Entre otras cosas, Chávez comparte con Pérez la pueril obsesión de parecerse a Bolívar. Lo cierto y evidente es que a quien se parece históricamente es a Boves y a Piar, de quienes pudiera ser reencarnación.
La homologación con Simón Bolívar es una de las obsesiones típicas de los megalómanos ignaros a quienes cada tanto los venezolanos eligen presidente de la República. Escasos de glorias propias, toman prestadas las del infortunado tuberculoso de San Pedro Alejandrino sin reparar que su biografía y su hoja de servicios en nada se parecen a las del prócer.
Hugo Chávez representa exactamente lo contrario de Bolívar, como es bien evidente. Pero empecemos registrando la satisfacción con que en sus “Memorias de Proscrito” Carlos Andrés relata que Jorge Olavarría lo pintaba con las patillas de Bolívar. En ese libro infausto, vaina que le echaron dos periodistas al publicar tardíamente y sin su consentimiento conversaciones privadas, Pérez dice horrores de todo el mundo: Betancourt, Leoni, Caldera, Villalba, Prieto, Barrios… En el exilio y el gobierno apenas tiene vida, corrigiendo los errores de un Betancourt desacertado y confuso. (Si no hubiera sido por él…). En su generación no se salvan ni quienes fueron sus incondicionales como Canache y Morales Bello. En la otra acera, Luis Herrera es un débil mental. A este cronista dedica tres páginas de insultos dignos de agradecer, pues entre otras cosas dice que soy el mayor y más perverso talento político de mi generación, timbre de honor y hasta seguro de vida en un país donde a los hombres se les califica según su capacidad de daño.
Chávez es ágrafo. Su talento está en las tablas. En otras condiciones hubiera sido un exitoso animador de “Sábado Sensacional”. No habrá memorias suyas, salvo que Izarrita se encargue. Como Pérez, jamás leyó completo un libro, menos podrá escribirlo. Si lo hiciera, hablaría de su parecido con Bolívar. Un parecido que no puede ser físico. Pero no faltará algún adulante víctima de sus insultos inclementes que le diga lo que le decían a su admirado Cipriano Castro: “¡Hasta en las arrecheras se parece al Libertador!”.
La verdad es que Bolívar en sus momentos más realistas, que fueron los del pesimismo, demostró su capacidad profética anunciando que con Venezuela acabaría un gobierno como éste que tenemos, al cual calificó de “pardocracia”. Él, que impidió que a Santander lo fusilara Urdaneta, porque eso hubiera envenenado para siempre las relaciones entre Colombia y Venezuela, no vaciló en hacer juicio sumario al “bachaco” Piar, que andaba por ahí promoviendo una guerra de razas. Intentaba Piar recoger la bandera racial que Boves dejó en Urica.
A Bolívar, negroide por el vínculo de la Marín, le aterraba la posibilidad de que algún irresponsable rompiera el vínculo entre los venezolanos enarbolando el recurso fácil del odio de razas. Sabía que eso sería la muerte de la patria. Cada venezolano tendría que matar la mitad de sí mismo.
Pobre, Hugo. En naíta se parece a Bolívar. A quien es igualito es a Boves y a Piar. El espíritu de aquellos salvajes sale de noche en el Monumento Bicentenario.
El Nuevo País
http://venezuelanoticia.com/2010/04/20/la-columna-de-rafael-poleo-20-de-abril-de-2010/
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