Es bien significativo que la Cuba socialista, tan ávida en buscar coartadas ideológicas que justifiquen su totalitarismo, no le haya prestado más atención a la figura de Pablo Lafargue, nada menos que el yerno cubano de Carlos Marx. Probablemente el propio caracter de Pablo Lafargue, a quien su tierra natal no le inspiró jamás ni una página evocadora, y el cariz de sus ideas socialistas, lo convirtieron en un autor peligroso para la dictadura.
Pablo Lafargue nació en Santiago de Cuba el 15 de Enero de 1842, descendiente de un judío francés y de una mulata haitiana que habian escapado de la violencia que reinaba en Haití. Luego de cursar sus primeros estudios en Cuba, el padre, quien tenía un exitoso negocio de café se llevó a toda la familia a Francia. Inclinado desde al socialismo, viaja en 1865 a Londres, conoce a Carlos Marx y logra cautivar a Laura, la menor de las hijas del profeta del comunismo.
El romance provocó en Marx inmediatas resistencias. Opuesto al matriminio de su hija con un "negro" (como siempre calificó a Lafargue), le exigió al cubano datos sobre su posición económica y lo incitó a que buscara un buen trabajo.
Como es sabido, Marx desdeñaba a los latinos. Cuando escribió su feroz crítica a Bolivar, "el Napoleón de las derrotas" como lo llamaba, Marx extendió su menosprecio a la colectividad "Como todos los de su raza, Bolivar era incapaz de un esfuerzo sostenido", concluyó. Sólo una sustanciosa contribución económica de los padres de Lafargue lograron vencer la resistencia de Marx. Ya casado y radicado en Francia, Lafargue se entregó a las actividades socialistas. Cuando una delegación de patriotas cubanos lo visitó para pedirle apoyo a la guerra de independencia, su respuesta fue típica: "una huelga en Francia vale más que todas las guerras cubanas". En 1911, convencidos de que habían vivido suficiente, Pabo y Laura Lafargue se suicidaron. Ante sus tumbas hablaron Jean Jaurés, la máxima figura del socialismo francés, y un revolucionario ruso exiliado que se llamaba Vladimir Ylych Ulyanov, más conocido como Lenin.
Su total indiferencia hacia Cuba y su suicido, anatemizado como cobardía por los marxistas, hacen que el nombre de Lafargue no sea fácilmente explotable por la propaganda castrista, pero sus ideas lo convirtieron en un autor francamente contrarevolucionario. Porque Lafargue escribió pocos ensayos, pero hay uno que tuvo cierta resonancia en Europa. Si tal ensayo se publicara hoy en Cuba, la dictadura castrista sufriría un tremendo sacudimiento ideológico.
Es fácil imaginarse el efecto que produciría en los obreros cubanos del castrismo, obligados a trabajar incesantemente bajo salarios de hambre, forzados a jornadas "voluntarias" para salvar al régimen, si de pronto apareciera en las librerías la obra fundamental de Pablo Lafargue: El Derecho a la Pereza. El llamado de Lafargue, dirigido contra la sociedad burguesa, se hace mil veces más peligroso en un régimen totalitario como el cubano. Basten unas muestras: "Los proletarios, prestando oídos a falaces economistas, se han entregado en cuerpo y alma al vicio del trabajo, contribuyendo a precipitar a la sociedad en crisis de superproducción"; "es necesario que el proletariado vuelva a sus instintos naturales y proclame el derecho a la pereza...que se empeñe en no trabajar más de tres horas diarias, holgando y gozando el resto del día y de la noche"; "El fin de la revolución es trabajar lo menos posible y disfrutar intelectual y físicamente lo más posible...Al día siguiente de la revolución habrá que pensar en divertirse". Tales fascinantes ideas, que al decir de Jean Varlet "le proporcionan al socialismo una imágen risueña", le ensombrecerían el rostro al sombrío Fidel Castro. Si Pablo Lafargue pudiera volver a Cuba a predicar sus ideas, ni su condición de yerno de Carlos Marx lo libraba de una demostración de repudio o de dar con sus huesos en una sórdida prisión del Estado. Muchos comunistas cubanos han aprendido ya las férreas sinuosidades que tiene la dialéctica marxista bajo el castrismo.
