El chavismo dirá que “mientras ellos apoyan a los ricos, nosotros defendemos a los pobres”
Acusar a Chávez de mentiroso, cínico e irresponsable es un lugar común que desde hace tiempo invita al bostezo. Tales insultos resultan tan previsibles y convencionales que, aún correspondiéndose con la realidad, no aportan ningún criterio, ni mucho menos el asomo de una idea que trascienda el lugar común de las denuncias manidas.
Decir, por otra parte, que Chávez es un experto en sacar provecho de la adversidad quizás mueva un poco más el interés de cualquier viandante poco avisado, aunque ya sabemos cómo se las ingenió para “demostrar” que Venezuela es una “potencia eléctrica” durante los oscuros días de los apagones, hoy todavía vigentes o por qué, aquí mismito, a la vuelta de la esquina, “vamos a ser un país con plena soberanía alimentaria”, mientras incendian cañaverales, confiscan haciendas productivas, meten presos a los carniceros y los productos escasean en los anaqueles.
También está claro que nunca reconoce sus errores y siempre le achaca la culpa a los demás, apelando a su bien nutrida, aunque ya desgastada, lista de tretas retóricas, sazonadas con todo tipo de amenazas, para demostrar como son los empresarios, los responsables de una irrefrenable tasa inflacionaria, a tres meses de haber decretado una brutal devaluación de la moneda. Pero esa propensión a convertir en víctima a los victimarios y en inocente a los culpables, cada vez le resulta menos convincente porque a estas alturas la realidad resulta más poderosa que la verborragia.
Sin embargo, existe cierta inclinación, en algunos voceros de oposición que, quizás, sin quererlo, llevan agua al molino de Chávez y a su estrategia populista. Así, cuando analizan la escalada inflacionaria y justifican el aumento de los precios, están enviando un mensaje que el chavismo sabe aprovechar muy bien: “la oposición está con los ricos, los especuladores y la burguesía, que quieren seguir chupándole la sangre al pueblo venezolano. Nosotros, por el contrario, controlamos los precios, defendemos los derechos de los desposeídos y los libramos de la garra capitalista”.
Es cierto, nadie quiere, ni puede, producir y/o vender a pérdida, pero también lo es que detrás de la crisis está el fracaso de una política estatizante que ha venido destruyendo el aparato económico, nos ha hecho más dependientes que nunca de las exportaciones y ha disparado el fenómeno de la escasez, causa inmediata de la inflación. Todo con el objetivo consolidar el control total de la sociedad.
Y aquí vendría algo que también resulta obvio: frente a ese modelo existe una alternativa democrática, fundada en la propiedad privada, como única forma posible de generar riqueza y promover la justicia social.
rgiusti@eluniversal.com
El Universal
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