Junio 29, 2010
El dilema actual que vive la dirigencia de Venezuela al no estar clara sobre el camino que debe seguir para solucionar los problemas del país, si tomar el camino de la política o tomar un atajo por la antipolítica, expresa una profunda crisis política reflejo de la crisis que vive la sociedad venezolana y sus ciudadanos desde que el sistema de partidos políticos y de convivencia democrática se resquebrajo, produciendo tanto resultados paradójicos como soluciones ilusorias que, lejos de colocar en espacios novedosos a la representación, más bien la han disuelto peligrosamente.
La pregunta que hoy la gente se hace es: ¿Cómo salimos de este laberinto? ¿Cómo podemos enfrentar a un gobierno totalitario, democráticamente? ¿Qué papel tienen los Partidos Políticos en este proceso? Y si ¿Está completamente extraviada la política en Venezuela o hay esperanza de hacer Política, construir consenso y dialogo?
La política es un eje transversal en nuestras vidas porque somos animales políticos y vivimos en sociedad. Por ende, todos como ciudadanos somos responsables; y lo que pasa hoy en Venezuela nos compete a todos. Si los venezolanos fuésemos dioses la política estaría de sobra, pues su propósito central consiste en establecer un orden de convivencia en la sociedad; es el espacio donde todos nos encontramos y desde donde podemos soñar juntos los diversos; y un orden perfecto no es un orden de hombre sino de dioses. La política tiene entonces una función ordenadora de la existencia social. Ahora bien, si la política tiene la tarea de construir el orden, es también fuente de conflicto porque todos tenemos nuestra propia visión del mundo, por eso la política tiene a sus vez una virtud: el arte del dialogo.
Para mí, renunciar a la política o destruirla es destruir justo lo que pone orden en el pluralismo y la variedad, sin padecer la anarquía ni la tiranía de las razones relativas. Lo dramático de nuestros tiempos es que en la Venezuela democrática, la antipolitica se hizo un poder con un amplio respaldo popular, luego, que la crisis representativa se hizo indetenible y los venezolanos elegimos quien ofrecía enterrar el sistema. Pues, el discurso en contra de los partidos políticos por su inoperancia política de cara a las insuficiencias del Estado, a veces con razón crítica, fue una permanente campaña de algunos, que tuvo resultados. Así comenzó una nueva etapa para Venezuela. Hoy el termino partido o ser político es vergonzoso para muchos, por lo que “movimientos, proyectos, foros, mesas, redes” se abren paso, disfrazando con otros ropajes semánticos a otros protagonistas no declarados en la lucha por el poder. El problema no es ser anti político el problema es: dejar a la política sin partidos y sin políticos, porque eso significa dejar sustancialmente huérfana a una parte de la sociedad de la representación articulada, coherente y poderosa. Si el camino es hacer política o erradicar de ella a los políticos y sus partidos es algo que nosotros los venezolanos tenemos que decidir. Nadie es dueño de la verdad absoluta, pero todos somos responsables de buscarla. En definitiva, de lo que se trata en la Venezuela de hoy, es de la recuperación de la confianza en las virtudes de la política como una excelente y civilizadora actividad humana.
Creo que, la solución al problema real no reside entonces en la sustitución de la política y de los partidos políticos por independientes o de los partidos por movimientos mesiánicos, ni militares, ni mucho menos. Tampoco se trata de la desburocratización de los partidos, como si ello fuera un asunto sencillo o de enterrar una vez por todas la política en Venezuela, sus líderes y sus organizaciones. Pues, quien dice partido dice organización y quien dice organización dice democracia, con todas sus limitantes y virtudes. Los aparatos partidistas siempre fueron y serán burocráticos: allí reside parte de su fortaleza y ese hecho debe asumirse con todas sus consecuencias. Que hoy día deben revisarse sí, dar espacios a jóvenes líderes sí, que deben colocarse en sintonía con el país, con sus problemas y su gente sí, hacer política con P mayúscula sí. Incluso les corresponde reconocer sus profundas debilidades actuales para fortalecerse. De hecho, aun siendo burocráticos, los partidos fueron y pueden volver a ser representativos y legítimos, el detalle está en el cómo lo hacen y qué tan dispuesta esta la sociedad para acompañarlos. Es imprescindible superar la banalización y superficialidad, con la cual se crítica la política, cómo si todo se tratara de un concurso de popularidad, tanto en los diagnósticos como en las soluciones a la crisis de representación política, así como dejar a un lado la ilusión del vínculo populista y autoritario entre el líder y las masas, sin instituciones intermediarias, sobre todo sin política. La restauración de la política y el relanzamiento de la democracia institucional, requiere de partidos y de la sociedad en general, los partidos son instrumentos de primer orden pero que están compuestos por ciudadanos, para la modernización y democratización de la sociedad. De no haber sido por ellos y por sus dirigentes, los avances alcanzados en el desarrollo de la política y de la democracia no hubieran sido tales. Pero es una necesidad moral ayudarlos en su saneamiento.
http://www.noticierodigital.com/2010/06/venezuela-%C2%BFpolitica-o-antipolitica/
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