Esteban está desesperado. Producto de su temblor de piernas es la arremetida que en el curso de las últimas horas despliega contra todo aquél a quien visualiza enemigo de sus disparates. Sabe que el tobogán de la impopularidad inevitablemente lo tiene por presa. De allí su apelación agoniosa al catecismo cubano y el abandono del olfato político personal que le acompaña durante su década de mando, permitiéndole caminar sobre el filo de la navaja.
El asunto de las 30 mil toneladas de alimentos comprados por la PDVSA de Ramírez, descubiertos podridos en Puerto Cabello junto a otras toneladas de comida y medicinas dañadas en depósitos oficiales de todo el país, irrita a la gente. La más necesitada de esos insumos, próxima a la revolución, se despierta burlada. El caso rebasa todo espacio para la tolerancia y muestra al régimen en su desnudez total, hecho podredumbre y despreciando a las 25 millones de personas quienes pudieron saciar su hambre y no lo hacen por culpa de la corrupción.
De modo que la orden de detención contra Guillermo Zuloaga y su hijo, que dicta un juez al servicio de Esteban y éste comunica al Poder Judicial una semana antes, a través de la televisión, no se hace esperar. Y para cumplirla con diligencia digna de mejor causa sale al paso la policía política, situándose a las puertas de la casa de Zuloaga.
Palabras más, palabras menos, Esteban, para atenuar el escándalo que lo empuerca, denuncia desde Valencia que se especula con el precio de venta de vehículos automotor que los depauperados mal pueden adquirir y señala a Zuloaga de acaparador profesional. Pero recuerda lo que le importa y destaca, la que es, según aquél, condición propia de Zuloaga: ser oligarca. Trae a colación, asimismo, lo que en verdad le molesta y corroe: Zuloaga es dueño de Globovisión, canal independiente que se hace eco de los alimentos podridos, y es quien lo menciona ante los editores del hemisferio reunidos en Aruba acusándolo de responsable por el desenlace fatal de los sucesos del 11 de abril de 2002, cuando ocurre la masacre de Miraflores y sobreviene un “golpe militar de micrófonos”.
Guillermo Zuloaga apenas contesta el ataque previo que recibe de los emisarios de Esteban, quienes se hacen presentes en la Asamblea de la SIP y a grito tendido piden ser escuchados. Tachan al empresario venezolano de televisión como golpista, a lo que éste observa que el único golpista en la Venezuela del presente es el mismo Esteban, quien ejecuta un golpe cruento contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, el 4 de febrero de 1992.
Lo cierto es que el susodicho se mueve en medio de aguas procelosas que amenazan tragárselo, y ve a los tiburones rondándolo. Le tiene pánico al término de su gobierno, signado por la crisis de agua corriente y luz eléctrica, los anaqueles de los mercados sin dotación adecuada y diversificada, la comida objeto de racionamiento, sin dólares para atender las necesidades de la economía, y expropiando todo aquello que ve como islas de excelencia o éxito en medio un país tocado por la destrucción revolucionaria. La Polar es un emblema. Y sabe Esteban que tarde o temprano el pueblo le pedirá cuentas y también la Justicia al readquirir su independencia. De allí que reaccione como tigre acorralado, al ritmo de sus movimientos intestinales.
El problema, por lo visto, es y no es la denuncia-defensa de Zuloaga ante la SIP. Es, por cuanto Esteban sabe que los muertos de abril claman por la verdad y se las niega. No es, pues el actual Vicecanciller y otrora golpista, Francisco Arias Cárdenas, candidato del mandatario a diputado por el Estado Zulia, mucho antes y con nombre propio lo acusa como autor intelectual de los crímenes de abril, citando como ejecutor material al capitán Rodríguez Chacín, a la sazón ministro de relaciones interiores.
Cree el innombrable, en fin, que enviando a la cárcel a Zuloaga y a su hijo, los pobres, en su indignación y rabiosos por el escándalo de los containers de comida arrumados y podridos en los puertos venezolanos, afectados . por la inflación y la escasez, olvidarán el escándalo de marras y tendrán a Zuloaga como víctima propicia, para cebarse sobre ella y saciar su sed de venganza. A buen seguro piensa aquél, aconsejado por el G2 cubano, que con Zuloaga en la cárcel neutraliza a Globovisión, a la par que atemoriza a los demás medios, a los actores políticos y a los votantes, con vistas a las elecciones del 26 de septiembre.
Las cartas están sobre la mesa. Cabe manejarlas con astucia de zorros, pues el tiempo se agotó.
Entre líneas
Ø El innombrable ordena la detención de Zuloaga en medio de la distracción nacional e internacional por el mundial de fútbol. De donde es importante que cada venezolano, si acaso es conciente de la hora terminal – y de renacimiento - que nos acompaña a los venezolanos vea los partidos con un ojo. El otro debe mantenerlo vigilante sobre el país, no sea que al término de la jornada deportiva que se desarrolla desde África del Sur, el G2 cubano le haya metido varios goles a nuestra vapuleada democracia. Para luego es tarde.
Ø En el cuerpo de los más pobres, aun cuando tengan sus dos ojos metidos sobre los televisores ajenos que trasmiten los partidos de fútbol, rugen las tripas del hambre adicional que les ocasionan los alimentos que no llegarán, pues se han podrido en Puerto Cabello. Son el monumento mayor a la misma podredumbre que corroe al régimen y a su conductor.
Ø Lo insólito. Luisa Ortega Díaz se ocupa de hacer causa personal y de máxima importancia el archivado expediente sobre los vehículos automotor que vende la empresa de los Zuloaga; vehículos que al paso mal pueden comprar quienes estiran sus escuálidos salarios para adquirir, cuando menos, la mitad de los alimentos para su dieta diaria. Y se muestra pasiva e indiferente ante la opinión a propósito del mayor agravio que haya sufrido nuestro pueblo, a saber las 30.000 toneladas de alimentos vencidos y podridos que compra el gobierno de Esteban, a través de su compinche Rafael Ramírez, Presidente de PDVSA, para nutriente de los bolsillos de sus funcionarios.
Ø Según la Constitución y a la luz de la práctica establecida, a cuyo tenor Esteban dispone por la libre del tesoro público y de los recursos nacionales para regalarlos en el extranjero y usarlos para su terrorismo revolucionario, debería reparar la Fiscal General en que el administrador de la Hacienda Pública Nacional es el Presidente de la República. Si ella no tiene la voluntad ni el entendimiento para actuar en consecuencia, ya llegará otro que le exija responsabilidades tanto a ella como a su mandante, el innombrable Esteban. Es cuestión de tiempo.
Ø Los zulianos desde ya imaginan el futuro. Les agradezco me hayan invitado para hablarles sobre responsabilidad social y valores compartidos, y acerca del autoritarismo y la democracia en la Venezuela del presente. Los auditorios de la Universidad del Zulia y del Centro de Políticas Públicas, reunido éste en la Biblioteca del Estado, fueron los espacios que este último viernes sirvieron de ágora, para pensar y debatir más allá de nuestra hora ominosa y de las diatribas partidarias.
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