Junio 2, 2010
“La expoliación por medio de la fuerza se ejerce esperando que un individuo haya producido alguna cosa y quitándosela con las armas o la violencia. Eso está expresamente prohibido en el Decálogo:”No robarás”. Cuando es de individuo a individuo se llama robo, cuando es de nación a nación se llama conquista”. Frederick Bastiat (1801-1850), escritor, legislador y economista francés defensor del libre comercio.
Según el Diccionario de la Real Academia Española, expoliar es “despojar con violencia e iniquidad”. Sus sinónimos son: estafa, fraude, timo, chantaje, defraudación, extorsión, engaño, trampa, sustracción, depredación, latrocinio, rapacería, hurto, despojo, saqueo, pillaje, incautación. Cualquiera de estas palabras podría aplicarse a los procesos de “recuperación de tierras”, “expropiación por causa de necesidad pública”, “adquisición forzosa por parte del Estado”, “nacionalización” o cualquiera de los eufemismos utilizados por el régimen para justificar la salvaje confiscaciones de bienes privados y en absoluto necesarios para la seguridad de nadie.
Si tuviéramos un gobierno democrático, cualquier proceso de expropiación debería seguir los pasos legales: 1) ser de utilidad pública real y demostrable (como por ejemplo, que vaya a pasar por las tierras una autopista que favorecerá al país entero). 2) Que haya un proceso legal, donde los legítimos dueños tengan derecho a la defensa. 3) Que se realicen antes de expropiar todos los avalúos para justipreciar el bien a expropiar 4) Que se cancele el valor de lo expropiado a sus legítimos dueños. La legislación venezolana es clara en su defensa de la propiedad privada y en los procedimientos a seguir para adquirirla. Entonces, ¿por que el gobierno se permite pisotear las leyes? No hay ni un solo artículo que justifique el despojar a unos para dar a otros. El concepto de Justicia es “Dar a cada quien lo que le corresponde”. Y lo que le corresponde siempre tiene que ser en materia de propiedades, lo que ha heredado, lo que se ha ganado con el sudor de su frente, lo que ha comprado, lo que legalmente le pertenece. Ningún gobierno tiene derecho de arrebatárselo, no sólo porque lo diga la Constitución Bolivariana de Venezuela sino porque es la Justicia, aquí y en todo el mundo, en español y en todos los idiomas.
Considerando que el estado venezolano es el mayor propietario de tierras en el país ¿con qué excusa arrebata fincas productivas para supuestamente repartirlas o convertirlas en algo llamado fundos zamoranos? ¿Cuál es el derecho que tiene el Presidente para impartir la orden de expropiar empresas, sin un estudio previo y usurpando una función judicial, única instancia válida para una expropiación? ¿Por qué se ensaña con pequeñas fincas, sustento de una familia, como la granja de Carlos Guyón, su excompañero y ahora férreo opositor? ¿Por qué expropiar La Carolina, una finca modelo que favorecía a muchas familias, sólo porque pertenece a Diego Arria? ¿Qué gana el gobierno con expropiar casi 3 millones de hectáreas productivas sin tener capacidad de ningún tipo para sustituir al sector privado?
Sólo hay una fuerza más grande que el amor y es la que mueve a este grupo de seres que hoy trágicamente gobiernan el país: el odio. Odian todo lo que sea educación, academia, clase, modales, productividad, gerencia, orden. Les da asco la ¥” Burguesía”, “la Oligarquía”, “los señoritos”, como dijo en una oportunidad el de Sabaneta. YO lo entiendo, quien no sabe comer con cubiertos, puede optar por dos conductas: detestar a los que manejan con soltura doce cubiertos al mismo tiempo o tratar de aprender a ser tan competentes como ellos. El gobierno escogió la primera opción.
