Mientras el presidente Hugo Chávez intenta resucitar el devaluado bolívar, en un barrio obrero a pocos metros de su palacio hablan ya de eliminar la moneda venezolana.
Bienvenido al 23 de Enero, una especie de territorio independiente de unos 100.000 habitantes y laboratorio del experimento socialista de Chávez. Aquí uno encuentra perros que se llaman “Camarada Mao” y existe hasta un “lavadero de carros revolucionario”.
“Estamos empezando a adquirir recursos para crear un banco comunal. Vamos a emitir moneda, un cartoncito intercambiable. Lo tenemos todo en la cabeza”, explicó Salvador Rooselt, un estudiante de derecho de 24 años y líder comunitario que salpica sus palabras con citas de Vladimir Lenin y Karl Marx.
Unos 20 grupos militantes a menudo vistos como las tropas de choque de Chávez controlan esta jungla urbana en el oeste de Caracas, hecha de enormes bloques de apartamentos donde un colorido mural mostrando a Cristo con un fusil AK-47 habla de la tradición radical del barrio.
“Al capitalismo le estamos dando un gancho en su metabolismo social”, dijo Rooselt, del colectivo Alexis Vive, con un pañuelo con la imagen del icono guerrillero Ernesto Che Guevara alrededor del cuello.
Una arraigada ideología socialista, el control absoluto del territorio y fondos del Gobierno han permitido a Alexis Vive llevar a la práctica algunas de las ideas que Chávez lucha por implementar en el resto de Venezuela.
Tiendas socialistas venden leche y carne traídas de plantas recientemente expropiadas con un descuento del 50 por ciento. Vecinos hacen trabajo voluntario, niños son alentados a no consumir drogas y algunos se sumaron incluso a un movimiento de pioneros estilo cubano.
“Estoy seguro que el presidente Chávez apoya nuestras iniciativas y busca que este espacio se consolide a nivel nacional”, dijo Rosselt.
Alexis Vive desparrama su mensaje vía Radio Arsenal, una FM underground inspirada, dicen, en la experiencia de Lenin con un periódico político hace más de un siglo.
La comunidad está volcándose a la agricultura urbana y la cría de peces en enormes tanques de plástico azul para, dicen, alimentar a su gente. El futuro banco ofrecerá microcréditos y eventualmente les dará independencia económica.
COMANDANTE PRESIDENTE
Pese a ser un bastión del chavismo con un masivo músculo electoral que ayudó a Chávez a ganar votaciones por más de una década, el radicalismo en el 23 de Enero se ha convertido a menudo en un problema para el presidente.
Una serie de ataques a símbolos de la oposición como el canal de televisión Globovisión o incluso la Arquidiócesis de Caracas llevaron a Chávez a distanciarse públicamente de estos grupos, aunque algunos vecinos creen que siguen recibiendo órdenes directamente del Comandante Presidente.
George Ciccariello-Maher, un sociólogo y Ph.D. en la University of California, Berkeley, que ha estudiado los movimientos radicales en Venezuela describe la relación de Chávez con los barrios como una “tensa alianza”.
“Chávez depende del apoyo de los sectores radicales, pero ninguno de los dos confía realmente en el otro (…) Si Chávez los destruyera estaría destruyendo su propia base”, dijo.
Atrás quedaron los días en que grupos locales mostraban con orgullo sus armas automáticas a los periodistas. Los militantes de Alexis Vive aseguran que la lucha armada terminó.
“Desde que llegó el proceso revolucionario no hay armas. Nos sumamos a las milicias bolivarianas”, dijo Rooselt refiriéndose a una fuerza armada de unos 35.000 efectivos creada por Chávez.
Pero otros grupos más beligerantes en el 23 de Enero parecen estar todavía armados hasta los dientes.
Una de las organizaciones del barrio divulgó en enero un video donde una decena de sus militantes aparece en ropa de combate empuñando armas automáticas y hasta un lanzagranadas.
Los activistas encapuchados piden a Chávez que limpie su Gobierno de “falsos socialistas”.
La seguridad en el 23 de Enero es estricta. Rooselt dijo a Reuters que su celular sonó apenas dos periodistas fueron detectados en la zona.
Eso explica por qué, según militantes, la delincuencia cayó un 95 por ciento convirtiendo el barrio en una de las zonas más seguras de Caracas, donde el crimen parece a menudo fuera de control.
VANGUARDIA DE LA REVOLUCION
Conocido en el pasado como “Pequeño Vietnam”, el 23 de Enero tiene una larga historia de radicalismo de izquierda. Su nombre alude al 23 de enero de 1958, la fecha en que fue derrocado el dictador Marcos Pérez Jiménez.
La comunidad formada por trabajadores rurales atraídos por el boom petrolero jugó un papel determinante en los violentos disturbios de 1989 conocidos como el “Caracazo”, que dejaron centenares de muertos y donde el Ejército bombardeó partes del barrio durante días.
Alexis Vive, por ejemplo, reivindica al líder comunitario Alexis González, al parecer asesinado por policías en el 2002.
Ciccariello-Maher, el sociólogo de Berkeley, llama al 23 de Enero un ejemplo de “soberanía alternativa” que está más allá del control del Estado venezolano.
“El barrio y los movimientos que alimenta representan un laboratorio y la punta de lanza de la revolución bolivariana (…) Es en 23 de Enero que se encuentran las fuerzas más radicales, fuerzas que llevan el proceso adelante”, dijo.
El Gobierno está encontrando nuevas formas de apoyar al 23 de Enero. En un descampado detrás de un mercado, vecinos con bandanas del Che Guevara construyen una fábrica de bloques de cemento equipada con tecnología iraní cortesía de Chávez.
No lejos de allí un grupo de paracaidistas que acompañaron al entonces teniente coronel Chávez en el fallido intento de golpe de Estado en 1992 montaron un “lavadero de autos revolucionario”.
“En 23 de Enero somos patria o muerte con este proceso. Somos chavistas todos. Rojos rojitos”, aseguró Martin Campos, un cabo retirado de 38 años, con una gorra de béisbol amarilla con una estrella roja.
Por Esteban Israel
Reuters
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