Junio 2, 2010
Vivimos en una Venezuela extraña. Una degeneración de los procesos sociales se ha confabulado para producir un régimen perturbador y atorrante, que adora el arrasar con todo a su paso.
Para esta revolución, cualquier signo de libertad es enemigo de sus oscuras intenciones. Curiosamente en este momento histórico la administración de Hugo Chávez, se adhiere a todo aquello que busque acabar con el progreso. Son harto conocidas sus posiciones con respecto a la libre empresa. Para estos revolucionarios de bolsillo su gran adversario no son el hambre del pueblo, sino aquel que provee la única ventana de oportunidades que tiene el venezolano para llevar un poco de felicidad a su casa. El músculo de acero que transforma la materia prima en riqueza, es colocado en el paredón de fusilamiento, sin entender que bajo el amparo de hombres y mujeres emprendedores creció la república, desde aquí surgieron negocios que lograron el progreso para todos los agentes sociales de la economía.
No tenemos que ser expertos financieros, para entender que depender casi exclusivamente de la industria petrolera es un grave inconveniente para el país. Los dólares que produce la comercialización del hidrocarburo se deslizan hacia el sostenimiento artificial de un modelo en quiebra. Solo mentes obtusas, enfermas con el virus del socialismo pueden optar por flagelarse en primavera. El Estado hipertrofiado jamás podrá cubrir todos los flancos. Es por ello, que requiere que otros actores del ámbito económico tengan participación.
Las empresas Polar son vistas por Hugo Chávez como un adversario. El éxito de estos paradigmas del trabajo fecundo, es algo que hace enojar al incompetente que nos desgobierna desde Miraflores. Reconoce él que sus artimañas para liquidar al emporio han sido infructuosas, el respaldo del pueblo venezolano a su abastecedor de mayor confianza y calidad ha sido abrumador. La campaña orquestada por las huestes de la revolución ha chocado con el muro de contención de la ciudadanía. Es por ello, que anhela cerrarla para siempre. Quiere ponerle un candado a sus sueños de progreso, prefiere el desabastecimiento que ver cómo el capital triunfa por sobre las teorías de la telaraña.
Es tan mediocre el gobierno rojo, que para surtir las solitarias despensas de los Mercal o Pdval, tiene que asaltar los camiones distribuidores de la empresa líder en Venezuela.
Es una necedad ver al empresario como enemigo. Al contrario, el trabajo de este sector es fundamental para encauzar el desarrollo. Por lo cual, la industria puede ser un aliado eficaz para una nación con serias dificultades en sus distintas manifestaciones. Quien puede generar puestos de trabajos y excelentes métodos de comercialización es la libre empresa. La reactivación del aparato productivo pasa por garantizarles a los empresarios, productores y comerciantes; reglas de juego claras, en donde las mismas tengan rango constitucional. Que la democracia sea la que imponga sus preceptos de amplio contenido. Cuerpo de leyes que nos aglutina a todos, y nos hace un protagonista de nuestro propio destino. Ese espíritu que se consagra en las leyes de la república debe marcar el derrotero.
En esta vorágine de lo absurdo, surge el esquema de valores del chavismo. Aquí se ensalza al malandro y se persigue al hombre de bien. Son héroes de la patria aquellos que delinquen. Los hombres y mujeres de trabajo son colocados al desprecio público por esta corte de mediocres de rojo. Que creen que acabando con la propiedad privada podrán lograr el nirvana.
Para el proceso revolucionario existen prototipos que parecen sacados de las pailas del infierno. Su doctrina tiene el alma fermentada por la maldad de sus agentes.
En la filosofía del hampón se enciende el odio. En la persecución de la yugular democrática, se alían el gobierno y los factores que atentan contra los bienes y las personas. Son siameses que defienden los principios contra la libertad, nunca habíamos vivido un cuadro tan dantesco como el descrito.
alexandercambero@hotmail.com
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