El mapa, o mejor dicho, el atlas histórico, se le desdibujó a Lula. El viernes, en Moscú, frente a un perplejo presidente Dmitri Medvedev, el brasileño confesó haber pasado “gran parte de su juventud en contra de la invasión rusa a Afganistán”.
Curioso: el desembarco de las tropas soviéticas en territorio afgano fue en 1979, cuando Lula, nacido en 1945, ya empezaba a doblar hacia la curva de los 40. Por eso, extraña juventud la del brasileño, y mucho más –para los oídos y sensibilidad de los rusos- su pronunciamiento sobre estar en desacuerdo con el pasado expansionista de ese país, nada menos que su anfitrión.
Más extrañas, todavía, le resultaron al mandatario ruso las palabras de su par sudamericano, cuando Lula recordó haber leído un artículo del ministro de Agricultura afgano, en el que decía que “la paz afgana se llama Embrapa (Empresa Brasileira de Investigación Agropecuaria), porque el día que exista una empresa agrícola como ésta, que produzca alimentos para aquel pueblo, habrá paz en Afganistán”.
Bien intencionados, seguramente, estos deseos de Lula de paz y prosperidad para la nación que desde hace tres décadas vive en guerra permanente, aunque no dejan de tener, sin embargo, su costado práctico: por orden de su presidente, Brasil envió técnicos agropecuarios a Afganistán.
• Siembra
Además de sembrar en el desierto y la montaña afganos, y en las tierras yermas de los bombardeos, el proyecto agropecuario brasileño tiene otro costado difícil. Es el de incursionar, a destiempo, en el terreno que hasta hoy con dificultades vienen ensayando EE.UU. y las naciones occidentales. También la Federación Rusa.
Por eso, el anuncio de Lula (que en los hechos implicaba una apelación subliminal a lo que los rusos “no” hicieron en Afganistán), poca gracia le causó a Medvedev. Pruebas al canto: el premier ruso, cansado del dilatado trámite del discurso en portugués de Lula y de su posterior traducción, interrumpió la alocución del brasileño con el anuncio de que podrían seguir intercambiando ideas sobre el tema afgano “más adelante, por teléfono”.
¿Blooper ruso como respuesta a una gaffe brasileña? No importa: quien quedó descolocado fue Lula. No faltará quien inscriba al traspié diplomático del viernes en el contexto de euforia triunfalista que lleva a Lula a Teheran, donde buscará, a partir del sábado a la noche, convencer al presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, de que es necesario acatar las directivas e inspecciones de la AIEA (Agencia Internacional de Energía Atómica) para su programa nuclear, sospechado de tener fines bélicos.
• ADN
Pero, más allá de ese ADN de “o mais grande do mundo” propio de Lula y su país y que hoy es el motor que lleva a Brasil a tratar de jugar en el complicado tablero político de Asia, no son pocos los que leen el “offside” del viernes en Moscú, como otra perla (negra) del mismo sinuoso collar.
Es que, con un tono que hizo recordar a la megalomanía “real maravillosa” del venezolano Hugo Chavez, también el viernes Lula manifestó que llegaban a 99,9% las posibilidades de triunfar en su mediación ante el presidente de Irán. “Son más de 30 años de experiencia como negociador político y voy a hablar con mi ‘amigo’ Ahmadinejad”, dijo Lula, confiando, a lo grande, en su trayectoria de líder sindical.
Quien no se la dejó pasar fue el ruso Medvedev: dejó en claro, ante la prensa, que consideraba que las chances de éxito de Lula en su misión ante el iraní no “superaban el 30%”. Quizás, debido a esos oscuros vaticinios lanzados desde Moscú, el canciller brasileño Celso Amorim decidió adelantarse y volar, solo y dos días antes, hacia Teherán. Para quizás, también, corregir posibles gaffes de su Presidente.
http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/5435246.asp
Curioso: el desembarco de las tropas soviéticas en territorio afgano fue en 1979, cuando Lula, nacido en 1945, ya empezaba a doblar hacia la curva de los 40. Por eso, extraña juventud la del brasileño, y mucho más –para los oídos y sensibilidad de los rusos- su pronunciamiento sobre estar en desacuerdo con el pasado expansionista de ese país, nada menos que su anfitrión.
Más extrañas, todavía, le resultaron al mandatario ruso las palabras de su par sudamericano, cuando Lula recordó haber leído un artículo del ministro de Agricultura afgano, en el que decía que “la paz afgana se llama Embrapa (Empresa Brasileira de Investigación Agropecuaria), porque el día que exista una empresa agrícola como ésta, que produzca alimentos para aquel pueblo, habrá paz en Afganistán”.
Bien intencionados, seguramente, estos deseos de Lula de paz y prosperidad para la nación que desde hace tres décadas vive en guerra permanente, aunque no dejan de tener, sin embargo, su costado práctico: por orden de su presidente, Brasil envió técnicos agropecuarios a Afganistán.
• Siembra
Además de sembrar en el desierto y la montaña afganos, y en las tierras yermas de los bombardeos, el proyecto agropecuario brasileño tiene otro costado difícil. Es el de incursionar, a destiempo, en el terreno que hasta hoy con dificultades vienen ensayando EE.UU. y las naciones occidentales. También la Federación Rusa.
Por eso, el anuncio de Lula (que en los hechos implicaba una apelación subliminal a lo que los rusos “no” hicieron en Afganistán), poca gracia le causó a Medvedev. Pruebas al canto: el premier ruso, cansado del dilatado trámite del discurso en portugués de Lula y de su posterior traducción, interrumpió la alocución del brasileño con el anuncio de que podrían seguir intercambiando ideas sobre el tema afgano “más adelante, por teléfono”.
¿Blooper ruso como respuesta a una gaffe brasileña? No importa: quien quedó descolocado fue Lula. No faltará quien inscriba al traspié diplomático del viernes en el contexto de euforia triunfalista que lleva a Lula a Teheran, donde buscará, a partir del sábado a la noche, convencer al presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, de que es necesario acatar las directivas e inspecciones de la AIEA (Agencia Internacional de Energía Atómica) para su programa nuclear, sospechado de tener fines bélicos.
• ADN
Pero, más allá de ese ADN de “o mais grande do mundo” propio de Lula y su país y que hoy es el motor que lleva a Brasil a tratar de jugar en el complicado tablero político de Asia, no son pocos los que leen el “offside” del viernes en Moscú, como otra perla (negra) del mismo sinuoso collar.
Es que, con un tono que hizo recordar a la megalomanía “real maravillosa” del venezolano Hugo Chavez, también el viernes Lula manifestó que llegaban a 99,9% las posibilidades de triunfar en su mediación ante el presidente de Irán. “Son más de 30 años de experiencia como negociador político y voy a hablar con mi ‘amigo’ Ahmadinejad”, dijo Lula, confiando, a lo grande, en su trayectoria de líder sindical.
Quien no se la dejó pasar fue el ruso Medvedev: dejó en claro, ante la prensa, que consideraba que las chances de éxito de Lula en su misión ante el iraní no “superaban el 30%”. Quizás, debido a esos oscuros vaticinios lanzados desde Moscú, el canciller brasileño Celso Amorim decidió adelantarse y volar, solo y dos días antes, hacia Teherán. Para quizás, también, corregir posibles gaffes de su Presidente.
http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/5435246.asp
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