El centro no es el PPT ni Henry Falcón. Esa es la disidencia. El centro – y bien haría Mires en aclararnos el asunto, para no alimentar baboserías – es la convergencia, la concertación de los espíritus. Caben en él desde Lorenzo Mendoza y Marcel Granier hasta Gabriel Puerta Aponte y Douglas Bravo, y desde Oswaldo Álvarez Paz y Tejera Paris hasta Ismael García y Ernesto Alvarenga. Bienvenido Falcón: que se sume al centro. Aquí lo esperamos.
“To be or not to be, that is the question.”
Sano y bueno que el bloque que se ha encargado durante once años de destrozar las instituciones, enlodar el parlamento, prostituir el sistema judicial y corromper a las Fuerzas Armadas hasta hundir el país en la más grave y profunda de las crisis existenciales de su historia – el mismo bloque que ha asistido impávido y sin asomo de penuria al asesinato de ciento cincuenta mil venezolanos y al derroche, robo, estupro y corrupción de novecientos cincuenta mil millones de dólares – comience a sufrir lo que los ingenieros dan en llamar el agotamiento de la resistencia de los materiales y se nos vaya descomponiendo en pequeñas fracciones que se desgajan de la matriz y buscan acomodo en esa tierra de nadie en donde los olmos dan peras.
Sano y bueno que esos partidos, esas mini instituciones, micro fracciones e incluso caudillos regionales – civiles y uniformados – del establecimiento chavista que crecieron arrastrados por el deslave del golpe y se fortalecieron a la sombra de los fraudes y latrocinios cometidos contra los partidos y sectores democráticos, acogidos, cebados y engordados al buen vivir de canonjías, ministerios, secretarías y subsecretarías, consulados, embajadas y agregadurías, consejos, alcaldías y gobernaciones empiecen a sufrir los desbordes de las inclemencias de una crisis acumulada y busquen ampararse de la intemperie que amenaza al chavismo, cuando a todas luces pierde pie y se hunde inexorablemente en el naufragio de sus horrores de toda índole – economía, agua, inseguridad, electricidad y petróleo, incluidos.
Bienvenidos al hogar en donde calienta la lumbre del futuro. Una mano ayuda a otra mano. Cuatro ojos sirven más que dos. Y tan importante es la unidad, que aún migajas, si lo fueran, del chavismo, aquellas que callaron ante los atropellos cometidos por una justicia del horror y una policía del desamparo, las mismas que no dijeron pío ante la cárcel y condena de los comisarios y todavía, aún hoy cuando comienzan a revelar la puntita de lo que saben, se niegan a rechazar, repito: aún en estas circunstancias, bienvenidos sean quienes se van con la cabuya en la pata.
Ahora bien: de ahí a saltar reivindicando el derecho de propiedad sobre la Patria y pasar de ser la esquina del colchón emporcado por once años de autocracia militarista frente al que pusieron cara de silencio de los inocentes, a exigir ser reconocidos como el mero “centro” del futuro democrático, hay más que un paso. Hay una eternidad. Quien crea que el centro de la inteligencia política venezolana, el mero blanco al que apuntan las flechas de Cupido, el puente de plata que nos abrirá los portones de las grandes alamedas, la salida obligada de esta pesadilla de manera pacífica, constitucional, electoral y democrática es el Sr. Albornoz, en servicial comparsa junto a su micro organización llamada PPT, con la que le allana las piedras al gobernador Henry Falcón, está – y perdóneseme el término – meando fuera del perol. No entiende de política un comino. Y además se apresura a contar los pollos cuando la gallina, qué digo: la polla – aún no asoma los huevos.
De las infamias de estos tiempos de sacrificios, castigos, muertes, expropiaciones, secuestros, encarcelamientos y condenas, la de esa quisicosa llamada “NINI” es de las más repugnantes. Peor la de quienes saltan la talanquera y creen que en ese espacio innominado se encuentra el futuro de la patria. Y que en un salto triple sin red recibirán la presidencia de la república por haber practicado la coprofagía con la elegancia de una década de privilegios. De menor cuantía, aunque tan aborrecible, es la de aquellos intelectuales que no se queman los dedos ni prendiendo un cigarro, pero se creen en derecho de extender certificados de buena conducta, gritando albricias por una llovizna. El centro no es el PPT ni Henry Falcón. Esa es la disidencia. El centro – y bien haría Mires en aclararnos el asunto, para no alimentar baboserías – es la convergencia, la concertación de los espíritus. Caben en él desde Lorenzo Mendoza y Marcel Granier hasta Gabriel Puerta Aponte y Douglas Bravo, y desde Oswaldo Álvarez Paz y Tejera Paris hasta Ismael García y Ernesto Alvarenga. Bienvenido Falcón: que se sume al centro. Aquí lo esperamos.
http://venezuelanoticia.com/2010/05/24/pedro-lastra-%C2%BFcon-que-se-come-el-centro/
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