?
Estos pensamientos me impulsan cada vez más a buscar razones que me digan, “sí, debo quedarme”. El Sistema de Orquestas es una de esas razones. Por eso cuando leí en el artículo del New York Times que la juez Afiuni, un día en que se sentía particularmente desesperada, recobró las esperanzas cuando escuchó a la Orquesta Penitenciaria tocando música de Vivaldi, yo también recobré las mías. La maravillosa obra de José Antonio Abreu, una vez más, me ha dado las esperanzas que necesito para seguir. Si Vivaldi está en las cárceles, nuestro país tiene remedio.
http://eldomodelaoca.blogspot.com
El 4 de abril de 2010 en la edición de Nueva York del New York Times, salió un extenso artículo sobre la juez María Lourdes Afiuni. Quienes aquí todavía creen que los lobbies internacionales tapan toda clase de marramucias, deberían leerlo: es de una claridad meridiana sobre la situación de la justicia en Venezuela. Está dedicado a la juez María Lourdes Afiuni -arrestada luego de que el Presidente Chávez, absolutamente fuera de sí con la decisión que ella tomó de dejar en libertad al banquero Eligio Cedeño, dijera públicamente que Simón Bolívar “la hubiese fusilado”, además de otros epítetos. El artículo también menciona los casos del General Baduel, Franklin Brito y Oswaldo Álvarez Paz, además de los arrestos de Guillermo Zuloaga y Wilmer Azuaje, que terminaron en una prohibición de salida del país para el primero y el allanamiento de la inmunidad parlamentaria para el segundo.
“He recibido amenazas por parte de las reclusas: me dijeron que me van a quemar viva, porque ellas me ven como un símbolo del sistema que las puso en prisión “, dijo la juez Afiuni, de 46 años, en su celda de la prisión. “Estoy en este infierno porque cometí la temeridad de hacer mi trabajo como juez de una manera que no fue del agrado de Chávez”, cita el artículo del New York Times. Afiuni está recluida con mujeres que ella sentenció a prisión por drogas y asesinatos.
Es realmente vergonzoso leer en la prensa internacional sobre los abusos de poder en Venezuela:
“La Juez Afiuni sostuvo que se ciñó a los lineamientos de las Naciones Unidas cuando liberó al Sr. Cedeño, quien posteriormente huyó a los Estados Unidos. Pero el señor Chávez lo atribuyó de inmediato a que había sido sobornada, y exigió que se la encarcelara durante 30 años, aunque se necesitaran nuevas leyes para mantenerla en la cárcel durante tanto tiempo.
“Las acusaciones de corrupción son falsas, los fiscales lo saben con tan sólo mirar todos los registros de mi banco”, dijo la juez Afiuni. “Pero el daño ya está hecho.”
Los acusadores del caso de la juez Afiuni no respondieron las reiteradas solicitudes de que hicieran algún comentario. Las críticas a su prisión por parte de sus compañeros jueces en Venezuela también ha sido relativamente moderada, una reacción que no sorprende del todo, porque el señor Chávez y sus partidarios en la Asamblea Nacional despojaron a la Corte Suprema de su autonomía en 2004.
El caso de la juez Afiuni le ha dado la vuelta al mundo ya varias veces, y ha recibido la condena de instituciones de derechos humanos y cuerpos colegiados. El más reciente del que he tenido noticia es de la Federación de Magistrados Argentinos, que fue distribuido en las Embajadas y organismos competentes en esa nación.
Muchas veces, sobre todo en los últimos meses, me he preguntado en qué se nos ha convertido el país. Siento que no pertenezco a un país en donde hay tanto odio, tanta inseguridad, tanta mediocridad, tanta hipocresía, tanta corrupción. En un país donde cada noche que uno pone su cabeza en la almohada siente que sobrevivió un día más. ¿Qué calidad de vida es esa? Y la idea de emigrar me da vueltas cada vez con más frecuencia. Si mis bisabuelos que vinieron de Italia y Francia pudieron, y mucho antes los que vinieron de España, ¿por qué yo no?
Estos pensamientos me impulsan cada vez más a buscar razones que me digan, “sí, debo quedarme”. El Sistema de Orquestas es una de esas razones. Por eso cuando leí en el artículo del New York Times que la juez Afiuni, un día en que se sentía particularmente desesperada, recobró las esperanzas cuando escuchó a la Orquesta Penitenciaria tocando música de Vivaldi, yo también recobré las mías. La maravillosa obra de José Antonio Abreu, una vez más, me ha dado las esperanzas que necesito para seguir. Si Vivaldi está en las cárceles, nuestro país tiene remedio.
http://eldomodelaoca.blogspot.com
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