En un país donde la clase media, que son los burgueses, aquellos que trabajan para vivir mejor, que compran sus hogares, que dan educación a sus hijos, son realmente un estamento minoritario. Según las encuestadoras, sólo el 17% de los venezolanos son decididamente clase media. Mientras que un escaso 2.7% puede considerarse clase alta, millonarios o con un standard de vida alto. La “oligarquía”, pues. Contra esta minoría es que el gobierno tienen enfiladas sus baterías, porque el socialismo del siglo XXI, permítanme explicárselos, es eso: hacernos a todos iguales, pero iguales de mal vivientes. Quitarle a los que tienen para no darle a nadie, extinguir las fuentes de empleo para que todos sean desempleados o dependientes del gobierno, acabar con las riquezas agropecuarias e industriales, para que el negocio de las importaciones alimente a la boliburguesía, únicos con derecho a vivir bien en este régimen.
Los venezolanos cada día que pasan ven más claro el panorama. Esta semana nuevamente se presentó el Inti, con la Guardia Nacional y los consejos comunales con su franelita roja a la Hacienda Santa Clara, una propiedad 100% productiva, con cadena titulativa desde 1704. El año pasado, 45 hectáreas de la hacienda fueron cedidas a la Corporación Venezolana Agraria, por exigencias del Ministerio de Agricultura y Tierras. Esta medida lo que ocasionó fue la reducción de 14 mil toneladas de caña de azúcar que producía Santa Clara para el Central El Palmar a 11 mil toneladas, pues ni una sola hectárea les “prendió” a los improvisados que ocuparon esos terrenos. Hasta la fecha los terrenos continúan ociosos, como los están el 97% de los fundos expropiados. Y los ganaderos no escapan a esta depredación: como no pueden sacar el ganado en pie, los ocupantes revolucionarios se comen el ganado o lo sacan en piezas. De allí que en 10 años, Venezuela haya perdido la tercera parte de su ganado.
Mientras tanto, el gobierno se dedica a acosar a Empresas Polar de una forma obsesiva, el Comandante asoma que Lorenzo Mendoza quiere ser Presidente. Comprendo su miedo ante tal competencia, pero eso no justifica la acción de acabar con el grupo que está evitando que los venezolanos pasen hambre. El miedo los hace llegar al ridículo de ordenar que bajen la bola de Pepsicola del Edificio Polar, una publicidad permisaza por más de una década y que ahora según el siquiatra chupamedias, es un peligro. El que haya desabastecimiento justamente en todos los rubros, alimenticios o no, que el gobierno ha expropiado, sólo habla de la enorme ineficiencia que esta deja desnudas las mentiras que han sustentado la revolución.
¿Quien en su sano juicio puede creer que a este gobierno le importa el hambre del pueblo cuando se pudren más de 20.000 toneladas de comida en el puerto de Puerto Cabello? ¿Quien cree en la bondad de un gobierno al que no le importa dejar sin trabajo a 33.000 trabajadores de Polar? El Comandante debería leer las encuestas y además, creerlas porque ellas le dicen en su cara qué piensan los venezolanos de su revolución castrocomunista: más de 86% rechaza usar el modelo cubano como ejemplo para Venezuela; 87,5% está en contra del cierre de empresas operativas; 82% no quiere que el Gobierno se adueñe de las fábricas y la mayoría piensa que cuando las toma empeora la producción; 81% piensa que la solución de los problemas del país pasa por un trabajo conjunto entre gobierno y empresa privada; los estudiantes son respaldados por un 82,4%; 75% aprueba a la empresa privada y la Iglesia católica recibe un respaldo popular de 80%. (Datanalisis).
El Comandante comienza a bajar sus aspiraciones para las elecciones parlamentarias en septiembre: primero dijo que toda la Asamblea debe ser roja rojita, para cumplir sus designios a capricho. Ahora dice que por lo menos aspira (porque el es dueño de ellos) a tener 110 parlamentarios. Si todos los venezolanos entienden que la expoliación del país los afecta, que esto es con ellos, que tarde o temprano les tocará perderlo todo, irán a votar en masa y por los candidatos unitarios de la democracia. Ese será el primer paso para poner en su sitio al expoliador. Los países civilizados suelen hacerlo con votos. Esa es la vía que queremos en septiembre.
Hasta el próximo miércoles
charitorojas2010@hotmail.com
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