Junio 2, 2010
Chávez con entusiasmo cuenta los pollos antes de nacer. Cuidado y se va de boca…
Cuando todos esperábamos que después de la aterradora noticia sobre la brutal caída de la economía venezolana, el Presidente que lleva 11 años y que dirigiendo los destinos del país dijese algo alusivo, que la negase, que la adornase, e incluso -asombro de asombros- que la reconociese para, de inmediato lanzar un plan para revertirla, quedamos estupefactos con lo que le oímos.
Confieso que ni en las expectativas más salvajes -eso que los gringos llaman wild expectations- de cualquier venezolano estaba la celebración presidencial -así como lo oyen, con todas sus letras- de la tragedia. Hugo Chávez parecía sinceramente feliz de esa caída, feliz de tanta gente postrada en el desempleo, feliz de la ruina de cientos de pequeños negocios, feliz del desabastecimiento, feliz de la disparada carestía de la vida. ¿O no?
¿Sabe Hugo Chávez, o se lo han dicho alguno de quienes logran hablar con él, de quienes logran su atención, qué es lo que significa caída de la economía? Pues no pareciera. Daba la impresión de que para él esas cuatro palabras caída-de-la-economía solo significan unos cuantos burguesitos por fin arruinados, y el pueblo venezolano por fin libre de unos explotadores inmisericordes. Jamás hambre, cero ingresos, cero futuro. Dios, ¿quién le enseña a este hombre algo, no ya de economía, sino de que dos y dos son cuatro?
Hace ya tiempo un amigo me telefoneó un día para notificarme que la película francesa Móliere, (dirigida por la Mnouchkine, la famosa directora del Théatre du Soleil de París) se la llevaban definitivamente a Ciudad de México, y que esa noche la exhibirían por última vez en la sede de la Cinemateca Nacional. Allí concurrí. Me pareció una buena noche, larga y con intermedio, pero que valió la pena por la película. Pero, cosa singular, tampoco me pareció algo del otro mundo. Buena y ya.
Por fortuna el Inconsciente no siempre nos juega malas pasadas, sino también buenas. A los días me aparecían en la memoria escenas enteras de la película, mientras en mis oídos retumbaba su música -la “Marcha Turca” de Lully, en primer lugar- para recordarme que yo había disfrutado de un espectáculo singular. Esta anécdota ha sido rescatada de mi memoria porque al presente me está pasando lo mismo: a mi memoria vienen, una y otra y otra vez, las contundentes y celebratorias afirmaciones de Chávez.
Pero, cosa singular, lo que más viene no es su expreso olvido del dolor por la ruina de tantas vidas que quedan en el aire y sin futuro por la debacle económica; no, sino que me vienen una y otra vez por sus afirmaciones, por la definitiva constatación de que el hombre no entiende nada.
En efecto, para Chávez esos datos, los que en ningún momento se atrevió a negar, no son de la economía venezolana. Son -de allí su alegría- del capitalismo y por lo tanto él, no solo no se siente afectado, sino que lo celebra. Es la primera vez que, de modo tan claro y contundente reconoce que no es ni la crisis mundial, ni la caída del precio del barril, ni ninguno de los factores que han golpeado a la economía mundial, sino su expresa y determinante acción, la causa de la catástrofe que han sido estos once años. Son sus acciones, ya no queda duda alguna, los que han provocado la caída.
A los venezolanos les toca preguntarle, entonces, si nuestros salarios, nuestras propiedades, nuestros alimentos han desaparecido, si no conseguimos repuestos ni medicamentos ¿por qué deben ser los “burgueses” los que prendan sus velas de entierro? ¿O es que aquí todos somos burgueses?
Pero más allá, ¿si esa economía capitalista está agonizando, dónde está la otra? ¿Está en el derrame petrolero de Paraguaná, o estará en las 20 mil toneladas de alimentos perdidos en los depósitos de Pdvsa en Puerto Cabello? ¿O más bien en los regalos a Evo y a Ortega, para lograr sonrisas a sus desafueros en Bolivia y Nicaragua?
¿Dónde, dónde está esa otra economía? ¿Dónde están sus agencias? En los desolados campos de haciendas secuestradas, en los galpones vacíos de las fábricas tomadas ¿es allí donde transita esa otra economía? Y sus empresas, ¿dónde moran y qué hacen? Por lo que sabemos moran en las fábricas a millón del goloso capitalismo salvaje do Brasil, y en los nutridos maletines del “Lejano Oeste” de los Kirchner. ¡Tronco de socialismo éste, que a tanto capitalismo foráneo engorda!
Chávez con entusiasmo cuenta los pollos antes de nacer. Cuidado y se va de boca, que quienes se van a ir de manos son los venezolanos que ya bordean el punto de hervor.
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