América Latina atraviesa una encrucijada terrible. Muchos países se debaten sin encontrar un rumbo definido en la búsqueda del desarrollo integral. Esto es, alcanzar el mayor grado de crecimiento económico para impulsar el progreso social e impulsar la movilidad hacia arriba. De las mejores expresiones de El Libertador Simón Bolívar, esta aquella según la cual, el mejor sistema de gobierno es el que garantice el mayor grado de bienestar, de estabilidad de sus instituciones y de felicidad a su pueblo. En esta parte del mundo seguimos rezagados, por detrás de las cosas mínimas indispensables para hacer realidad las premisas mencionadas. Lo más grave es que empezamos a tener una imagen deplorable de los gobiernos del área. Si no reaccionamos en la dirección correcta, esa mala imagen puede extenderse hacia el país mismo, convirtiéndose la mayoría de las poblaciones en prisioneros de complejos de inferioridad por la creciente diferencia que nos separa del desarrollo. La tendencia a emigrar hacia el primer mundo crece, incluso en países que, como Venezuela, se especializaron en recibir ciudadanos del mundo en búsqueda de libertad y oportunidades para trabajar y crecer. Hoy la tendencia es a la inversa.
Deben cancelarse ya los especulativos debates sobre derecha e izquierda. Incluso los más sofisticados, relativos a las bondades y miserias tanto del capitalismo como del socialismo en cualquiera de sus expresiones. Muchos políticos y gobernantes de nuestro tiempo. No entienden que al gobierno se va, no a defender ideologías sino a resolver problemas. Hay políticas que funcionan y políticas probadamente fracasadas. No se necesita ser un genio para determinar unas y otras. La historia contemporánea es rica en lecciones dignas de ser aprendidas. No existen matemáticas de izquierda y de derecha. Tampoco medicina de una tendencia u otra. ¿Habrá debate entre ingenieros y arquitectos para diseñar un edificio e iniciar su posterior construcción por la derecha o por la izquierda? La política y la economía son ciencias que sin ser exactas, tienen reglas y técnicas. Su ejercicio es, incluso, un arte en el que cabe la creatividad y el ingenio, pero definitivamente sin alterar las técnicas. De ellas depende el triunfo o el fracaso.
Necesitamos un debate serio sobre la dignidad de la persona humana y los límites al ejercicio de la libertad de la gente y de sus empresas, pero fundamentalmente sobre los límites a la acción del estado-gobierno y la reformulación de sus deberes y obligaciones.
oalvarezpaz@gmail.com Viernes, 21 de mayo de 2010
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