Entre educar e instruir.- Cuando yo estaba pequeño me levantaba siempre con el anhelo de que mientras dormía, la escuela se quemaba. Muchas veces deseaba una gran lluvia para no asistir, hubiese una epidemia de gripe o llegar tarde por trasnocho familiar y así tener que devolverme. Nada de eso ocurría y debía ir allí.
El estudio nunca fue problema, los compañeros tampoco; el problema era el miedo a las maestras por lo estricto, la disciplina. La de primer grado castigaba haciendo tomar un buche de agua con sal; la de segundo un fuetazo con una regla en cada mano; la de tercero y cuarto daba gritos estentóreos o lanzaban lo que tenían a mano. La de quinto y sexto grado (en un mismo salón ambos grados con una sola maestra) sacaba sonrisas, pero no haciendo morisquetas, sino jalando las patillas a los varones y el cabello a las hembras. La directora sólo nos asustaba con miradas macabras, sus asiduos cambios de color de cabello, uno más aterrador que otro y su verruga con tres pelos en la quijada que parecía amenazar a quien tenía cerca.
En casa nos enseñaban que lo allí sucedido tenía parte de error por ambas partes y paulatinamente por acción conjunta de padres, alumnos y maestras esas situaciones terminaron y hubo respeto y armonía simultáneo, usando el diálogo sereno y firme, la reflexión y haciendo valer nuestros derechos humanos y de niños. Así cada sector del todo escolar fue uno solo con decencia y crecimiento grupa!.
Ahora lo que queda son las anécdotas fieles a la que reflejé y sobre todo la base de una escuela: La Instrucción. De lo allí vivido y aprendido formé correcto carácter y tanto a mí corno los contemporáneos, muy bien que nos ha ido. Más ¿por qué no digo educación sino instrucción?... por que lo que encontra¬mos en todo centro educativo es instrucción sobre el conocimiento universal que se ha comprobado es de provecho. La educación es un valor con que se nace, acrecentado por la guía de padres, madres, representantes y el entorno.
En el caso de los niños y adolescentes, cada adulto está en el deber de enseñarles y darles ejemplo/práctica de elementos como las normas del buen oyente y el hablante, respeto a los adultos y a sus contemporáneos; al medio ambiente, a los símbolos, iconos y el arte; a la urbanidad, al dolor y el amor, a la paz y a las luchas.
Cuando sus hijos lleguen a los centros educativos, estos valores les ayudarán a comprender y poner en práctica con dignidad, ecuanimidad y en amplio uso de su potencial, de todas las ramas impartidas del conocimiento y a bien interrelacionarse, motivándoles al aprendizaje y así minimizando la deserción escolar o el tomar carreras equivocadas o buscar algunas formas no éticas o sin autoestima para hacerse un puesto en la vida.
En los últimos años, los nuevos reglamentos educativos y las técnicas que no aceptan el castigo correctivo fuerte (gracias a Dios), han volteado la papeleta y colocado al docente contra la pared. Los alumnos llegan con ese conocimiento ante los profesores y se ponen de tú a tú con ellos. Cualquier intento de disciplinar e imponer un orden de respeto o armonía en el aula es contrarrestado por el alumno, quien cuenta a sus padres lo sucedido y éstos, en vez de comprender que el respeto mutuo está siendo resquebrajado en principio por el alumno, lo defienden a ultranza y amenazan al unísono al docente, a los directivos y a la institución toda.
Ello demuestra que los valores, el sentido común, el diálogo y la consideración no están presentes en ese hogar y el más afectado es el infante, ya que se transforma en un adolescente hostil que luego llega a las aulas de los liceos con zarcillos y cabello pintado (varones) pintura negra y vestimenta sexy (hembras). Esto sin sumar las costumbres de fumar, trasnocharse, bañarse poco y decir en una frase de diez palabras, un aproximado de nueve groserías.
Sumen la irresponsabilidad de un embarazo precoz, delincuencia, abandono de hogar, huir de las responsabilidades u hostilidad familiar. Todo ello por no enseñarle los valores de la educación para nivelarlos con la instrucción, logro éste que también atañe por ejemplo a las excelentes estudiantes que salen del liceo y aún con el título y altas calificaciones salen raspadas... con una barriga.
Finalizo esta reflexión saludando a los docentes por el aguante que tienen y no ser partícipes del castigo corporal, mental ni espiritual, más llamándolos a la reflexión de crear compañías de énfasis en la moral y luces en los hogares, utilizando como mensajeros a los niños, recordando esas pequeñas cosas que se olvidan y son tan necesarias como un por favor, buenos días, respeto por las personas mayores, perlas culturas nacionales y extranjeras, por los sentimientos, la disciplina. Así habrá un enlace maestro-alumno-padre-sociedad que podremos llamar infalible, sentido, lógico. Recordemos todos que por haber olvidado las ineludibles normas del buen oyente y el buen hablante, a una persona le dijeron una vez ¿por qué no te callas? Mucho más se podría evitar si la ética, decencia y dominio del carácter se fomentase a raudales, episodios como esos no nos ocurrirían de adultos, recordando y aplicando lo que de niños aprendimos.