Ensayo del Dr. Luis Aguilar Leon
Pablo Lafargue nació en Santiago de Cuba el 15 de Enero de 1842, descendiente de un judío francés y de una mulata haitiana que habian escapado de la violencia que reinaba en Haití. Luego de cursar sus primeros estudios en Cuba, el padre, quien tenía un exitoso negocio de café se llevó a toda la familia a Francia. Inclinado desde al socialismo, viaja en 1865 a Londres, conoce a Carlos Marx y logra cautivar a Laura, la menor de las hijas del profeta del comunismo.
El romance provocó en Marx inmediatas resistencias. Opuesto al matriminio de su hija con un "negro" (como siempre calificó a Lafargue), le exigió al cubano datos sobre su posición económica y lo incitó a que buscara un buen trabajo.
Como es sabido, Marx desdeñaba a los latinos. Cuando escribió su feroz crítica a Bolivar, "el Napoleón de las derrotas" como lo llamaba, Marx extendió su menosprecio a la colectividad "Como todos los de su raza, Bolivar era incapaz de un esfuerzo sostenido", concluyó. Sólo una sustanciosa contribución económica de los padres de Lafargue lograron vencer la resistencia de Marx. Ya casado y radicado en Francia, Lafargue se entregó a las actividades socialistas. Cuando una delegación de patriotas cubanos lo visitó para pedirle apoyo a la guerra de independencia, su respuesta fue típica: "una huelga en Francia vale más que todas las guerras cubanas". En 1911, convencidos de que habían vivido suficiente, Pabo y Laura Lafargue se suicidaron. Ante sus tumbas hablaron Jean Jaurés, la máxima figura del socialismo francés, y un revolucionario ruso exiliado que se llamaba Vladimir Ylych Ulyanov, más conocido como Lenin.
Su total indiferencia hacia Cuba y su suicido, anatemizado como cobardía por los marxistas, hacen que el nombre de Lafargue no sea fácilmente explotable por la propaganda castrista, pero sus ideas lo convirtieron en un autor francamente contrarevolucionario. Porque Lafargue escribió pocos ensayos, pero hay uno que tuvo cierta resonancia en Europa. Si tal ensayo se publicara hoy en Cuba, la dictadura castrista sufriría un tremendo sacudimiento ideológico.
Es fácil imaginarse el efecto que produciría en los obreros cubanos del castrismo, obligados a trabajar incesantemente bajo salarios de hambre, forzados a jornadas "voluntarias" para salvar al régimen, si de pronto apareciera en las librerías la obra fundamental de Pablo Lafargue: El Derecho a la Pereza. El llamado de Lafargue, dirigido contra la sociedad burguesa, se hace mil veces más peligroso en un régimen totalitario como el cubano. Basten unas muestras: "Los proletarios, prestando oídos a falaces economistas, se han entregado en cuerpo y alma al vicio del trabajo, contribuyendo a precipitar a la sociedad en crisis de superproducción"; "es necesario que el proletariado vuelva a sus instintos naturales y proclame el derecho a la pereza...que se empeñe en no trabajar más de tres horas diarias, holgando y gozando el resto del día y de la noche"; "El fin de la revolución es trabajar lo menos posible y disfrutar intelectual y físicamente lo más posible...Al día siguiente de la revolución habrá que pensar en divertirse". Tales fascinantes ideas, que al decir de Jean Varlet "le proporcionan al socialismo una imágen risueña", le ensombrecerían el rostro al sombrío Fidel Castro. Si Pablo Lafargue pudiera volver a Cuba a predicar sus ideas, ni su condición de yerno de Carlos Marx lo libraba de una demostración de repudio o de dar con sus huesos en una sórdida prisión del Estado. Muchos comunistas cubanos han aprendido ya las férreas sinuosidades que tiene la dialéctica marxista bajo el castrismo.
Ensayo del Dr. Luis Aguilar Leon
No hay comentarios:
Publicar un comentario