Junio 1, 2010
Hugo Chávez es, sin duda alguna, el único Presidente de Venezuela al que se ha acusado de revisar la historia, modificándola, adulterándola o simple y llanamente inventando otra historia, una historia alternativa, podríamos decir. No se pone de relieve, por lo regular, en este género de acusaciones, ni las personas que han cumplido la tarea siempre tachada de ominosa, ni los procedimientos a los que han recurrido para llevarla cabo.
El énfasis es puesto en las empresas acometidas y sus resultados.
Asuntos del pasado, especialmente en lo que concierne al desempeño de los próceres, héroes y mártires de la nación o bien acontecimientos resaltantes de la historia reciente: auge y caída del Pérez Jiménez, el 23 de Enero, el 27 de Febrero y naturalmente el 4 de Febrero. Chávez ha modificado la historia en cuanto atañe a esos asuntos y otros del mismo género.
Que él sea el único de los presidentes venezolanos que se ha aventurado en ese género de empresas puede despertar disgusto y cólera, pero no puede suscitar asombro: todos sabemos que Chávez se ha mostrado capaz de usar el inmenso poder que le hemos regalado para intentar cualquier género de empresas: expropiar dentro de Venezuela y expropiar sistemáticamente a Venezuela de su petróleo, inmiscuirse en los asuntos de otros países o devaluar la moneda.
Él ha mostrado, en efecto, que ningún abuso de poder le es extraño.
Causa sombro, en cambio, que de revisar la Historia sólo se acuse a Chávez cuando en todas las épocas, aquí y en todas partes del mundo, la gente se dedica a revisar la Historia.
En Venezuela en particular y para referirnos al período de mayor esplendor cultural que ha conocido este país, las décadas en que logró sobrevivir la democracia, nuestros grandes historiadores profesionales y los aficionados a la historia que se han propuesto sistemáticamente revisar toda nuestra historia. Cosa que, por lo demás, aprendieron a hacer en universidades y centros de investigación de países de acendrada tradición científica en la materia: México, Francia, Gran Bretaña. Es obvio, entonces, que las revisiones de la Historia que importan al común de los mortales son las que practican ciertos políticos altamente encumbrados
HISTORIA Y PENSAMIENTO ÚNICO
Pero, justamente ¿por qué unos políticos y no otros? Esta cándida pregunta es pertinente no sólo dentro de este tan circunstancial contexto, sino en un contexto universal.
Si tenemos presente el único libro laico tan difundido como la Biblia o el Corán, El Manifiesto Comunista y nos detenemos en el más famoso de sus postulados: “La historia de toda sociedad es la historia de la lucha de clases”, encontramos ahí, no sólo una verdad que hemos podido verificar a lo largo de nuestra ya larga vida, sino los fundamentos para dar cabal respuesta a esta pregunta.
Decir que en toda sociedad conocida hay lucha de clases, significa también, así no se perciba de inmediato, que la historia de toda sociedad se compone de tantas historias como hay clases en ella. La Historia es tan plural como son las sociedades. De manera que es sólo en aquellas sociedades que caen bajo el dominio de alguien que pretenda eliminar las clases y crear una sola conciencia, una sola memoria humana, es sólo ahí que se plantea la necesidad de modificar la Historia y crear una visión única de lo vivido, de lo que se vive y de lo que pueden ser las raíces del porvenir.
Así, fue justo en los albores de la Unión Soviética, cuando se planteaba eliminar definitivamente las clases explotadoras, burgueses, terratenientes y alto clero y alta burocracia, que apareció formalmente la consigna: “La historia comienza ahora, pues toda la historia anterior ha sido hecha por las clases opresoras”. Y en la China de Mao Tse Dong, antes, durante y después del auge de la revolución cultural, se dieron cambios en todo cuanto podía ser rebautizado, reinterpretado, acomodado al espíritu de la revolución
L A HISTORIA TRANSFORMABLE
Es Hanna Arendt, autora de un muy denso ensayo en el que se ocupa justamente del este problema, La historia y la política, quien de manera incidental nos habla de lo que es la Historia que se puede modificar. En una carta que en 1926 dirigiera a su maestro y tutor Kart Jaspers afirmaba: “Yo no comprendo la Historia sino a partir de la situación en la cual yo misma me encuentro (…) Trato de interpretar la Historia, de comprender lo que se expresa en ella, a partir de la propia experiencia que estoy viviendo”.
Sin estar quizás plenamente consciente del alcance de sus palabras, la Arendt apuntaba a la Historia que se aloja en las mentalidades colectivas, la Historia cuya verdad no está en la realidad de lo acontecido o en los archivos o centros de documentación, sino en las mentes humanas donde se almacena.
Y esa es la Historia que han querido cambiar todos aquellos que creen en la posibilidad de que haya un pensamiento único. Y ese pensamiento único no puede ser sino el que tiene el poder de intentar cambiar la Historia (en la mente) para mejor poder cambiar la Historia en la realidad. Y como lo que Chávez ha demostrado que tiene en la cabeza atañe todo a su propia persona, nada más natural que lo que aspira a cambiar sea lo que se relaciona con su presencia en nuestra historia y su desempeña en ella: el papel en la Histora de de sus verdaderos ancestros, sus padres militares Empresa que se ha revelado vana en todos los lugares donde se ha llevado a cabo, a costa de ingentes recursos materiales y vidas humanas En Rusia bastó la amenaza de la invasión nazi para que resucitaran los héroes y los santos que habían defendido y protegido a la Santa Madrecita Rusia de quienes habían osado invadirla.
Y en China, si bien no se han desenterrado, como en Rusia, los antiguos topónimos de montañas, valles y ciudades, día a día reaparecen Confucio, sus hazañas y lecciones. Desdichadamente, también forma parte de estos rehacedores de la Historia la convicción de que ellos no tienen que aprender sino de quienes por libérrima voluntad erigen en mentores.
http://www.noticierodigital.com/2010/06/historia-y-politica/
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