Por algo nacemos pequeñitos y luego vamos creciendo, para ir evolucionando con el día a día para mejorar, nunca para retroceder.
El estudio nunca fue problema, los compañeros tampoco; el problema era el miedo a las maestras por lo estricto, la disciplina. La de primer grado castigaba haciendo tomar un buche de agua con sal; la de segundo un fuetazo con una regla en cada mano; la de tercero y cuarto daba gritos estentóreos o lanzaban lo que tenían a mano. La de quinto y sexto grado (en un mismo salón ambos grados con una sola maestra) sacaba sonrisas, pero no haciendo morisquetas, sino jalando las patillas a los varones y el cabello a las hembras. La directora sólo nos asustaba con miradas macabras, sus asiduos cambios de color de cabello, uno más aterrador que otro y su verruga con tres pelos en la quijada que parecía amenazar a quien tenía cerca.
En casa nos enseñaban que lo allí sucedido tenía parte de error por ambas partes y paulatinamente por acción conjunta de padres, alumnos y maestras esas situaciones terminaron y hubo respeto y armonía simultáneo, usando el diálogo sereno y firme, la reflexión y haciendo valer nuestros derechos humanos y de niños. Así cada sector del todo escolar fue uno solo con decencia y crecimiento grupa!.
Ahora lo que queda son las anécdotas fieles a la que reflejé y sobre todo la base de una escuela: La Instrucción. De lo allí vivido y aprendido formé correcto carácter y tanto a mí corno los contemporáneos, muy bien que nos ha ido. Más ¿por qué no digo educación sino instrucción?... por que lo que encontra¬mos en todo centro educativo es instrucción sobre el conocimiento universal que se ha comprobado es de provecho. La educación es un valor con que se nace, acrecentado por la guía de padres, madres, representantes y el entorno.
En el caso de los niños y adolescentes, cada adulto está en el deber de enseñarles y darles ejemplo/práctica de elementos como las normas del buen oyente y el hablante, respeto a los adultos y a sus contemporáneos; al medio ambiente, a los símbolos, iconos y el arte; a la urbanidad, al dolor y el amor, a la paz y a las luchas.
Cuando sus hijos lleguen a los centros educativos, estos valores les ayudarán a comprender y poner en práctica con dignidad, ecuanimidad y en amplio uso de su potencial, de todas las ramas impartidas del conocimiento y a bien interrelacionarse, motivándoles al aprendizaje y así minimizando la deserción escolar o el tomar carreras equivocadas o buscar algunas formas no éticas o sin autoestima para hacerse un puesto en la vida.
En los últimos años, los nuevos reglamentos educativos y las técnicas que no aceptan el castigo correctivo fuerte (gracias a Dios), han volteado la papeleta y colocado al docente contra la pared. Los alumnos llegan con ese conocimiento ante los profesores y se ponen de tú a tú con ellos. Cualquier intento de disciplinar e imponer un orden de respeto o armonía en el aula es contrarrestado por el alumno, quien cuenta a sus padres lo sucedido y éstos, en vez de comprender que el respeto mutuo está siendo resquebrajado en principio por el alumno, lo defienden a ultranza y amenazan al unísono al docente, a los directivos y a la institución toda.
Ello demuestra que los valores, el sentido común, el diálogo y la consideración no están presentes en ese hogar y el más afectado es el infante, ya que se transforma en un adolescente hostil que luego llega a las aulas de los liceos con zarcillos y cabello pintado (varones) pintura negra y vestimenta sexy (hembras). Esto sin sumar las costumbres de fumar, trasnocharse, bañarse poco y decir en una frase de diez palabras, un aproximado de nueve groserías.
Sumen la irresponsabilidad de un embarazo precoz, delincuencia, abandono de hogar, huir de las responsabilidades u hostilidad familiar. Todo ello por no enseñarle los valores de la educación para nivelarlos con la instrucción, logro éste que también atañe por ejemplo a las excelentes estudiantes que salen del liceo y aún con el título y altas calificaciones salen raspadas... con una barriga.
Finalizo esta reflexión saludando a los docentes por el aguante que tienen y no ser partícipes del castigo corporal, mental ni espiritual, más llamándolos a la reflexión de crear compañías de énfasis en la moral y luces en los hogares, utilizando como mensajeros a los niños, recordando esas pequeñas cosas que se olvidan y son tan necesarias como un por favor, buenos días, respeto por las personas mayores, perlas culturas nacionales y extranjeras, por los sentimientos, la disciplina. Así habrá un enlace maestro-alumno-padre-sociedad que podremos llamar infalible, sentido, lógico. Recordemos todos que por haber olvidado las ineludibles normas del buen oyente y el buen hablante, a una persona le dijeron una vez ¿por qué no te callas? Mucho más se podría evitar si la ética, decencia y dominio del carácter se fomentase a raudales, episodios como esos no nos ocurrirían de adultos, recordando y aplicando lo que de niños aprendimos.
Por algo nacemos pequeñitos y luego vamos creciendo, para ir evolucionando con el día a día para mejorar, nunca para retroceder.
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