Un hombre mira fijamente a la cámara de televisión con una mano en el bolsillo, seguro y a la vez relajado, su oratoria es elocuente, apasionada. Con voz firme se dirige a 20 millones de televidentes y se da tiempo para señalar la avaricia y corrupción de los banqueros, e insiste en la pobreza política del actual gobierno. Un actor político se abre paso entre el actual Primer Ministro Gordon Brown y, al que muchos consideraban el favorito para esta contienda, el líder conservador David Cameron.
Con una propuesta fresca, Nick Clegg ha roto ya el bipartidismo británico, y no sólo eso, a través de los debates televisivos se ha convertido en el ganador de éstos y ha consolidado a su partido como un serio contendiente hacia las elecciones de este 6 de mayo. Una encuesta de ComRes señaló que el 43 por ciento de la gente considera que Clegg fue el claro ganador en los debates, al tiempo que los 6 millones de votantes indecisos parecen haber sido captados por la renovación política planteada por el candidato de 43 años.
Se trata de un candidato no visto antes en ese país, se trata de un político que habla con franqueza, no titubea al señalar los grandes poderes de facto que tanto daño le han hecho a la economía inglesa en los últimos años. Clegg es un ateo confeso que siempre ha defendido las políticas de respeto a los inmigrantes, las libertades civiles, la reforma del sistema político y la descentralización de los servicios públicos. Él mismo se define como "liberal por temperamento, por instinto y por crianza".
La fuerza de Clegg es tanta, que los laboristas ya se empiezan a plantear la necesidad de una coalición con los demócratas liberales. Otra reciente encuesta del diario “The Sun” señala que 33 por ciento del electorado votaría por los tories (conservadores), que antes tenían 37 puntos; 30 por ciento por los liberal-demócratas, que tenían 22 puntos, y 28 por los laboristas, que tenían 31 puntos.
Sin embargo, en Gran Bretaña no hay tradición de gobiernos de unidad, además de que podría ser cuestionada la legitimidad de Brown para continuar como Primer Ministro con su partido en tercer lugar. Lo cierto es que el inesperado auge del tercer partido británico amenaza con dejar en el limbo las aspiraciones del que todos veían desde hace un par de años despachando en Downing Street, el conservador David Cameron.
Después del último debate, el público ha empezado a señalar a Clegg como el “Obama británico”, un electorado cansado de más de 13 años de laborismo y con un Primer Ministro que ha sido juzgado por un pobre crecimiento económico y por la pérdida de miles de plazas laborales; incluso algunos lo han comparado con el presidente español José Luis Rodríguez Zapatero.
En el caso de Gordon Brown, tal vez su peor enemigo sea él mismo, pues ha sido señalado constantemente por su torpeza política, y por no tener el carisma y empatía que generan Cameron o el propio Clegg. Los escándalos de su gobierno han rebasado el mal desempeño económico y actualmente atraviesa por la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial.
Aunado a la impopularidad de Brown, en estos días ha circulado un memo en el diario “Sunday Telegraph”, en el que un funcionario público sugería que el Papa Benedicto XVI debería abrir una sala de abortos en un hospital cuando visite el país en septiembre. Al parecer dicho documento, en el que también proponía que el Pontífice bendijera un matrimonio homosexual y lanzara condones durante su viaje, habría salido del despacho de Brown.
A lo anterior se suma el reciente escándalo, cuando después de un acto público, el Primer Ministro dejó abierto el micrófono que mantenía en la solapa de su saco y se escuchó, “ha sido un desastre, nunca debieron haberme puesto a esa mujer. ¿De quién fue la idea? Qué mujer tan intolerante" refiriéndose a Duffy, una mujer simpatizante laborista de 65 años que previamente lo había encarado en un acto de campaña. A este acto los medios lo han denominado como el “Duffy Gate”.
Por su parte, Cameron sigue cargando con la resaca del Thatcherismo, aunque su carisma lo ha llevado a ser comparado con Blair en sus inicios, y ha prometido regresar a los conservadores al poder, cosa que no logran desde 1992. Sin embargo, el candidato conservador ha visto disminuida su ventaja a costa de la nueva estrella política del país, Nick Clegg, quién además de denunciar la corrupción de los banqueros, ha propuesto legalizar a los inmigrantes que lleven 10 años en el país, hablen inglés y no tengan antecedentes penales serios.
La ventaja en las encuestas sigue perteneciendo a los partidarios de Cameron, pero la segunda fuerza del país ha roto ya con el bipartidismo y ha puesto muy cerca del poder al partido liberal-demócrata, cuyo candidato apenas hace unos meses era un desconocido, y cuyo partido no figuraba para poder competir seriamente con las dos fuerzas políticas más importantes del Reino Unido.
Los demócratas liberales han negado cualquier posibilidad de alianza con los laboristas. En palabras de Clegg, “creo que un partido que se clasifique tercero no puede pretender elegir en sus filas al Primer Ministro de este país".
Hoy el escenario más probable es el de un parlamento sin mayoría absoluta. También se puede esperar que el partido con mayor número de asientos, aunque sin mayoría absoluta, intente formar un Gobierno de minoría, lo que diversos analistas consideran como un “gobierno débil”.
Lo cierto es que Gran Bretaña transita un territorio inexplorado en los comicios más competidos desde 1992, y pareciera que estamos por atestiguar la extinción del bipartidismo inglés. Los liberal-demócratas se han vuelto fundamentales para conformar el gobierno, y hacen soñar a muchos con las políticas que en el entorno internacional podrían tomar Clegg, el denominado “Barak Obama británico”, y el propio presidente de los Estados Unidos. Parece ser que el 6 de mayo nos tiene preparada una sorpresa… David Tarrab
http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/2271182.asp
.png)
No hay comentarios:
Publicar un comentario