Saben sin duda los interlocutores de la mesa de negociación y acuerdos -y no meramente de diálogo, como quisieran los enviados del presidente - que más allá de los ventanales del Seminario San José una inmensa mayoría de expectantes venezolanos los observa con profundo interés y no oculta impaciencia. Es esa inmensa masa de ciudadanos que a juzgar por las más serias encuestadoras ronda el 80% de los electores, y que, esquilmada por el terrible fracaso de esta sedicente “revolución bolivariana”, ha jurado seguir con lupa la evolución de sus representantes y no permitir nunca más caer bajo las garras de un Mesías que, a la hora de la verdad, demuestra no ser más que un enterrador de esperanzas frustradas.
Es esencial que los doce delegados sepan que no disponen de más tiempo que el que la legítima impaciencia nacional les confiere para acordar una salida electoral a la grave crisis política, social y económica que padecemos. Y no cualquier salida electoral. Más de dos millones de firmas yacen vigilantes en las bóvedas del CNE. Son dos millones cincuenta mil firmas, estampadas solemne y ceremoniosamente por quienes hicieron algo mucho más sagrado que votar: hacerlo con nombre completo, fecha de nacimiento y firma. Son, en otras palabras, dos millones cincuenta mil contratos constitucionalmente válidos. Que podrían llegar a mucho más en pocos días, si así nos lo propusiéramos. Y que exigen lo que la Constitución que ellos mismos refrendaran les garantiza: un referéndum consultivo. Esto, obviamente no se negocia.
Esto quiere decir, respetados representantes del presidente Chávez, que ante Ustedes se sientan seis representantes avalados formal, jurídica y constitucionalmente por más de dos millones de ciudadanos activos.
Median entre esos millones de venezolanos y los nombres que los representan, decenas de ONG, partidos políticos, medios de comunicación y un pueblo entero ansioso de resolver esta grave crisis sin rebasar los diques de la constitucionalidad, pero que no vacilará un segundo en recurrir a medios más expeditos y definitivos, en caso de ver frustradas las labores de entendimiento de sus seis delegados.
Tienen para ello un testigo de la más alta y solemne representatividad: nada más y nada menos que el Secretario General de la Organización de Estados Americanos, el ex presidente de Colombia Dr. César Gaviria. Y quieren negociar estrictamente sobre aquello que ya fue acordado entre las partes: salida electoral a la crisis, desarme de la población civil -la que está armada tiene nombre y apellido, depuración de los mecanismos electorales y constitución de una Comisión de la Verdad.
Tan solemne es el mandato de nuestros delegados, que lo correcto hubiera sido que el del Vicepresidente de la República y los otros miembros de la comisión de negociación y acuerdo no hubiera emanado de una simple comunicación de la Lic. Nora Uribe, sino del propio Presidente de la República. Pero no es hora de confundirse en detalles nominalistas. Lo esencial es que los doce representantes no olviden que la inmensa mayoría del país quiere una respuesta rápida y expedita a los actuales problemas que la azota: elecciones ya para salir de forma decente y democrática del berenjenal al que nos han traído.
De tender trampas y provocar subterfugios, no respetando esta suprema exigencia al más corto plazo, los negociadores del gobierno deberán dar cuenta de sus acciones ante la historia.
(*): Escritor y miembro fundador de Expresión Libre
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/1067395.asp
Es esencial que los doce delegados sepan que no disponen de más tiempo que el que la legítima impaciencia nacional les confiere para acordar una salida electoral a la grave crisis política, social y económica que padecemos. Y no cualquier salida electoral. Más de dos millones de firmas yacen vigilantes en las bóvedas del CNE. Son dos millones cincuenta mil firmas, estampadas solemne y ceremoniosamente por quienes hicieron algo mucho más sagrado que votar: hacerlo con nombre completo, fecha de nacimiento y firma. Son, en otras palabras, dos millones cincuenta mil contratos constitucionalmente válidos. Que podrían llegar a mucho más en pocos días, si así nos lo propusiéramos. Y que exigen lo que la Constitución que ellos mismos refrendaran les garantiza: un referéndum consultivo. Esto, obviamente no se negocia.
Esto quiere decir, respetados representantes del presidente Chávez, que ante Ustedes se sientan seis representantes avalados formal, jurídica y constitucionalmente por más de dos millones de ciudadanos activos.
Median entre esos millones de venezolanos y los nombres que los representan, decenas de ONG, partidos políticos, medios de comunicación y un pueblo entero ansioso de resolver esta grave crisis sin rebasar los diques de la constitucionalidad, pero que no vacilará un segundo en recurrir a medios más expeditos y definitivos, en caso de ver frustradas las labores de entendimiento de sus seis delegados.
Tienen para ello un testigo de la más alta y solemne representatividad: nada más y nada menos que el Secretario General de la Organización de Estados Americanos, el ex presidente de Colombia Dr. César Gaviria. Y quieren negociar estrictamente sobre aquello que ya fue acordado entre las partes: salida electoral a la crisis, desarme de la población civil -la que está armada tiene nombre y apellido, depuración de los mecanismos electorales y constitución de una Comisión de la Verdad.
Tan solemne es el mandato de nuestros delegados, que lo correcto hubiera sido que el del Vicepresidente de la República y los otros miembros de la comisión de negociación y acuerdo no hubiera emanado de una simple comunicación de la Lic. Nora Uribe, sino del propio Presidente de la República. Pero no es hora de confundirse en detalles nominalistas. Lo esencial es que los doce representantes no olviden que la inmensa mayoría del país quiere una respuesta rápida y expedita a los actuales problemas que la azota: elecciones ya para salir de forma decente y democrática del berenjenal al que nos han traído.
De tender trampas y provocar subterfugios, no respetando esta suprema exigencia al más corto plazo, los negociadores del gobierno deberán dar cuenta de sus acciones ante la historia.
(*): Escritor y miembro fundador de Expresión Libre
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