Junio 27, 2010
No pudo haber mejor contraste –ni más cerca- para corroborar hacia donde se inclinan las tendencias políticas actuales de América latina, que la desvencijada, anacrónica e intrascendente reunión de este fin de semana del ALBA en Quito, Ecuador, y el casi jubileo continental e internacional que ha seguido a la elección de Juan Manuel Santos como presidente de Colombia.
Y es que, si bien jamás estuvo en la agenda del presidente Álvaro Uribe, ni de su sucesor, Juan Manuel Santos, hostigar, boicotear y mucho menos desaparecer el ALBA, sí puede decirse que, desde que nació, el ALBA tuvo entre sus objetivos hacer colapsar al gobierno de Uribe, ya fuera a través de una guerra fronteriza, del bloqueo a sus exportaciones, del avance de las guerrillas de las FARC y del ELN, o de la derrota del uribismo en las pasadas elecciones presidenciales.
Recordar cómo se celebró en La Habana, Managua, Caracas, Quito y La Paz las encuestas que afirmaban que Antanas Mockus podía ser el presidente electo por los colombianos, es referirse, también, a la última esperanza de los presidentes de los países del ALBA para proclamar que ni Uribe, ni Santos, se habían salido con la suya.
Pero, igualmente, para concluir que el “fenómeno Mockus” no hizo sino reforzar el relanzamiento de la democracia colombiana, tal y cual se percibió en la campaña electoral y en la oferta de gobierno de Santos, y en cómo del ALBA, solo está quedando el carapacho de la fantasía de origen castrista de convertir a América del Sur en la plataforma de resurrección del castrismo, el stalinismo y el totalitarismo.
Una aventura que comenzó en Venezuela en febrero de 1999, cuando Chávez asumió la presidencia y anunció que su programa consistía en traer de vuelta el populismo, el socialismo, el caudillismo, y el militarismo, y pareció cobrar algún vuelo cuando fueron electos presidentes de iguales padecimientos en Bolivia, Ecuador, y Nicaragua.
Y para hacerlo realidad nació el ALBA, una iniciativa castrochavista que, si bien se propuso inicialmente como contrapartida del ALCA, después se vio sería más útil como pacto político, económico y militar de los gobiernos de la región que estuviesen dispuestos a restablecer la “Guerra Fría”, pero ahora bajo la conducción de Fidel Castro y Hugo Chávez.
El problema era que los recursos no abundaban, pues el único país en capacidad para ofrecerlos era la Venezuela del ciclo alcista de los precios del crudo, que sacó generosamente su petrochequera, no solo para financiar la sobrevivencia de la destruida economía cubana, sino también para sostener y darle impulso a los gobiernos de los países que se incorporan a la alianza.
Y por un tiempo, mientras hubo petrodólares, la argucia pareció funcionar, con la transferencia colosal de recursos que envió Chávez a los países de la entente, y la que prometió enviar a todos los que, por una razón u otra, se acercaban al hombre que ya para entonces empezó a conocerse como “Don Regalón”.
Puede decirse que fue la “época dorada” del ALBA, con un desfile febril de clientes (gobiernos, partidos, ONG e individualidades) acercándose a Caracas a cobrar lo que pensaban les tocaba del botín petrolero venezolano, e iniciativas, programas y planes de inversión, donaciones, regalos, coimas y corrupción que creaban la ilusión de que, a lo sumo, en 5 años, más de la mitad de los países del continente, serían miembros del ALBA.
Pero todo hasta que a finales de junio del año pasado (justo hace un año), un grupo de líderes políticos y militares hondureños, decidieron abortar la maniobra de convertir al presidente Manuel Zelaya (un terrateniente y conservador devenido en revolucionario, socialista y castrochavista como producto del financiamiento, las coimas y la corrupción y el apoyo para que se hiciera “elegir” presidente vitalicio de Honduras), en otro presidente de un país incorporado a la organización, destituyéndolo de la presidencia, enviándolo al exilio e iniciando un proceso que terminó restableciendo la democracia y el estado de derecho en el país centroamericano.
Siguieron los meses de mayor exposición del ALBA, en los cuales, capitaneada por Fidel Castro y Hugo Chávez, jugó a ser una organización de tal fuerza, recursos e influencia que se podía dar el lujo de restablecer con las armas, de ser necesario, al infeliz Zelaya.
Meses de ataques, de frustradas invasiones, de cruces en la frontera, y de una ridiculísima toma de la embajada de Brasil en Tegucigalpa por parte de Zelaya y que para iniciar la reconquista del poder.
Y no solo no lo logró, sino que un grupo de países de la región que tenían pautadas elecciones presidenciales para el último semestre del 2009, votaron por opciones de derecha o centroderecha (Panamá, Chile y la misma Honduras), mientras en otros países, como Argentina y Brasil, se preparaban para la retoma del poder.
Pero eso no fue todo, sino que el 2009 marcó también el fin del ciclo alcista de los precios del crudo, que pasó de 128 dólares el barril, a una caída promedio de 60, y la otrora famosa chequera de petrodólares de Chávez no solo quedó exhausta, sino sin posibilidad de recuperarse.
Hoy, no solo Cuba, Nicaragua, Ecuador y Bolivia, y otros aliados, ruedan hacia la indigencia económica, sino que Venezuela se prepara para un segundo año de cero crecimiento económico, experimentar la más alta inflación del mundo occidental y ver cómo su moneda se volatiza frente al dólar a niveles incontrolables.
Por el contrario, los países de América latina que no oyeron los cantos de sirena del ALBA, o se mantuvieron distantes de sus propuestas y programas, aunque no las adversaron como Argentina, Brasil y Uruguay, pasan a liderar la economía del mundo occidental y dictan pautas en cuanto a bienestar, igualdad, equidad y reducción de la pobreza.
Y, primero que ninguno, Colombia, cuyo electorado eligió contundentemente a Juan Manuel Santos como presidente, se prepara a derrotar la guerrilla, a crecer por encima del 4 por ciento, continuar reduciendo la pobreza e insertarse en la economía global de manera agresiva y sostenida.
Ahora mismo, Álvaro Uribe, participa como invitado del G-8 en la reunión de Toronto, Canadá, Juan Manuel Santos se prepara para emprender una gira por Europa, y analistas políticos y económicos auguran que Colombia “será el próximo Chile”.
Entre tanto, a cientos de kilómetros más al sur, en Quito, Ecuador. Chávez, Correa y Morales celebran otra reunión ritual del ALBA para proclamar el fin del capitalismo, el advenimiento del socialismo y que los pobres del mundo van a ser más felices, porque los tristes tigres del ALBA lo decretaron.
http://www.noticierodigital.com/2010/06/la-agonia-del-alba/
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