Mañana se conmemora el Bicentenario de la Independencia. La verdad es que con la situación de país, no puede hablarse de celebración. El desbarajuste es la norma. La inseguridad, la corrupción, el doble discurso, la ineptitud, la “mediocrización” generalizada de todos los campos de la vida nacional, hacen reflexionar si realmente valió la pena independizarnos de España. Con todos los problemas que tiene la Madre Patria hoy, está a años luz de nuestra Venezuela. Hace cien años, en el Centenario de la Independencia, también nos mandaba un militar. Pero con todo lo dictador que fue el General Gómez, el país prosperó. Claro, Gómez jamás pretendió saber todo y de todo, y esa humildad le permitió rodearse de excelentes colaboradores.
El Bicentenario nos toma también en una situación de incertidumbre por la ola de rumores y la absoluta incapacidad del régimen de informar. Estamos tomando el camino de la política informativa de los países comunistas, que han sufrido la carencia y la tergiversación de la información con pésimos resultados para la población. Como Cuba. Como la antigua Unión Soviética. Cito el solo ejemplo de la explosión en la planta nuclear de Chernobyl en la actual Bielorrusia. Los habitantes se enteraron mucho después que el mundo libre. Los bebés nacieron deformes. Mucha gente murió por sobre exposición a la radiactividad.
Chávez tuvo que salir a decir lo que sus colaboradores no dijeron. Reconoció lo que ellos insistentemente negaron. Izarra, el zar de la información, no hizo sino desinformar. Debería renunciar. Entretanto, Conatel levantó un nuevo procedimiento administrativo a Globovisión por exceso de información en los sucesos de El Rodeo. Yo prefiero tener exceso de información y decidir por mí misma qué voy a creer, que tener una versión “oficial” falsa, adaptada a la coyuntura, necesidades y prioridades del gobierno.
Aquí ninguno de los miembros del gobierno que declaró puede quejarse de todos los rumores que la desinformación causó. El mar de especulaciones en Venezuela –y en muchas otras partes del mundo- fue desde que el Presidente no tenía nada, hasta que estaba muerto y congelado en una nevera en La Habana. “No aclares, que oscureces” es un popular dicho que hoy cobra más vigencia que nunca. Lo que ha quedado al desnudo es que tenemos toda la razón de poner en duda lo que dicen los voceros oficiales. El gobierno, que encuentra que cualquier declaración que da un opositor causa zozobra, quiere pasar ileso con una situación que ha causado una tremenda zozobra. Claro, hay que reconocer que no era fácil que explicaran cómo un hombre que se ha destacado porque no sabe callarse la boca, aparezca en una película muda y cuando finalmente habla, desmiente lo que ellos dijeron. Queda en evidencia también que hay un solo cacique que manda, y un montón de indios que obedecen. Se dice y se deja de decir lo que el cacique diga.
Y circularon rumores de todo tipo. A mí me llegó en varias versiones el de la cirugía plástica y la liposucción que Chávez se estaba haciendo para enfrentarse en las elecciones a un hombre buenmozo como Capriles Radonksy. También se dijo que estaba iniciándose como babalao y debía estar cuarenta días en dieta de frutas, esperando a “que le bajara el santo”. Están las versiones de que padecía una enfermedad leve. Otras de un cáncer tratable, pero como los líderes “no se enferman” Chávez se había negado a la quimioterapia para no mostrar evidencias. También corrió la especie de una metástasis en el páncreas cuyo desenlace era cuestión de un par meses.
Y como siempre, todos tuvimos una teoría en la que creímos. Y como siempre, nos preguntamos cómo era que los demás creían la suya. La mejor respuesta la dio la joven Andreína Rancel @ninarancel en Twitter: “Los venezolanos le creen al gobierno porque también le creen al amigo que les manda la cadena de que Hotmail ya no será gratis”. Yo tengo que confesar que creí que todo este asunto de la enfermedad de Chávez era invento del G2 para que recuperara credibilidad. Hice como Santo Tomás: ver para creer.
Fuente: Noticiero Digital
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