Por primera vez tras once años de hegemonía chavista, los roles en el combate cuerpo a cuerpo que se libra en Venezuela desde que el presidente de la república decidiera asaltar el Poder y establecer un régimen autoritario y dictatorial – por lo menos luego del 11 de abril de 2002 – se trastruecan dramáticamente.
La oposición avanza hacia el Poder en términos de conducción ofensiva, mientras el alto gobierno luce desconcertado y a la defensiva.
En lo inmediato, la agenda electoral ha estado dominada por la Mesa de Unidad Democrática. El país se ha visto sacudido por el despliegue propagandístico, las acciones callejeras y la actividad incesante de los activistas de partidos y candidatos de oposición, que se han lanzado con auténtico entusiasmo a conquistar los espacios del electorado en Estados, pueblos y circunscripciones. El ciudadano ha sido movilizado activa o pasivamente tras una sola idea fuerza: participar masivamente en el proceso electoral del 26 de septiembre y conquistar la mayoría asamblearia.
Con ello, han asegurado la agenda electoral establecida en la Constitución y han creado una matriz que parece, ya a estas alturas, absolutamente consolidada. Con lo cual han obtenido dos propósitos que subyacen a la ofensiva opositora y que, sin manifestarse expresamente, han terminado por imponerse: la necesidad de asegurar el proceso electoral e impedir o reducir dramáticamente el espacio de maniobra para que el jefe de gobierno las postergue e, incluso, las suspenda. Elevando inmensamente el costo político a una acción desesperada de esa naturaleza, pues la única legitimación con que cuenta el régimen le viene dada por los procesos electorales. Es un éxito formidable, ya consolidado, y que fija una posición en manos opositoras, independientemente de la tentación que pueda estar presente en el oficialismo de darle un palo a la lámpara ante una eventual derrota electoral en Septiembre.
El segundo propósito consiste no sólo en la conquista de una posición estratégica, sino haber golpeado primero – por lo tantos: dos veces – en el proceso de selección de candidatos, alineándose junto a la ciudadanía. Ese hecho: la entusiasta movilización del electorado opositor, que superó los índices de participación considerados normales en este tipo de eventos electorales en el mundo, constituye un excelente punto de partida para una cruzada que ya está en movimiento y que promete aumentar y consolidarse con el paso del tiempo. La Venezuela democrática, según todos los sondeos de opinión sólidamente mayoritaria, se apresta a votar. El fantasma de la abstención y el descrédito de los mecanismos electorales, incluso del CNE, no pesarán en la futura contienda. Incluso el concluyente triunfo electoral de María Corina Machado, ex presidente de SÚMATE, en el proceso de primarias del 25 de abril constituye un símbolo del cambio de los tiempos.
Sea de manera consciente o inconsciente, todos estos hechos refuerzan los valores democráticos de la sociedad venezolana y afianzan una cultura electoral profundamente afincada en la tradición republicana nacional. De allí el inmenso valor de los factores políticos que han hecho posible esta cruzada y han logrado conducir hasta ahora el proceso de redemocratización de la sociedad venezolana.
En ese sentido, es preciso valorar en su inmensa dimensión el papel cumplido por los líderes de los partidos políticos y muy en particular por Antonio Ledezma, posiblemente el factor discreto y silente definitorio de muchas situaciones conflictivas exitosamente superadas. El 20 de Octubre, siendo vocero de la Mesa Unitaria en el acto que dio inicio a esta auténtica cruzada por la libertad, juró solemnemente por Dios y el pueblo que la oposición comparecería ante las elecciones parlamentarias unidos: “hemos aprendido de los errores del pasado”. Para el bien de nuestra afligida democracia, cumplió su palabra.
La oposición avanza hacia el Poder en términos de conducción ofensiva, mientras el alto gobierno luce desconcertado y a la defensiva.
En lo inmediato, la agenda electoral ha estado dominada por la Mesa de Unidad Democrática. El país se ha visto sacudido por el despliegue propagandístico, las acciones callejeras y la actividad incesante de los activistas de partidos y candidatos de oposición, que se han lanzado con auténtico entusiasmo a conquistar los espacios del electorado en Estados, pueblos y circunscripciones. El ciudadano ha sido movilizado activa o pasivamente tras una sola idea fuerza: participar masivamente en el proceso electoral del 26 de septiembre y conquistar la mayoría asamblearia.
Con ello, han asegurado la agenda electoral establecida en la Constitución y han creado una matriz que parece, ya a estas alturas, absolutamente consolidada. Con lo cual han obtenido dos propósitos que subyacen a la ofensiva opositora y que, sin manifestarse expresamente, han terminado por imponerse: la necesidad de asegurar el proceso electoral e impedir o reducir dramáticamente el espacio de maniobra para que el jefe de gobierno las postergue e, incluso, las suspenda. Elevando inmensamente el costo político a una acción desesperada de esa naturaleza, pues la única legitimación con que cuenta el régimen le viene dada por los procesos electorales. Es un éxito formidable, ya consolidado, y que fija una posición en manos opositoras, independientemente de la tentación que pueda estar presente en el oficialismo de darle un palo a la lámpara ante una eventual derrota electoral en Septiembre.
El segundo propósito consiste no sólo en la conquista de una posición estratégica, sino haber golpeado primero – por lo tantos: dos veces – en el proceso de selección de candidatos, alineándose junto a la ciudadanía. Ese hecho: la entusiasta movilización del electorado opositor, que superó los índices de participación considerados normales en este tipo de eventos electorales en el mundo, constituye un excelente punto de partida para una cruzada que ya está en movimiento y que promete aumentar y consolidarse con el paso del tiempo. La Venezuela democrática, según todos los sondeos de opinión sólidamente mayoritaria, se apresta a votar. El fantasma de la abstención y el descrédito de los mecanismos electorales, incluso del CNE, no pesarán en la futura contienda. Incluso el concluyente triunfo electoral de María Corina Machado, ex presidente de SÚMATE, en el proceso de primarias del 25 de abril constituye un símbolo del cambio de los tiempos.
Sea de manera consciente o inconsciente, todos estos hechos refuerzan los valores democráticos de la sociedad venezolana y afianzan una cultura electoral profundamente afincada en la tradición republicana nacional. De allí el inmenso valor de los factores políticos que han hecho posible esta cruzada y han logrado conducir hasta ahora el proceso de redemocratización de la sociedad venezolana.
En ese sentido, es preciso valorar en su inmensa dimensión el papel cumplido por los líderes de los partidos políticos y muy en particular por Antonio Ledezma, posiblemente el factor discreto y silente definitorio de muchas situaciones conflictivas exitosamente superadas. El 20 de Octubre, siendo vocero de la Mesa Unitaria en el acto que dio inicio a esta auténtica cruzada por la libertad, juró solemnemente por Dios y el pueblo que la oposición comparecería ante las elecciones parlamentarias unidos: “hemos aprendido de los errores del pasado”. Para el bien de nuestra afligida democracia, cumplió su palabra.
http://venezuelanoticia.com/2010/04/27/antonio-sanchez-garcia-oposicion-a-la-ofensiva-gobierno-a-la-defensiva/
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