Junio 16, 2010
Transparencia Internacional acaba de publicar la lista de los gobiernos más corruptos del Planeta (*).
Los lectores ya habrán adivinado quiénes ocupan los primeros puestos: gobiernos de republiquetas bananeras, gobiernos de narcorepubliquetas; gobiernos de republiquetas practicantes del socialismo trasnochado; gobiernos de republiquetas de algunos atolones del Caribe y del Pacífico y por supuesto, el gobierno de cierta republiqueta que en materia del cohecho y del cuánto hay pa’ eso no es segundo de nadie.
Como se vé, nada nuevo bajo el sol. A excepción que, esta vez, al contrario de mediciones anteriores, la noticia no desencadenó desmentidos, reacciones airadas, ni la movilización de batallones a las fronteras vecinas, sino que la réplica oficial del campeón del cohecho, como veremos, se limitó a una sola letra.
Se ha satanizado la corrupción. Por supuesto, hablamos de un flagelo que se debe erradicar o por lo menos reducirse a su mínima expresión. Pero en el caso de determinados gobernantes ineptos redomados, incapaces de algo que no sea reprimir y violarles los derechos a sus adversarios políticos, la fruición, la comezón, la picazón, de meter mano en la Tesorería, constituye más bien, una herramienta gerencial, que impide la paralización total de la administración pública.
Pongamos por caso, una obligación elemental de todo jefe de Estado es la de garantizar la sana alimentación de sus gobernados. Pero, la tarea rebasa sus exiguas habilidades porque carece de formación, cultura, de la necesaria arboladura intelectual. Otro, de sus colegas, por ejemplo, es totalmente incapaz de proveerle a la población el vital servicio de agua. Un tercero, por insólito que parezca, no es capaz ni de lo uno, ni de lo otro.
En tales hipótesis, la única posibilidad que la gente coma o se asee es mediante el otorgamiento de concesión a una empresa trasnacional o a un país extranjero, pero eso sí: previa bajada de la mula. Los alimentos saldrán caros y podridos; el agua escasa y contaminada, pero entre no tenerlos y tenerlos malos, la corrupción se convierte en una pócima redentora.
Lo que explican poco las agencias especializadas, es cómo se miden esa fruición de arrasar con el patrimonio público. Un primer, segundo o tercer puesto entre los más corruptos del Universo alimentará determinados egos. Pero lo que cuenta de veras, es si el ansia depredadora, se mantiene dentro de unos límites razonables, capaces de proveer ciertos servicios de un país o si, por el contrario, su fase terminal demanda soluciones extremas.
Para subsanar la mencionada falta de información les ofrecemos nuestro propio corruptómetro, de modo que sean los lectores, quienes dictaminen en que grado de postración moral se encuentran los abanderados del mencionado ranking. Dicho sea de paso, una herramienta a bajo costo, pero con precisión de relojería Suiza.
Son las 3:00 de la tarde. Las agencias internacionales informan que el gobierno de cierta republiqueta ha sido declarado campeón mundial del guiso. (1) El jefe de Estado, respectivo convoca de emergencia al Fiscal, al Contralor y a los escuadrones anticorrupción para anunciar investigaciones hasta las últimas consecuencias, que de ninguna forma pararán en nada; (2) El mencionado Presidente, en su programa dominical, sufre una pataleta. Denuncia un complot internacional dirigido por “el negrito Obama”, la CIA, la oligarquía colombiana y les declara una guerra asimétrica; (3) El mismo Presidente, delega en uno de sus colaboradores la correspondiente réplica:
* ¿Y? . . . – responde el vocero oficial, encogiendo los hombros y con una risita de medio lado, cuando los reporteros le piden sus comentarios sobre este nuevo mister Universo del latrocinio.
Si marcó (1), queda poca, pero hay esperanza. Si marcó (2), la cosa está fea y se puede poner peor. Si marcó (3) ¿qué hace allí sentadote, llenando cuestionarios? Inscríbase en el PSUV pa’ que sepa dónde está el sabor.
(*) Una iniciativa adelantada por esa organización no gubernamental, con el propósito de fomentar los rudimentos de probidad, pulcritud, decencia, en el manejo de los fondos públicos. Algo así, como el rescate de los viejos y nobles valores de la “Urbanidad” de Carreño, que precisamente por viejos, pero sobre todo por nobles, han caído en desuso entre los jefes de Estado, ministros, militarotes y burócratas más zafios.
http://www.noticierodigital.com/2010/06/la-corrupcion-salvara-la-revolucion/
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