Una de las primeras experiencias del Poder asumidas por Fidel Castro a su arribo al poder fue la del caos inducido como instrumento para enfrentar las crisis. A pocos meses de la toma de La Habana, e inmerso en el inmenso caos que él mismo provocara, constató que precisamente ese, el caos, provocado directamente por él mismo, sería el arma perfecta para solventar los conflictos que se le presentaran en el futuro: confundir a sus enemigos con la polvareda levantada por sus maquiavélicas maquinaciones.
Estas son las palabras que Norberto Fuentes, su principal biógrafo, pone en sus labios al retratar los caóticos primeros tiempos de la revolución: “No se me olvidó la frase de Mao y luego se me ha ido asociando con el recuerdo de aquellas semanas. Tiene una lógica que el exceso de caos conduzca al orden. Pero mi problema era dónde situarme en ese caos, en ese reino de las tinieblas…Estaba obteniendo una versión distorsionada de conjunto de los asuntos porque había olvidado el principio básico de la conducta estratégica de que no puedes mirar el bosque desde dentro del mismo bosque. Me refiero a mi forma de pensar en diciembre de 1958. Al parecer, yo mismo había sido tomado por sorpresa por el desenlace de mi aventura. Ahora comprendo que me estaba haciendo el planteamiento en orden inverso. Porque había sido yo mismo en definitiva el que había introducido – y lo había aumentado – el caos en todas las esferas de la vida nacional y eso estaba produciendo la ganancia inmediata de mi arribo al poder. La lección iba a ser enteramente válida para mi desde entonces como una fórmula de salvación permanente: la introducción del caos y su aumento gradual de intensidad ante cualquier crisis que se levantara en nuestro horizonte.”
El caos inducido como fórmula para mantener y consolidar el poder: esa ha sido la conducta sistemática del régimen que enfrentamos. Ninguna causalidad la de Peñalver y sus pistoleros: tenían por misión enfrentar el orden ejemplar con que más de un millón de opositores desfilaban por las calles de Caracas y se dirigían a Miraflores para expresar su inconformidad con el rumbo asumido por el gobierno mediante el caos desatado por sus detonaciones: asesinar a la vanguardia para provocar la estampida de la multitud y hundir en el caos la protesta organizada. Inevitable asociar esa acción con los métodos de control castristas. Inevitable no ver la mano peluda de Fidel Castro detrás de los sucesos del 11 de abril. Inevitable no verla en cuanto sucede en nuestro país, convertido en satrapía por la mayor traición cometida por un mandatario venezolano contra la soberanía nacional.
La historia de estos once años es la sistemática reiteración de situaciones caóticas: ante cada crisis, un caos. La tormenta como forma de sometimiento. Con una importante, trascendental diferencia respecto de la experiencia narrada por Fuentes/Castro en su autobiografía: ninguno de ellos ha conducido a un orden estructural, definitivo. Han corrido la arruga de la definición existencial. Por la sencilla razón de que el estado de excepción generado por esta ininterrumpida sucesión de situaciones caóticas provocadas por el régimen no han resuelto en definitiva la incógnita del Poder: la dictadura no sólo no ha terminado por aplastar a la oposición, ya aliada objetiva de la disidencia. Ha provocado el efecto contrario: aislarse y ver aumentar desde la otra acera la convergencia de una oposición democrática fortalecida y progresivamente aumentada con una disidencia que amenaza con hundir al régimen en sus contradicciones internas. Imposible no valorar en su inmensa dimensión la rebelión larense y su influjo sobre el PPT. Imposible no imaginar que esa convergencia pueda alcanzar pronto la cualidad de una Concertación y sumar suficientes voluntades como para terminar de arrinconar al régimen y ponerle un fin a la dictadura.
Ante la inminencia del triunfo de esa acción coincidente en septiembre próximo, el régimen – dirigido ya sin subterfugios ni máscaras directamente por los funcionarios castristas – pretende enfrentar la gravísima crisis de todo orden en que naufragan sus propósitos volviendo a esgrimir el instrumento del caos: expropia, persigue, encarcela, cierra las compuertas del funcionamiento financiero de la economía privada, asfixia a los ciudadanos. Le saldrá el tiro por la culata: el caos es el suyo propio. Las tinieblas, sus tinieblas. La oposición y la disidencia no están perdidos en el bosque. Lo ven desde las alturas de la unidad y una perfecta comprensión estratégica de nuestros graves males.
Chávez&Castro juega con fuego. Arderá en sus llamas.
http://www.noticierodigital.com/2010/05/el-reino-de-las-tinieblas/
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