Mayo 31, 2010
Ya habrá tiempo de desglosar los diversos aspectos de este proceso electoral y extraer las conclusiones del caso. Sobre todo de intentar encontrarle solución a ese enigma que nadie explica: la asombrosa brecha entre la votación que le atribuían las encuestas a Antanas Mockus, a quien todas las empresas profesionales de opinión daban no sólo por empatado con Juan Manuel Santos, sino incluso como eventual vencedor en la primera vuelta, y el estrepitoso derrumbe de su realidad. ¿Cómo explicar los 25 puntos de diferencia, con los que Santos más que duplicó la votación obtenida por el ex alcalde bogotano?
Baste señalar, por el momento, que al parecer el fenómeno Mockus tuvo mucho de burbuja mediática, permanentemente retroalimentada por los factores opositores, reducida fundamentalmente a los sectores jóvenes y acomodados de las grandes ciudades. La Colombia real, la Colombia profunda, la Colombia que no se dejó seducir por los cantos de sirena de un cambio jamás suficientemente aclarado, terminó poniendo las cosas en su sitio. La política de seguridad ciudadana, que paradojalmente permitió la burbuja en cuestión al neutralizar los efectos de las narcoguerrillas sobre las grandes urbes del vecino país, había calado mucho más profundamente en la conciencia política de las grandes mayorías de lo que los analistas creyeran.
Más nos importa destacar, sin embargo, un hecho que está teniendo inmensa incidencia en los cambios del clima político global: la ausencia de respaldo a los experimentos de cambios drásticos en la orientación política de los países democráticos, particularmente el retiro de apoyo a las tendencias de izquierda. En otro lugar hemos hecho mención del giro hacia la derecha que se vive en Europa y América Latina. El inmenso respaldo otorgado por la ciudadanía colombiana a Juan Manuel Santos y su política continuista se inserta en esa línea de acción.
Poco más de tres puntos le hubieran bastado para triunfar en la primera vuelta. Y de no haber existido esa opción, sin duda que su victoria hubiera sido indiscutible. La sociedad colombiana no quiere experimentos y respalda la acción de Álvaro Uribe. Más aún: parece tener perfecta conciencia de que el trabajo de erradicación de las narcoguerrillas no ha culminado y debe seguir siendo enfrentado con la firmeza y la solvencia operativa con que Uribe y Santos la llevaran adelante. La altísima votación de santos constituye un espaldarazo al uribismo.
El gran perdedor de estas elecciones no es, desde luego, Antanas Mockus, que se alza con una importante porción del electorado colombiano y tiene toda una senda por delante. No es la democracia colombiana, que ha dado muestras de una sorprendente vitalidad y una extraordinaria sanidad pública. Tampoco los partidos, a pesar del descalabro de liberales y conservadores, sacudidos por el arrastre del uribismo.
El gran perdedor es el extremismo de izquierda, las FARC, el ELN, el narcotráfico. Y tras de ellos, el único factor político que pretende obtener réditos de su fortalecimiento: Hugo Chávez. De nada sirvieron sus amenazas, de nada su ingerencia en la campaña. Jaime Baily deseaba recientemente el triunfo de Santos sólo para comprobar el polvo que tendría que comer el teniente coronel ante “el mafioso”, luego de declarar que llamaría al triunfador de la campaña para desearle lo mejor. Apostó a Mockus. Por lo visto, salvo un milagro, será una apuesta a fondo perdido. Tendrá que comerse sus palabras.
http://www.noticierodigital.com/2010/05/el-gran-perdedor/
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